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La figura de la derecha francesa de la que Vox tomará nota
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Ramón González Férriz

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La figura de la derecha francesa de la que Vox tomará nota

El ascenso político de un tertuliano puede desbancar a Le Pen como líder populista en Francia. Es un riesgo que corre también Vox en España

Foto: Zemmour firma un libro tras un mitin organizado en septiembre. (EFE)
Zemmour firma un libro tras un mitin organizado en septiembre. (EFE)

Los partidos de derecha autoritaria disponen de una manta metafórica que siempre se les queda corta. Si quieren taparse los pies, la cabeza acaba descubierta. Y viceversa. Así, cuando los nuevos partidos nacionalistas han querido convertirse, a pesar de su radicalismo, en formaciones del sistema, respetables y con cierta reputación de seriedad, para así tener opciones reales de gobierno, han dejado desatendido su lado más conspiranoico.

Le pasó a Alternativa por Alemania, que ahora tiene que competir con Pegida, una formación abiertamente racista, en capacidad de influencia. Le pasó a la Liga de Matteo Salvini, que cuando dio el paso para convertirse en un partido de derechas más tradicional y europeísta, vio cómo le adelantaba el nativismo euroescéptico de los Hermanos de Italia. Pero el caso más llamativo es el francés. En cuanto la Agrupación Nacional de Marine Le Pen ha querido presentarse como la opción mayoritaria de la derecha más o menos ortodoxa, le ha salido un competidor temible. En este caso, un solo hombre. De profesión, tertuliano. Conozcan a Éric Zemmour.

Foto: Emmanuel Macron, tras una reunión con el presidente de Argentina. (Reuters) Opinión

Zemmour, judío de raíces argelinas nacido en 1958, tuvo una carrera ortodoxa como periodista en medios respetables y tradicionales como el periódico conservador 'Le Figaro'. Pero a principios de este siglo, empezó a destacar como comentarista radiofónico y televisivo en programas de gran audiencia. Zemmour demostró ser un provocador inteligente. Cercano a las tesis del entonces Frente Nacional, criticaba a Francia por haberse feminizado y decía que el antirracismo es una forma de ingenuidad porque, a fin de cuentas, la mayoría de los delincuentes son negros y árabes. En 2014, en un libro titulado ' El suicidio francés', sostuvo una tesis habitual en la derecha francesa: que la generación de mayo del 68 ha debilitado los pilares culturales y las estructuras políticas tradicionales del país.

Pero iba incluso más allá: afirmaba que Francia ha renunciado a su soberanía en todos los ámbitos y que, en gran medida, se odia a sí misma y se halla sumida en una decadencia imparable que provocará conflictos violentos. El libro suscitó una enorme polémica y se convirtió en un inesperado best seller, con más de 500.000 ejemplares vendidos. 'Le Figaro', periódico para el que escribía y que aún le veía como un posible abanderado de la derecha ortodoxa, atribuyó su éxito a tres razones: la situación económica “legitima las ideas de Zemmour”, el libro explica bien la política francesa a través de su historia y, algo que será muy relevante, “domina mejor el medio audiovisual” que los demás intelectuales. “Zemmour sale mejor de las controversias. Y sin duda es mejor defendiendo sus ideas”.

La Fox de Francia

El éxito de Zemmour es mayor cuanto más se radicaliza. Es denunciado frecuentemente por incitación al odio racial. La relación con 'Le Figaro' se enturbia y pasa a ser un colaborador externo. Y en 2017 llega el acontecimiento que le convierte definitivamente en el gran líder mediático de la derecha dura: Vincent Bollore, el magnate conservador de los medios franceses, que es accionista mayoritario de Vivendi —una corporación que a su vez controla Canal +, la agencia de publicidad Havas o el grupo Prisa, entre muchísimos otros—, convierte una pequeña cadena de televisión en CNews, que emite programación barata basada en tertulias con una fuerte orientación derechista. CNews ha duplicado su audiencia en los últimos años y es el segundo canal de información política más visto del país. Aún no es equiparable a la Fox estadounidense, pero aspira a serlo.

Foto: Imagen de 'Los salvajes'.

Ahí es cuando Zemmour se convierte de manera definitiva en una estrella que domina el debate con ideas asombrosamente osadas y victimistas al mismo tiempo. Sostiene que existe un plan para llevar a cabo un “gran reemplazo”, la sustitución de la población blanca y cristiana por una oscura y musulmana. Exige que en Francia se prohíba poner a los niños nombres extranjeros como Mohamed o Kevin. Pasa de atacar el legado de 1968 a vilipendiar la Ilustración por su racionalismo y universalismo. Hoy todo el mundo cree que Zemmour aprovechará su fama para presentarse a las elecciones presidenciales de la próxima primavera. Si decidiera hacerlo, las encuestas le sitúan más o menos empatado con Le Pen, con alrededor del 15-17% de los votos en la primera vuelta. Según el 'Financial Times', en una reunión secreta Le Pen le pidió que no se presentara para no dividir el voto nacionalista; él se negó y le reprochó su relativa moderación: “Ya no se gana desde el centro. La gente espera firmeza y convicción, incluso radicalismo”.

Una figura que surgirá también en España

Zemmour no será presidente, pero puede contribuir a que Macron lo sea y a partir por la mitad el movimiento nacionalista francés. Lo mismo ha sucedido en otros lugares de Europa: la dispersión populista hace que los ganadores sean quienes pertenecen al establishment. ¿Pasará lo mismo con Vox en España? Es discutible, pero en su estrategia empieza a verse el mal de la manta corta: Vox quiere presentarse al mismo tiempo como partido de orden y como partido antisistema. Quiere hacer gala de responsabilidad fiscal y un europeísmo crítico pero real, y al mismo tiempo duda al enfrentarse a los antivacunas o los conspiracionistas antisemitas y prorrusos. Su pujanza hace que tal vez de momento pueda sortear el problema. Pero me apuesto lo cobrado por esta columna a que en un par de años tendremos en España un fenómeno parecido al de Zemmour, que hará a Vox lo que este le está haciendo a Le Pen.

Los partidos de derecha autoritaria disponen de una manta metafórica que siempre se les queda corta. Si quieren taparse los pies, la cabeza acaba descubierta. Y viceversa. Así, cuando los nuevos partidos nacionalistas han querido convertirse, a pesar de su radicalismo, en formaciones del sistema, respetables y con cierta reputación de seriedad, para así tener opciones reales de gobierno, han dejado desatendido su lado más conspiranoico.

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