España is not Spain
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La munición humana de Mohamed VI
Cualquier gobernante digno vería la huida de miles de compatriotas suyos a nado como una mala noticia para su país
Ciertos países en los que mucha gente vive mal tienen hoy día el privilegio paradójico de usar esta pobreza para chantajear a sus vecinos con oleadas migratorias. Es un arma tan abyecta como fenomenal en estos tiempos de crisis. Así, Marruecos, nación que mantiene en la miseria sin perspectivas a una parte de su pueblo, sobre todo en el norte rifeño, utiliza esa miseria para lanzarnos compatriotas suyos, muchos de ellos menores, a nado como represalia por el tratamiento médico español al líder del Frente Polisario y la postura del Gobierno ante la autodeterminación saharaui.
He vivido cuatro años allí y sé cómo trata esa nación a los niños pobres. Una anécdota cierta y horrible: un día estábamos tomando unos bocadillos de patatas fritas en la calle México, en Tánger. Se nos acercaron, como moscardas, los niños del pegamento. No era extraño que ocurriera, Tánger estaba (era el año 2000) plagado de huérfanos adictos. A la mínima oportunidad, estos pícaros tóxicos le metían la mano en las bragas a tus amigas, o en los bolsos.
Normalmente, los ahuyentábamos por nuestros medios, pero había pandillas especialmente insistentes y encabronadas. Estos episodios eran tan irritantes como tristes, tan violentos como deprimentes. En esa ocasión, mi amiga vio que pasaba un policía alto, azul claro, de gran bigote, y lo alertó. El gendarme se acercó a nosotros y sin mediar palabra agarró del cuello a un niño —tendría 11 o 12 años—, lo levantó en peso y le dio un puñetazo en la cara que lo tumbó de espaldas. El enjambre se disolvió.
Este tratamiento policial a un niño sería impensable en un país avanzado. Desde esta perspectiva, es normal que algunos menores no acompañados marroquíes produzcan problemas en España: la policía española les parece un ejército de botones de hotel, como recuerda Ayaan Hirsi Ali en 'Presa'. Aquí, esos pobres púberes o adolescentes viven en centros públicos donde se intenta restaurar lo que se pueda. Y esto es clave para entender los problemas de los 'menas': es importante recordar de dónde vienen algunos. Vox quisiera darles el mismo tratamiento que la policía marroquí, o enviárselos de vuelta. Pero no somos como ellos.
Tratarlos como seres humanos nos engrandece, pero tratarlos como escoria es una ventaja táctica para Marruecos. No me sorprende que Mohamed VI los utilice como munición y nos los dispare a la frontera de Ceuta en una deprimente oleada, que ahora se enriquece con los subsaharianos a los que también tratan como basura a su paso por el reino alauí. La mera idea de que un país trate así a sus hijos es demencial. Aunque no lleven armas, en la mente de Mohamed VI son niños soldado. Peones sin valor, sacrificables.
Ni invasión ni crisis humanitaria
Hay dos formas de enfocar las noticias de Ceuta: a) España recibe una gran presión migratoria repentina, b) miles de personas huyen de Marruecos a la desesperada aprovechando una pequeña ventana abierta por la policía fronteriza marroquí. Las dos son ciertas, pero desembocan en relatos políticos irreconciliables. En Vox hablan de invasión y en la izquierda no se mueven de la crisis humanitaria.
No es una cosa ni la otra. Lo que llaman invasión es un chantaje: Mohamed VI está utilizando la desesperación de su propio pueblo, cuyo bienestar es responsabilidad suya, para que nuestros dirigentes políticos le chupen las babuchas. La prueba: le ha bastado recibir 30 millones de euros para cerrar la frontera. Respecto a lo que llaman crisis humanitaria, tampoco es que haya empezado hoy, viene de muy lejos en Marruecos, y por tanto es el resultado de una situación de desigualdad crónica y no una crisis puntual. Los que vienen repentinamente están cocidos en la miseria a fuego lento. Visitad Castillejos, pasead por el Rif. Se ven cosas alucinantes. Así que esto no es una crisis humanitaria, sino una crisis migratoria provocada, preparada. Mohamed VI usa la pobreza de algunas zonas de su país contra nosotros. Es increíble.
Cualquier gobernante digno vería la huida de miles de compatriotas suyos a nado como una mala noticia para su país. De hecho, hay tiranías que colocan a sus guardias fronterizos apuntando los fusiles hacia adentro, para que nadie escape. No es el caso de Mohamed VI, para quien la miseria de su pueblo ofrece una ventaja negociadora. Pero miremos esta extraña estrategia: es como si España estuviera dispuesta de llenar Bélgica de españoles miserables en respuesta al tratamiento que se da allí a Puigdemont. Es algo que no cabe en la cabeza de un país desarrollado y atado por los derechos humanos. Es como jugar al ajedrez con alguien que mueve todos sus peones como si fueran damas. Nuestro adversario incumple las reglas más elementales.
Paréntesis: tampoco es que seamos aquí campeones en derechos humanos. De los que se quedan en suelo español, muchos están condenados a vivir una pobreza diferente, entre la opulencia. A recoger chatarra, a dormir al raso, a pedir en la puerta del Ametller. Poco se habla de los negros convertidos en mendigos tras el homérico viaje. Poco se habla de lo inmaduro que es el discurso de la acogida total cuando, en realidad, no hay la más mínima voluntad de hacer algo con estas personas. La izquierda debería empezar a plantear la inmigración ilegal como un problema, porque lo es. Abandonar ese discurso propagandista que se agota en el momento de cruzar la frontera. Afrontar con valentía el gueto y la miseria. Cierro paréntesis.
Sigamos con Marruecos. Tenemos ahí abajo un vecino chantajeador que viene a pedirte sal y, si no se la das, te manda a sus 40 hijos pequeños, a los que no quiere, a cenar a casa. Dado que Mohamed VI mantiene a raya el yihadismo, es un importante aliado de Washington, que sabe que una primavera marroquí supondría seguramente un nuevo foco de fundamentalismo en la región. De ahí su chulería y su falta de complejos. Pero España y Europa tienen más fuerza de la que creen. Marruecos debe ser tratado con más dureza. Lo necesitamos como aliado, no como abusón. Me niego a creer que no haya más opciones que esta adulación blanda y acobardada.
Veamos la imagen de conjunto: Ceuta se llenó en una sola noche de personas que trataban de escapar de su país. Se vivieron escenas tan espeluznantes que nuestro ejército parecía impotente, no por la violencia de una invasión militar, sino por la urgencia de atender a tanta gente desesperada. Este es el dilema al que nos somete hoy la tiranía alauí, dueña de esa granja de miseria, y volverá a hacerlo pasado mañana. Pero empecemos otra vez por el principio: nuestro problema táctico es que los derechos humanos pesan algo más a este lado del mar. Es un lastre negociador del que no deberíamos desprendernos. La propuesta de Vox es que nos parezcamos más a Marruecos. Que seamos más brutales.
Un país sin verdadera moral es un país sin dilemas morales. Puede parecer una ventaja en un momento de tensión, pero miremos otra vez la imagen desde lo alto: al final, cuando eres así, mucha gente se te escapa, a nado, si es necesario. ¡Bonita ventaja la tuya, Mohamed!
Ciertos países en los que mucha gente vive mal tienen hoy día el privilegio paradójico de usar esta pobreza para chantajear a sus vecinos con oleadas migratorias. Es un arma tan abyecta como fenomenal en estos tiempos de crisis. Así, Marruecos, nación que mantiene en la miseria sin perspectivas a una parte de su pueblo, sobre todo en el norte rifeño, utiliza esa miseria para lanzarnos compatriotas suyos, muchos de ellos menores, a nado como represalia por el tratamiento médico español al líder del Frente Polisario y la postura del Gobierno ante la autodeterminación saharaui.
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