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Cuidado con las reglas de inversión
Estas reglas, aunque son sencillas y atractivas, no son infalibles. Funcionan porque tienen fundamentos detrás, pero también presentan limitaciones que a menudo pasan desapercibidas
Las reuniones navideñas con familiares y amigos suelen ser un escaparate de estrategias de inversión que han funcionado en el pasado: invertir en empresas con dividendos crecientes (los llamados dividend aristocrats), apostar por las blue chips, buscar compañías con bajo PER, enfocarse en empresas de alto crecimiento, priorizar aquellas con elevado ROE, comprar en las caídas (buy the dip), o diversificar a través de la indexación (cómprate el mundo).
Estas reglas, aunque son sencillas y atractivas, no son infalibles. Funcionan porque tienen fundamentos detrás, pero también presentan limitaciones que a menudo pasan desapercibidas. Entenderlas implica reconocer que no existe una fórmula mágica que garantice el éxito con poco esfuerzo. Analicemos algunas de estas estrategias para identificar tanto su potencial como sus riesgos.
1. Empresas con dividendos crecientes
Invertir en compañías con dividendos altos y sostenidos suele ser sinónimo de elegir negocios rentables y estables, normalmente valorados a precios razonables. Sin embargo, cuando el entorno competitivo cambia, estas empresas pueden perder su fortaleza. Ejemplos como Kodak, Enron, Banco Popular o General Motors ilustran cómo negocios que parecían sólidos se desmoronaron al no adaptarse al cambio.
2. Comprar blue chips
Las grandes compañías, conocidas como blue chips, tienden a destacar por ventajas competitivas relacionadas con su escala y otras barreras de entrada. Pero cuando nuevos competidores con modelos más ágiles entran en escena, estas ventajas pueden erosionarse rápidamente, dejando a estas empresas en una posición vulnerable.
3. Empresas con bajo PER
Un bajo PER (relación precio-beneficio) suele indicar una empresa barata en comparación con los beneficios generados en el pasado. Pero el problema aparece cuando esta valoración refleja expectativas negativas: menores beneficios futuros o incluso pérdidas. No siempre lo "barato" es una oportunidad.
4. Empresas de alto crecimiento
Las compañías con un elevado crecimiento en ventas suelen atraer muchos inversores. Detrás de este crecimiento puede haber un modelo de negocio excelente o simplemente una oportunidad efímera que, al captar la atención de los competidores, deja de ser rentable.
5. Empresas con alto ROE
El ROE (rendimiento sobre el capital propio) elevado puede ser señal de rentabilidad, pero no necesariamente de calidad. A menudo, esta métrica refleja un momento favorable pasajero resultado de un alto apalancamiento operativo y/o financiero, más que un modelo de negocio sostenible.
6. Comprar en las caídas (buy the dip)
Adquirir acciones durante caídas del mercado parece una estrategia lógica, pero las caídas pueden prolongarse mucho más de lo esperado. Quienes compraron en la burbuja tecnológica de 2000 o en la crisis de 2008 tras una caída inicial del 20% enfrentaron pérdidas aún mayores antes de ver una recuperación.
7. Invertir en índices (cómprate el mundo)
La indexación permite diversificar y obtener una rentabilidad cercana a la media del mercado con bajos costes. Esta manera de invertir tiene mucho sentido cuando son pocos los que la siguen porque básicamente se aprovechan de la gestión activa para fijar los precios y se adhieren a ese nivel. El problema de esta regla aparece cuando son muchos los que siguen esa estrategia. Al principio parece no haber cambios y justamente se revalorizan más los índices en los que la mayoría se indexa, porque las compras se concentran en esos valores. Después, aparecen los inconvenientes: se disparan los problemas de agencia en las compañías y se pierde la sensibilidad a precio. Esto, a la larga, hará que la rentabilidad de los índices a largo plazo sea menor que la de décadas atrás y surjan muchas más oportunidades para los no indexados.
Cada una de estas estrategias tiene puntos fuertes, pero también fallos. El verdadero riesgo radica en seguirlas ciegamente, sin considerar las dinámicas que transforman los negocios. En última instancia, lo que determina el éxito de una inversión no es el pasado de una empresa, sino su capacidad para adaptarse al futuro. Ratios y métricas como dividendos, PER, ROE o crecimiento son útiles en escenarios estables, pero la estabilidad es una ilusión. A largo plazo, la única constante es el cambio. Por eso, invertir requiere flexibilidad, seguimiento continuado y decisiones de inversión o desinversión antes de que los cambios se reflejen en los resultados financieros. Los empresarios no se basan en ninguna de estas reglas. Evalúan proyectos, confían en su visión y se enfocan en lo que pueden ofrecer a los clientes. Esa es la mentalidad que todo inversor debería adoptar: analizar negocios como si se tratara de invertir en su propio proyecto, considerando tanto el presente como el potencial del futuro.
En resumen, los ratios simples pueden ser un buen punto de partida en el análisis, pero la clave está en comprender sus limitaciones y entender su significado en un contexto en constante transformación. Para invertir bien no hay que seguir fórmulas mágicas, sino entender los modelos de negocio, confiar en determinadas personas y actuar con criterio.
Las reuniones navideñas con familiares y amigos suelen ser un escaparate de estrategias de inversión que han funcionado en el pasado: invertir en empresas con dividendos crecientes (los llamados dividend aristocrats), apostar por las blue chips, buscar compañías con bajo PER, enfocarse en empresas de alto crecimiento, priorizar aquellas con elevado ROE, comprar en las caídas (buy the dip), o diversificar a través de la indexación (cómprate el mundo).
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