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'Olonanismo': matemáticas con perspectiva de porno
Macarena Olona fingió escándalo en el debate de Canal Sur con un manual escolar y denunció presuntos consejos onanistas. Cada populismo elige sus objetos de alarma
Macarena Olona mostró en el debate de Canal Sur de las elecciones en Andalucía, fingiendo escándalo (“léalo usted —le pidió a Moreno Bonilla—, a mí me da pudor”), un manual escolar, o eso dijo ella. Le asqueaban las guarradas que allí había encontrado su equipo de campaña, que no sale de los parámetros de la batalla cultural ni para coger una rotonda en Dos Hermanas. Denunció presuntos consejos onanistas y con esto nació el 'olonanismo', según leo a los cachondos del 'Diario de Sevilla'.
Lo cierto es que no tenía en las manos, como ella dijo, un manual escolar de la Junta, sino una guía folleto impresa por el Ayuntamiento de Sevilla en el marco de una colección para niños sobre higiene, hábitos saludables, autoestima, psicología, alimentación, seguridad y prevención de accidentes y, también, ¡oh, cielos!, educación afectivo-sexual. Así que, para desgracia de los pubescentes, nada de monográfico 'pajífero'.
De la guía que mostró ella, y que se puede consultar aquí, la masturbación ocupa una línea. Lo más ofensivo que vais a encontrar —a no ser que os ofenda cualquier mención a la existencia de la homosexualidad, como pasa en Irán— son los dibujos, que exhiben sin pudor esa cutrez insoportable de las cosas hechas sin gana y con subvención. El resto de guías del Ayuntamiento de Sevilla no hablan de sexo, pero son igual de feas. ¡Señores de la educación higiénica, por favor, preocúpense un poco de la educación estética y el cultivo del buen gusto de la infancia!
Sobre la necesidad o no de hablar de sexo a niños del último ciclo de Primaria, dicen los estudios que se inician en el porno desde los nueve o 10 años. No es que a los nueve años vayan todos ya como pollos sin cabeza, sino que basta que uno descubra que la tapa de la alcantarilla se abre con un palo para que vayan todos detrás. A la edad para la que está diseñado ese folleto, muchos saben de pajas el equivalente a tres doctorados. Y pocos tienen algo más que una noción intuitiva de la sexualidad.
Grave problema, siempre, el de la educación sexual. Muchas familias lo van postergando por una mezcla de pudor y la ilusión de que sus niños siguen siendo niños, cuando en realidad se han convertido en pollos hormonados de corral. ¿Cómo debería afrontarse la educación sexual en un mundo como este? Desde luego, no se puede hacer sin mencionar el asunto masturbatorio. Aunque dudo mucho que un folleto como ese sirva para más que echarse unas risas histéricas en clase cada vez que aparece una palabra como 'glande', 'vulva' o 'placer'.
La mojigata hipérbole de Olona, que llegó a mencionar a los pederastas de los parques al más puro estilo “¿pero es que nadie va a pensar en los niños?” de 'Los Simpson', podría hacernos pensar que esa señora teme que los padres andaluces pregunten a sus hijos qué tal les ha ido en clase y ellos respondan que en biología les han enseñado a hacerse pajas, en sociales a odiar lamer clítoris y en matemáticas lo de los tríos y las orgías. Pero todo ese escándalo es fingido.
Olona quiere que los andaluces teman la depravación moral en la escuela por el mismo motivo que Irene Montero desea que las mujeres tengan miedo de los hombres y Junqueras que los catalanes se alarmen por la desaparición inminente de su idioma. Cada populismo elige sus objetos de alarma, sus frentes de batalla cultural, sus estrategias para promover el pánico, sus enemigos mortíferos, y nos ofrece su escudo como único baluarte para protegernos, a cambio de un voto.
Se les cazan las mentiras con sencillez (para encontrar el folleto del Ayuntamiento de Sevilla me bastó una búsqueda en Google), pero a grandes rasgos les funciona, porque la gente no sabe usar Google para desmontar sus propios dogmas. Lo que hacen es elegir un tema trascendente, convertirlo en su monotema y alimentar la alarma a base de vulgaridades. Pues bien: si ese folleto municipal fue lo más escandaloso que el equipo de Olona pudo encontrar para un debate tan importante de cara a las andaluzas, entonces los padres pueden estar tranquilos. O no: revisen lo que miran sus hijos en internet.
Yo no discuto que los enfoques de la ley Celaá son mediocrizantes, además de ideológicos. La bobada de meter formación del espíritu nacional-feminista hasta en las matemáticas causa sonrojo, pero en realidad esta ley no hace más que continuar el largo camino, emprendido por la clase política al completo, que tiene como fin que solo algunos niños ricos se formen en contenido mientras los pobres, en la escuela pública, se centran en el cultivo de la banalidad y las aptitudes.
El atentado contra la inclusión de los pobres en la excelencia en que han convertido la educación pública es mucho más importante que un quítame allá esas pajas. Pero Olona, como el resto, necesita que los votantes del futuro sean cada vez más estúpidos, acríticos e incapaces de leer el papel que se les pone delante.
Macarena Olona mostró en el debate de Canal Sur de las elecciones en Andalucía, fingiendo escándalo (“léalo usted —le pidió a Moreno Bonilla—, a mí me da pudor”), un manual escolar, o eso dijo ella. Le asqueaban las guarradas que allí había encontrado su equipo de campaña, que no sale de los parámetros de la batalla cultural ni para coger una rotonda en Dos Hermanas. Denunció presuntos consejos onanistas y con esto nació el 'olonanismo', según leo a los cachondos del 'Diario de Sevilla'.
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