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Tribuna Internacional
Por
Concentración por Europa
Tenemos el deber de unirnos en torno a lo que no nos divide y reclamar en positivo que queremos un continente unido y que avanza en el desarrollo del mejor y mayor proyecto político de la Historia moderna: la UE
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En una semana como esta, hace 80 años, la guerra expiraba su último aliento en Europa. El 8 de mayo de 1945 la Alemania nazi firmaba su rendición incondicional y, con ello, se inauguraba el período de paz y prosperidad más largo que Europa ha conocido. Y todo venía de la mano de una creación que comenzó a ver la luz sólo un día después de celebrar el quinto aniversario de esa rendición. El 9 de mayo de 1950, el ministro de Exteriores francés Robert Schuman pronunciaba un discurso que abría las puertas a una revolución: la de la búsqueda sincera de la paz mediante el reconocimiento mutuo y la cooperación con el prójimo. Horas antes, el canciller alemán Konrad Adenauer había celebrado la propuesta. Y así quedaba puesta la primera piedra de lo que se convertiría en la Unión Europea.
Setenta y cinco años más tarde, el statu quo europeo que se originó con Adenauer, Schuman y De Gasperi, entre otros, sufre embates procedentes de todos los puntos cardinales y se pone en entredicho por muchos dentro de sus propias fronteras. Y ante esta situación, la Europa que sorprendió al mundo se pregunta qué hacer.
La guerra ha vuelto al continente de la mano de Putin y, tras unos años en los que Ucrania ha resistido tenaz y honrosamente defendiendo no sólo su integridad territorial, sino las causas de Europa, Occidente se ve dividido. Estados Unidos ha elegido democráticamente a un presidente para el que Europa no es un aliado prioritario, sino otro competidor más. Y Ucrania un cromo cualquiera en un tablero en el que vuelven a sentarse solos los imperios, donde ahora también se encuentra China. Mientras tanto, la polarización doméstica hace mella en los cimientos que sostienen nuestra libertad: el Estado de derecho y sus mecanismos de protección de las libertades y derechos.
Nosotros no sabemos cuál puede ser la respuesta definitiva. Pero, desde luego, sabemos cuál no lo es: la indecisión y la falta de confianza. Por eso llamamos a que todo el mundo salga a la calle este domingo. Porque confiamos en esa Europa que construyeron aquellos que precedieron a esta generación, abandonando el rencor cuando todo lo que quedaba en sus suelos eran cenizas; escogiendo la cooperación y la confianza cuando la tradición dictaba revancha. Eso fue Europa, y eso queremos que siga siendo, avanzando por el camino que ya marcaron los padres fundadores: la integración. Más integración, porque nos hace más fuertes. Más integración, porque nos hace más independientes. Y más integración porque debe seguir siendo nuestra vocación.
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Por eso, para defender Europa importa poco estar a favor o en contra del rearme; apoyar las políticas verdes o creer que es mejor priorizar otras políticas; o estar o no de acuerdo con la política migratoria. Tenemos el deber de unirnos en torno a aquello que no nos divide y reclamar en positivo que queremos un continente unido y que avanza en el desarrollo del mejor y mayor proyecto político de la Historia moderna: la Unión Europea. Porque lo importante no son las políticas puntuales, lo importante es la idea. Sirva esta tribuna de llamamiento, nos vemos en Callao el 11 de mayo.
*Gonzalo Martín Fernández, presidente de Equipo Europa.
En una semana como esta, hace 80 años, la guerra expiraba su último aliento en Europa. El 8 de mayo de 1945 la Alemania nazi firmaba su rendición incondicional y, con ello, se inauguraba el período de paz y prosperidad más largo que Europa ha conocido. Y todo venía de la mano de una creación que comenzó a ver la luz sólo un día después de celebrar el quinto aniversario de esa rendición. El 9 de mayo de 1950, el ministro de Exteriores francés Robert Schuman pronunciaba un discurso que abría las puertas a una revolución: la de la búsqueda sincera de la paz mediante el reconocimiento mutuo y la cooperación con el prójimo. Horas antes, el canciller alemán Konrad Adenauer había celebrado la propuesta. Y así quedaba puesta la primera piedra de lo que se convertiría en la Unión Europea.