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Frenar a Vox en Madrid es sencillo: el método Valls
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Juan Soto Ivars

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Frenar a Vox en Madrid es sencillo: el método Valls

La decisión de Valls fue uno de esos extraños momentos de la política española que tanto se echan de menos. Fue romper un bloque y favorecer el gobierno de una candidata algo equidistante entre 'indepes' y españolistas

Foto: El presidente de Vox, Santiago Abascal, interviene en un acto de campaña junto a la candidata a la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio. (EFE)
El presidente de Vox, Santiago Abascal, interviene en un acto de campaña junto a la candidata a la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio. (EFE)

Quieren hacerle creer que en Madrid este 4 de mayo nos jugamos el futuro, la democracia, la libertad, etcétera, y es falso. No es más que un Gobierno autonómico. Si sale apoyado por Iglesias, se parecerá al central. Si sale apoyado por Vox, al de Murcia o Andalucía. Podrán sentirse peor o mejor parados los votantes de cada lado, habrá políticas más o menos odiosas para según qué visiones del mundo, pero no es más que alternancia y equilibrios parlamentarios lo que hay en liza. El peligro inmediato no es la derrota de una opción, sino la cronificación de la épica. Y a la épica está contribuyendo, en mayor o menor medida, hasta el perro.

Vox necesitaba aumentar la temperatura. Vive, de hecho, de ello. Sus encuestas madrileñas eran amenazantes porque Ayuso ha demostrado ser capaz de conectar con el electorado más duro de la derecha mejor que Monasterio. Plantean así una campaña violenta a base de anzuelos, con el fin de marcar los términos del debate un día tras otro. Las formaciones de izquierdas y muchos periodistas los muerden todos. Así, los vituperios contra los menores no acompañados o la trivialización de las amenazas de muerte enviadas por correo son trampas que deben ser leídas como estrategia. Y la respuesta de Podemos ante cada una, como su ansiada oportunidad de lucimiento. La campaña está marcada por el juego de los más débiles.

Foto: Los candidatos posan antes de comenzar el debate de Telemadrid.

Pese a la épica, el día 5 de mayo, en la resaca, habrá dos opciones: que el bloque de izquierdas logre mayoría absoluta o que la obtenga el bloque de derechas. Nos han dicho —y nos van a repetir— que la catástrofe es que Vox acabe en el Gobierno. Bien, no tiene por qué ocurrir en ninguna circunstancia. Si ese es el mayor peligro, los del autodenominado frente antifascista pueden estar tranquilos: el cordón sanitario a Vox es posible en ambos escenarios. Ante el primero, la cosa es fácil: florecen los almendros, madalenas gratis y todos juntos de la mano, etc. Ante el segundo, también la izquierda tiene la sartén agarrada. Con una victoria de Ayuso insuficiente sin Vox, los partidos de izquierdas se podrían abstener y permitirle gobernar sola. Así relegarían a los de Abascal a la irrelevancia.

¿La izquierda facilitando un Gobierno a Ayuso? ¿Se ha vuelto usted loco? Encuestas en mano, este escenario es plausible, siempre que sea cierto que la izquierda, lo que quiere ante todo, es impedir el acceso de Vox al Gobierno. Gabilondo tendrá que decidir si le renta más al PSOE una Ayuso diabólica, socia de Monasterio, o una Comunidad de Madrid en la que Vox está condenado a ladrar desde unos escaños. Ayuso ha dejado claro que prefiere gobernar sola. Será el día siguiente a las elecciones, cuando las cifras se impongan, que comprobaremos si todas estas alarmas antifascistas respondían a una preocupación real o a la propaganda guerracivilista. En el caso probable de mayoría conservadora, esta pregunta va a ser clave: ¿preferís un Gobierno con Vox o sin Vox?

Foto: El líder de Vox en Cataluña, Ignacio Garriga. (EFE) Opinión
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La polarización nos ha acostumbrado a considerar imposibles estrategias lógicas y coherentes con el discurso de los propagandistas. Hay una diplomacia palaciega que rompe los bloques y otra que los fortifica. Ocurrió lo mismo con la formación del Gobierno central. En aquella ocasión, eran PP, Ciudadanos y Vox los únicos partidos que podían impedir la existencia de un Gobierno socialista con Podemos sometido al voto de ERC y Bildu. No lo hicieron. Curiosamente, en el debate de los Presupuestos fue Vox el único partido de derecha españolista que rompió el bloque. Pedro Sánchez alabó el sentido de Estado de Abascal y tengo aquella intervención enmarcada en la pared de mi despacho, para que no se me olvide.

Sé que, hoy por hoy, y bajo toda esa propaganda, la mera idea de que la izquierda permita un Gobierno de Ayuso suena imposible, pero Manuel Valls se vio ante una tesitura parecida en las municipales de Barcelona. En aquella ocasión, vimos a un hombre de sólidas convicciones liberales, poco amigo de la izquierda radical, apoyando a Ada Colau para birlar el ayuntamiento al independentismo. La decisión de Valls fue uno de esos extraños momentos de la política española que tanto se echan de menos en general. En cierto modo, fue romper un bloque (el de la ideología económica) y favorecer el gobierno de una candidata algo equidistante entre 'indepes' y españolistas. El problema, claro, es que Madrid se ha 'cataluñizado' con diferente plebiscito.

En caso de que las encuestas no fallen, ¿preferirán los antifascistas un PP controlado por lo que hay a su izquierda o a su derecha? A veces, la oportunidad para desactivar opciones extremistas no pasa por vencer en la batalla, sino por sacarle provecho a la derrota. Todo lo demás es electoralismo y propaganda. Y me disculparán si paso de ensucarme en esas trincheras, tan proclives al lucimiento narcisista.

Quieren hacerle creer que en Madrid este 4 de mayo nos jugamos el futuro, la democracia, la libertad, etcétera, y es falso. No es más que un Gobierno autonómico. Si sale apoyado por Iglesias, se parecerá al central. Si sale apoyado por Vox, al de Murcia o Andalucía. Podrán sentirse peor o mejor parados los votantes de cada lado, habrá políticas más o menos odiosas para según qué visiones del mundo, pero no es más que alternancia y equilibrios parlamentarios lo que hay en liza. El peligro inmediato no es la derrota de una opción, sino la cronificación de la épica. Y a la épica está contribuyendo, en mayor o menor medida, hasta el perro.

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