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Cómo ser un intelectual honesto (aunque nadie te haga caso)
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Ramón González Férriz

El erizo y el zorro

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Cómo ser un intelectual honesto (aunque nadie te haga caso)

George Orwell publicó 'El escritor y la política' y 'La corrupción del lenguaje', dos ensayos donde todo lo que dice sobre el lado más oscuro de la política y de quienes escriben sobre ella sigue siendo cierto

Foto: Mucho más que Orwell. (NSA/Prism)
Mucho más que Orwell. (NSA/Prism)

Durante el último mes, los intelectuales españoles han tenido un protagonismo poco habitual en los medios. Se ha celebrado el centenario del nacimiento del más influyente en Europa, Jorge Semprún. Se ha jubilado, tras más de 60 años en activo, el más influyente en Iberoamérica, Mario Vargas Llosa. Y Javier Cercas anunció, en un artículo que generó una reacción inusitada, que retiraba su apoyo al PSOE y se distanciaba de la política de partidos.

Los tres han escrito libros brillantes. Los tres han utilizado la prensa para influir en la sociedad. Y los tres han cambiado de opinión públicamente: los dos primeros abandonaron el comunismo; el tercero, en circunstancias mucho menos trágicas, el socialismo. Ha sido interesante ver que se les prestaba atención de nuevo, porque la figura del intelectual está en declive y, seguramente, no tardará en desaparecer. Mucha gente ya no entiende por qué en nuestro mundo hipertecnológico, y de conocimientos especializados, los novelistas deberían seguir siendo guías morales. Y, además, ¿acaso los intelectuales no se equivocan tanto como los demás en cuestiones políticas, pero lo hacen con más arrogancia?

placeholder 'El escritor y la política', de George Orwell.
'El escritor y la política', de George Orwell.

Para aclararme un poco, me he pasado el fin de semana releyendo al intelectual que los tres han reconocido como uno de sus maestros: George Orwell. He recurrido a dos brillantes antologías que ha publicado recientemente la editorial Página Indómita. Una, titulada El escritor y la política, recoge varios artículos suyos sobre la figura del intelectual. La otra, La corrupción del lenguaje, incluye varios ensayos sobre el papel de la propaganda y la mentira en la política. Se trata de dos pequeñas obras maestras que están ancladas, inevitablemente, en los años en los que escribió George Orwell, sobre todo las décadas de 1930 y 1940, dominadas por la lucha entre el comunismo y el fascismo, la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial y el miedo constante a que el mundo se encaminara hacia el totalitarismo. Pero ochenta años más tarde tienen aún toda la vigencia. La buena noticia es que nuestro presente es menos aterrador que el de Orwell. La mala es que todo lo que dice sobre el lado más oscuro de la política y de quienes escriben sobre ella sigue siendo cierto.

Izquierda contra el comunismo

A diferencia de Semprún, Vargas Llosa y Cercas, Orwell no tuvo mucho éxito en vida. La mayor parte del poco dinero que ganaba lo conseguía escribiendo artículos en la prensa. Y se metía constantemente en líos, sobre todo porque, aunque había simpatizado con el comunismo, consideraba que la Unión Soviética era un experimento horrible y que los comunistas que lo defendían se habían vuelto muy deshonestos. Esa idea, la de la deshonestidad, recorre casi todos los artículos de los dos libros, que se pueden leer como un manual para quien desea escribir sobre política. “Lo primero que le pedimos a un escritor es que no mienta, que diga lo que realmente piensa, lo que realmente siente. Lo peor que podemos decir sobre una obra de arte es que no es sincera”, dice. Pero en cuanto un escritor decide inmiscuirse en la política, y especialmente en tiempos de polarización, eso se vuelve particularmente difícil.

"Aceptar la responsabilidad política significa someterse a ortodoxias y 'líneas de partido' con toda la deshonestidad que ello implica"

“El intelectual contemporáneo vive y escribe con temor constante, no a la opinión pública en el sentido más amplio, sino a la opinión manifiesta dentro de su propio grupo”, dice. Porque se espera de él no solo que tenga una opinión política, o que sea favorable a un partido, sino que se someta completamente a este. “Desafortunadamente, aceptar la responsabilidad política significa en nuestro tiempo someterse a ortodoxias y líneas de partido con toda la pusilanimidad y la deshonestidad que ello implica”. Y ello requiere asumir el lenguaje y los razonamientos —lo que hoy llamaríamos “el argumentario”— que dictan esos partidos, de tal modo que, al final, todos los intelectuales mediocres de un bando acaban escribiendo exactamente las mismas cosas con las mismas palabras. Para Orwell, quien opina sobre política “debe hacerlo como individuo, con independencia, a lo sumo como un guerrillero recibido con desagrado en el flanco de un ejército regular”. Y debe evitar otro de los vicios de las épocas políticamente convulsas. En tiempos de “partidismo y no de distanciamiento”, dice Orwell, “casi todo el mundo parece pensar que el oponente no merece ser escuchado con justicia, o que la verdad objetiva no importa cuando ignorarla te permite anotarte un tanto en el debate”.

Obviedades difíciles

Todo esto pueden parecer obviedades. Pero no es tan fácil cumplirlas. Orwell advierte de que en su época solía acarrear la pérdida de la mitad de los ingresos. Ahora quizá la situación no sea tan extrema. Pero supone alguna que otra dificultad. Aún hoy, como dice Orwell, los tuyos te juzgan constantemente por no ser suficientemente fiel al grupo. Los otros te consideran un enemigo. Pero si no eres claramente afín a un bando, el público en general no sabe dónde ubicarte y, muchas veces, te considera un tibio.

placeholder 'La corrupción del lenguaje', de George Orwell.
'La corrupción del lenguaje', de George Orwell.

Semprún, Vargas Llosa y Cercas han sido, o son, cualquier cosa menos tibios. Los tres tuvieron la valentía, en contextos muy distintos, de cambiar de opinión, como hizo el propio Orwell. Sin embargo, en poco tiempo apenas quedará rastro de su influencia, más allá de aniversarios o fechas señaladas. Si, a pesar de ello, alguien tuviera la mala idea de pretender convertirse en intelectual, nada mejor que leer estos dos libritos de Orwell: el nivel de exigencia que pone a los escritores es tan elevado que casi ningún aspirante será capaz de cumplirlo. Y seguramente ya nadie escuchará a los intelectuales en el futuro. Pero no hay una guía mejor y más inspiradora, aún, que Orwell.

Durante el último mes, los intelectuales españoles han tenido un protagonismo poco habitual en los medios. Se ha celebrado el centenario del nacimiento del más influyente en Europa, Jorge Semprún. Se ha jubilado, tras más de 60 años en activo, el más influyente en Iberoamérica, Mario Vargas Llosa. Y Javier Cercas anunció, en un artículo que generó una reacción inusitada, que retiraba su apoyo al PSOE y se distanciaba de la política de partidos.

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