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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Haber nacido española, doña Marine Le Pen

Aquí no la habrían condenado a usted, y de ocurrir, porque los jueces son unos liantes, estaría indultada al día siguiente a cambio de apoyar un decreto o dos

Foto: La líder ultraderechista francesa Marine Le Pen. (EFE/EPA/Thomas Samson)
La líder ultraderechista francesa Marine Le Pen. (EFE/EPA/Thomas Samson)
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Señora Marine Le Pen, sabemos que ha sido usted condenada e inhabilitada por un tribunal francés. Es una lástima. Durante cinco años, el pueblo no la podrá elegir como primera presidenta de la historia de Francia. Ha sido un poco por el poso patriarcal de la judicatura que aquí tenemos bien estudiado y por algo más importante: los jueces y las élites burocráticas la odian, porque es amada por el pueblo, así que la arrancan del lugar que le corresponde por una zarandaja de dinero que no es más que la excusa.

Que si fondos europeos, que si malversación… En España dimos un paso de gigante cuando eliminamos la malversación si no hay enriquecimiento personal. Lo hicimos para adecuarnos a Europa, entendiendo “Europa” como lo que le sale del sufragio a nuestro Amado Líder, y a sus amigos populistas. Aquí no la habrían condenado a usted, y de ocurrir, porque los jueces son unos liantes, estaría indultada al día siguiente a cambio de apoyar un decreto o dos.

No lo tome a mal, pero lo que le pasa a usted es culpa de los franceses: si no hubieran usado la guillotina y publicado esas enciclopedias, otro gallo cantaría. Tendrían que haber optado ustedes, como nosotros, por el absolutismo. Se ve que nos quedamos con los borbones buenos.

Así que baje ya de su pedestal de chauvinismo franchute, deje de mirar por encima del hombro y los Pirineos, olvide Hungría y Moscú y mire aquí, a su soleado resort vacacional. Lo que conviene a su populismo son unos años de sanchismo. Dejan las instituciones mondas y lirondas como mueble que conoció paño de Pronto. Un poco de sanchismo y nada se interpondrá entre el poder y su ambición.

Foto: La líder ultraderechista francesa, Marine Le Pen. (Reuters/Abdul Saboor) Opinión
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Jueces, ya. Aquí también los sufrimos, señora. El movimiento internacional de represión de la democracia es tenaz y meticuloso. Tenemos imputada a Begoña Gómez, José Luis Ábalos (Parera), el hermano de Sánchez y el fiscal general del Estado. Hacemos lo posible cubriendo de infamias a esos togados fascistas, publicamos bulos sobre sus DNI, pero en todo caso estamos tranquilos, porque si hay una condena puede haber un indulto, y si hay imputación, una amnistía. Será por democracia.

Usted ha sufrido el castigo que aquí padecieron los andaluces del PSOE, los catalanes del procés, la buena gente de Batasuna e Isa Serra. Pero no hay condena que soporte el pollazo de la democracia popular, así de claro. Como nuestro Amado Líder da a entender, el obstáculo para la democracia es la separación de poderes. Pero aquí no toleramos esa intromisión en el derecho de los líderes a mandar.

Foto: La líder ultraderechista francesa Marine Le Pen, durante su entrevista en TF1. (Reuters/Thomas Samson) Opinión

Aparquemos la ideología, como ha sabido hacer la extrema izquierda francesa al apoyarla, porque el lawfare amenaza a todo populista y es la mayor amenaza contra el pueblo. Democracia entendida, claro, como impunidad para los electos. Así que liberémonos de esa antigualla judicial que impide que la voz soberana fluya a través de las mejores personas.

¿Cómo hacerlo? Por pasos. Lo primero es deteriorar el prestigio de la judicatura. Machistas con toga, prevaricadores, tiranos, golpistas: pueden decir ustedes lo primero que se les ocurra, que su gente aplaudirá a rabiar. Mientras tanto, en la sombra, deben elegir ustedes mismos a la cúpula judicial, y colocar en las estructuras judicales y suprajudiciales a sus ministros y amigos.

El mandato de las urnas no puede expresarse en libertad si otro poder, compuesto por una élite a la que nadie votó, utiliza los resortes a su alcance para decapitar partidos. La única solución es sustituir a los jueces por políticos, porque nadie se decapita a sí mismo.

Foto: Marine Le Pen abandona la sede del partido el día del veredicto del juicio. (Reuters/Abdul Saboor)

Separación de poderes es la que no molesta. Cada uno en su casa, y el líder en la de todos. La pregunta ya no puede ser ¿de quién depende?, sino ¿quiénes son? Y una respuesta contundente y diáfana llevará la democracia popular hasta el último rincón de su sistema.

Dejemos de lado patrias e ideologías, señora Le Pen. Olvidemos izquierda y derecha, porque el populismo, se apellide Sánchez o Trump, tiene un enemigo común. El pueblo sería mucho más feliz sin jueces.

Señora Marine Le Pen, sabemos que ha sido usted condenada e inhabilitada por un tribunal francés. Es una lástima. Durante cinco años, el pueblo no la podrá elegir como primera presidenta de la historia de Francia. Ha sido un poco por el poso patriarcal de la judicatura que aquí tenemos bien estudiado y por algo más importante: los jueces y las élites burocráticas la odian, porque es amada por el pueblo, así que la arrancan del lugar que le corresponde por una zarandaja de dinero que no es más que la excusa.

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