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La coalición PP-Vox es una mala noticia, pero no una anomalía en Europa
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Ramón González Férriz

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La coalición PP-Vox es una mala noticia, pero no una anomalía en Europa

El célebre cordón sanitario frente a la derecha autoritaria ha desaparecido en la mayoría de los países y apenas se mantiene en otros como Francia y Alemania, en los que la derecha moderada se lo está empezando a replantear

Foto: Reunión en la Comunidad Valenciana entre la delegación del PP y la de Vox. (EFE/Manuel Bruque)
Reunión en la Comunidad Valenciana entre la delegación del PP y la de Vox. (EFE/Manuel Bruque)
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Déjenme hacer una predicción sencilla: el PP pactará con Vox en los gobiernos locales y regionales cuando le haga falta para obtener presidencias y alcaldías. Y formará con él un Gobierno nacional de coalición si su mayoría en el Congreso no es lo bastante amplia para evitarlo. Lo hará por el simple hecho de que su fin último, como el de cualquier partido político, es llegar el poder. Y porque a sus votantes esos acuerdos no parecen molestarles en absoluto.

Déjenme hacer una predicción un poco más arriesgada: a medio plazo, esos gobiernos de coalición no solo serán dañinos para España, sino que llevarán al PP a una crisis semejante a la que vive ahora el PSOE tras su experiencia de gobierno con Podemos. Las coaliciones resultarán incómodas, y estarán llenas de conflictos debidos a la radicalidad y la inexperiencia de Vox. Y el PP se dividirá una y otra vez por razones ideológicas y pragmáticas. Sobrevivirá, pero dañado.

Pero lo que no puede decirse, como en ocasiones hace la izquierda, es que los pactos del PP con Vox sean una anomalía en Europa. En realidad, se están convirtiendo en algo habitual: el célebre cordón sanitario frente a la derecha autoritaria ha desaparecido en la mayoría de los países y apenas se mantiene en otros como Francia y Alemania, en los que la derecha moderada se lo está empezando a replantear.

Austria, Suecia, Finlandia, Italia...

En Austria, el Partido Popular Austríaco, de centro derecha, gobierna con la derecha nacionalista en varias regiones, al igual que lo hizo en el Gobierno nacional hace apenas cinco años, y probablemente volverá a formar una coalición con ella tras las elecciones del año que viene. En Suecia, el Gobierno de coalición de centro derecha cuenta con el apoyo parlamentario de los Demócratas, un partido nacionalista. En Finlandia, este mes siguen las negociaciones para formar Gobierno entre el centro derecha y los autoritarios —antes llamados Verdaderos Finlandeses y ahora solo Finlandeses—, que en las últimas elecciones obtuvieron el mejor resultado de su historia. En Dinamarca, durante las dos últimas décadas, el partido de derecha nacionalista ha sostenido con su apoyo parlamentario a varios gobiernos conservadores, a los que ha impuesto numerosas medidas políticas. Algo parecido, aunque durante menos tiempo, ha sucedido en Países Bajos. En Italia, el Gobierno actual está formado por una coalición de dos partidos nacionalistas y natalistas (Hermanos de Italia y la Liga) y el viejo centro derecha de Forza Italia.

Foto: Zona de voto con la bandera de Francia, en Le Touquet. (Reuters/Thibault Camus) Opinión

Las cosas también van a cambiar en otros lugares. En Bélgica, el cordón sanitario está a punto de romperse: hace unas semanas, el líder del partido flamenco nacionalista N-VA afirmó que estaría dispuesto a pactar con los ultras del Vlaams Belang si estos demostraban cierta contención. En Francia, el viejo veto al partido de Le Pen se está debilitando poco a poco: ha desaparecido de manera informal en algunos gobiernos locales y lo está haciendo también, aunque muy despacio y con grandes resistencias, en la Asamblea Nacional. Incluso en Alemania, ante el vertiginoso auge del partido ultra Alternativa por Alemania (AfD), el Brandmauer (cortafuegos) empieza a resquebrajarse: la colaboración sí existe a nivel local, pero los partidos tradicionales siguen prometiendo que no pactarán con AfD en el plano nacional, ante lo cual algunos democristianos empiezan a quejarse a media voz de la renuncia que eso implica.

En algún momento, ese acuerdo entre conservadurismo tradicional y nacionalismo radical también se escenificará en el Parlamento Europeo: no sucederá de manera inmediata, pero no sería extraño que el Grupo del Partido Popular Europeo, liderado por el conservador alemán Manfred Weber, se fuera alejando de su actual coalición con los verdes, los liberales y los socialdemócratas para buscar el afecto de uno de los dos grupos de derecha dura, el de los Conservadores y Reformistas, en el que se encuentran Vox y Hermanos de Italia, el partido de Giorgia Meloni, al que una parte de la derecha tradicional europea, siguiendo el consejo del recién fallecido Silvio Berlusconi, está cortejando.

Foto: Protesta contra el Gobierno organizada por AfD en Berlín el pasado octubre. (Getty/Omer Messinger)

Aunque no son casos plenamente comparables, en Estados Unidos el viejo Partido Republicano se dejó controlar sin apenas resistencia por el nacionalismo proteccionista de Trump, y en Reino Unido, el honorable partido tory lleva casi una década sumido en peleas internas entre conservadores tecnocráticos y fanáticos de la identidad. En ambos casos, los partidos tradicionales no pactaron con los radicales: se dejaron tomar por ellos.

España: un poco distinta, pero no mucho

Es posible que el PP haya demostrado su predisposición a colaborar con la derecha autoritaria de Vox con mayor rapidez y menos renuencia que sus equivalentes europeos. Es posible que lo haya hecho por razones distintas a las del resto de Europa, donde por lo general la extrema izquierda es irrelevante y, por lo tanto, no puede utilizarse como excusa para defender pactos de esta naturaleza. También es posible que, simplemente, los españoles adultos tengamos derecho a oír la verdad: como el PSOE y el PP desean legítimamente el poder, pero no están dispuestos a ayudarse para evitar apoyarse en formaciones extremas (cosa que sí es normal en varios países europeos), estamos condenados a sufrirlas, y así seguirá siendo si no vuelve el bipartidismo.

Foto: El presidente del PP, Alberto Nuñez Feijóo. (EFE/Chema Moya) Opinión
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Sea como sea, la coalición entre el centro derecha y la derecha radical es en Europa, y será en España, una muy mala noticia no solo para la sociedad —que se cerrará más en sí misma y pagará el precio de un creciente autoritarismo—, sino para el propio conservadurismo tradicional. Incluso quienes no somos conservadores debemos ser conscientes de que una derecha moderada, robusta, liberal, abierta y promercado es básica para que las democracias occidentales funcionen y los países prosperen. Eso es algo demasiado serio como para dejarlo en manos de la derecha autoritaria de Vox y sus aliados internacionales. Sin embargo, la lógica del poder es la que es y sería ingenuo ignorarla, de modo que muy pronto veremos cómo sale esta apuesta temeraria. En todo caso, no se puede decir que nos aleje de Europa: en realidad, y para mal, nos acerca más a ella.

Déjenme hacer una predicción sencilla: el PP pactará con Vox en los gobiernos locales y regionales cuando le haga falta para obtener presidencias y alcaldías. Y formará con él un Gobierno nacional de coalición si su mayoría en el Congreso no es lo bastante amplia para evitarlo. Lo hará por el simple hecho de que su fin último, como el de cualquier partido político, es llegar el poder. Y porque a sus votantes esos acuerdos no parecen molestarles en absoluto.

Partido Popular (PP) Vox
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