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La mala idea de convertir la lucha contra el calentamiento en un desfile de famosos
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Ramón González Férriz

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La mala idea de convertir la lucha contra el calentamiento en un desfile de famosos

Las estrellas del rock y los millonarios pueden ser eficaces llamando la atención sobre asuntos políticos relevantes. Pero generan tanto rechazo que pueden ser contraproducentes

Foto: Un manifestante en Milán, en los días previos a la reunión de la COP26. (Reuters)
Un manifestante en Milán, en los días previos a la reunión de la COP26. (Reuters)

Leonardo DiCaprio estará ahí. También la reina de Inglaterra y su hijo, el príncipe Carlos. Estarán la estrella del pop Ellie Goulding y el megaempresario reconvertido en astronauta Jeff Bezos. Asistirá Greta Thunberg y una vieja fábrica diseñada por Henry Royce, de Rolls-Royce, hoy reconvertida para eventos, será escenario de encuentros vip. Habrá muchos banqueros. ¿Es un festival de cine? ¿Un desfile de moda? ¿La inauguración de una exposición muy esperada?

No. Es la cumbre sobre el cambio climático de la ONU, la COP26. Se celebrará la semana que viene en Glasgow, Reino Unido. Y hay tantas peticiones de ricos y famosos que quieren asistir que la ciudad ha quedado desbordada. Como informaba el periódico estadounidense 'Politico', se espera que acudan 30.000 asistentes, pero solo hay 12.000 habitaciones, lo que está haciendo que los precios de los hoteles se acerquen a los de Davos cuando se reúne el Foro Económico Mundial. No se sabe si el acontecimiento contribuirá a frenar el peligroso calentamiento del planeta. Pero sin duda permitirá a un montón de famosos, altos ejecutivos y millonarios mostrar su bondad al mundo.

Foto: Los daños vinculados a la crisis climática se disparan en todo el planeta (EFE)

Eso no significa que su compromiso sea falso o siquiera interesado. Es probable que el cambio climático sea el asunto más importante de nuestro tiempo, y sin duda estas y otras personas —“ciudadanos globales”, los llama la organización del acto— están genuinamente preocupadas por él y quieran echar una mano. Seguro que Bill Gates tiene ideas muy valiosas —las ha explicado en su reciente libro, 'Cómo evitar un desastre climático. Las soluciones que ya tenemos y los avances que aún necesitamos'—, y sin el apoyo de Joe Biden, otro de los asistentes, es imposible que exista un plan coordinado a nivel global. (También asistirá Petro Parolin, cardenal secretario de Estado del Vaticano). Sin embargo, la tendencia a convertir esta clase de acontecimientos en escaparates es un vicio peligroso.

Antes fue 'We are the World'

Por supuesto, no es la primera vez que ocurre. En los años ochenta, el cantante Bob Geldof puso en marcha Live Aid, una serie de conciertos en todo el mundo en los que participaron David Bowie, Mick Jagger y Queen, entre muchos otros, para luchar contra la hambruna que en ese momento asolaba Etiopía. También entonces, se hizo popular 'We Are the World', una canción sentimental y pegadiza en cuya grabación participaron Michael Jackson, Bruce Springsteen, Stevie Wonder, Tina Turner y Bob Dylan, que encarnó el compromiso del pop con la lucha contra el hambre en África. Además de concienciar al mundo, ambas iniciativas recaudaron importantes cantidades de dinero que luego se donó a varias ONG.

En los años noventa, Susan Sontag dirigió la obra teatral 'Esperando a Godot' en Sarajevo, para protestar contra el brutal cerco que los serbios estaban infligiendo a la ciudad, Elton John creó una fundación para luchar contra el sida y Lady Di lideró una campaña contra las minas antipersona en Angola. Más tarde, Angelina Jolie contribuyó a concienciar al mundo sobre la situación de los refugiados en países como Sudán o Sierra Leona. En España, un grupo numeroso de actores se movilizó contra la guerra de Irak y Javier Bardem exigió públicamente que España se implicara para poner fin a la situación en el Sáhara Occidental.

Foto: Manifestantes en la India exigen la lucha contra el cambio climático. (Reuters) Opinión

Sin duda, los famosos tienen el mismo derecho que cualquier ciudadano a mostrar sus preferencias políticas o sociales y a movilizarse por ellas. Suelen ser más efectivos que los demás: tienen una capacidad mayor para recaudar fondos que usted y yo, y gracias a que a los poderosos les encanta hacerse fotos con ellos, es probable que los famosos tengan verdadera capacidad de influir y poner en la agenda de los políticos temas que de otro modo se ignorarían.

Pero también es evidente el peligro de confiar la concienciación política o social a famosos que solo entienden parcialmente los problemas globales: convertirlo todo no ya en un espectáculo, sino en uno que repele a partes importantes de la población, la gente que puede llegar a compartir la preocupación por un tema concreto, pero detesta las élites culturales y a los ricos por su ideología, su estilo de vida o lo que parece narcisismo.

La paradoja de los famosos activistas

De modo que ahí está la paradoja en el caso del clima: es posible que mucha gente no se hubiera parado a pensar en la gravedad de la situación si DiCaprio o Thunberg no hubieran insistido machaconamente en su urgencia, y es posible que mucha gente desdeñe su importancia porque DiCaprio y Thunberg le parecen detestables. Es un riesgo que los activistas deben conocer: nadie como ellos experimenta la mecánica de la adhesión y el rechazo. Pero en momentos como los actuales, es particularmente peligroso. Hoy en día, la política y la moral son mucho más reactivas y posicionales que propositivas: en general, tendemos a adoptar las posiciones contrarias a las de nuestros adversarios, y no tanto a desarrollar nuestra visión del mundo al margen de lo que hagan los demás. Por eso, cada acción implica una reacción. También en asuntos sobre los que hay prácticamente un consenso científico.

Foto: Una estatua de Boris Johnson manchada de petróleo exhibida durante una protesta de Greenpeace en Londres. (Reuters)

Es muy probable que de la COP26 no surjan acuerdos trascendentes. No sabemos si Estados Unidos y China lograrán trabajar juntos en el asunto del clima, cuando están muy enfrentados en casi todos los demás aspectos de su relación. No sabemos si líderes de países clave como India o Arabia Saudí acudirán y si, con su ausencia, mostrarán su renuencia a comprometerse más con la reducción de las emisiones de carbono. No sabemos si los asistentes se pondrán de acuerdo en las medidas necesarias para que, al final de la década, el calentamiento global se mantenga bajo el umbral de los 1,5 grados. Pero sí sabemos que veremos a muchos ricos y famosos, actores y cantantes y aristócratas llegados a Glasgow en avión, haciendo exigencias globales y proponiendo medidas cuyas consecuencias en las clases trabajadoras o la economía en general es muy probable que no entiendan bien, o que si entienden les preocupen sobre todo por el impacto en su cuenta de resultados.

Y eso, ante un problema colosal como el del cambio climático y la necesidad de implicar en él a personas de todas las ideologías, es un problema político más importante de lo que creemos. La reacción estará cada vez más articulada.

Leonardo DiCaprio estará ahí. También la reina de Inglaterra y su hijo, el príncipe Carlos. Estarán la estrella del pop Ellie Goulding y el megaempresario reconvertido en astronauta Jeff Bezos. Asistirá Greta Thunberg y una vieja fábrica diseñada por Henry Royce, de Rolls-Royce, hoy reconvertida para eventos, será escenario de encuentros vip. Habrá muchos banqueros. ¿Es un festival de cine? ¿Un desfile de moda? ¿La inauguración de una exposición muy esperada?

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