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Javier Cercas y la "disonancia cognitiva" sobre Pedro Sánchez
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Ignacio Varela

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Javier Cercas y la "disonancia cognitiva" sobre Pedro Sánchez

Llama la atención el tránsito de la apología preelectoral de julio al rechazo indignado de diciembre, especialmente viniendo de alguien que ha acreditado disponer de convicciones firmes y un alto grado de información política

Foto: El escritor Javier Cercas. (EFE/Sergio Pérez)
El escritor Javier Cercas. (EFE/Sergio Pérez)
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Todos tenemos una aristocracia de referencia que no está hecha de príncipes y duquesas, sino de aquellos personajes públicos a los que admiramos y respetamos.

Sin haber tenido ocasión de tratarlo, admiro a Javier Cercas como el escritor excelente que es y lo respeto por su actitud cívica —que es algo que trasciende las opiniones políticas o las opciones de voto, aunque también en eso he coincidido con él más veces que discrepado—. Cercas es para mí un literato brillante, un intelectual comprometido y honesto y un ciudadano honorable. Es necesario este preludio para dejar claro que nada más lejos de mi propósito que lanzar un ataque contra él.

Sucede simplemente que tengo delante tres textos políticos firmados por Cercas y publicados en El País en un intervalo de 22 semanas. El primero apareció el 20 de julio y se tituló “Por qué pienso votar a Pedro Sánchez”. Subrayo, porque Cercas cuida sus textos y mide sus palabras, que no se refiere en el título a votar al PSOE, sino específicamente a Pedro Sánchez.

El segundo, intermedio en la saga, corresponde al 13 de septiembre y lo encabezó con una frase rotunda: “No habrá amnistía”. No era una profecía, sino un acto de fe. “Me niego a creer que el presidente Sánchez vaya a cometer semejante desatino”, afirmaba el autor.

Foto: El escritor Javier Cercas. (EFE/Marta Pérez) Opinión
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El tercero, que cierra la serie por ahora, es del 20 de diciembre, y se titula “Un llamamiento a la rebelión”. En él, Cercas explica, con la misma contundencia que en los dos anteriores, por qué no volverá a votar a Sánchez (“de ahora en adelante, votaré en blanco”), y extiende su impugnación a toda la clase política española: “Cínica, irresponsable y envenenada por el poder, que no trabaja para unirnos, sino para separarnos, que considera el engaño un instrumento legítimo y pueril la mínima exigencia ética”. Como todo el artículo se refiere concretamente a la actuación de Sánchez, lo de la clase política parece más bien un regate final que elude poner nombre al real destinatario del mensaje (al que, efectivamente, el retrato le ajusta como un guante).

Doy por hecho que no hay nada espurio en esos textos y que todos ellos fueron redactados con igual convicción sincera. Precisamente por ello, llama la atención el tránsito de la apología preelectoral de julio al rechazo indignado de diciembre, especialmente viniendo de alguien que ha acreditado disponer de convicciones firmes, buen criterio y un alto grado de información política.

Foto: El escritor Javier Cercas. (EFE/Javier Cebollada)

No se trata de hablar en particular sobre Javier Cercas. Él decidió libremente hacer públicas su decisión de voto y su contrición posterior. Dada la notoriedad del personaje, sus artículos me sirven como pretexto para identificar una categoría de personas, igualmente sinceras, sensatas y bien informadas, cuya línea de pensamiento es muy similar, aunque no todas dan el paso de admitir que quizá pesó más en ellas el deseo que la realidad.

Estoy rodeado de gente que habría firmado el artículo inicial de Cercas en julio y el intermedio de septiembre; y que, lo admita o no, hoy se reconoce también en el de diciembre. Que, en su momento, habría considerado difamatorio que alguien sugiriera que Sánchez gobernaría con el apoyo de todo el bloque destituyente del Parlamento, que modificaría el Código Penal a la conveniencia de sus aliados independentistas, que sembraría las instituciones de nombramientos teñidos de nepotismo, que convertiría el Partido Socialista en un organismo inerte sometido a su voluntad despótica y el cisma nacional en el principio rector de su estrategia política. Personas ilustradas que jamás dudaron de que la amnistía era imposible por radicalmente inconstitucional, como el propio presidente y sus ministros afirmaban cargados de razón. Y que han ido metabolizando todos esos pasos a medida que se producían.

Cada humanoide tiene el “umbral del dolor” del que habla Rubén Amón en un lugar que ni él mismo sospecha. Ese es precisamente el juego de Sánchez, amparado siempre en la mística de una sigla que atenaza emocionalmente como si en lugar de un partido político fuera una iglesia. Se ve que Javier Cercas ha necesitado cinco años y seis meses para sentir rebasado el umbral tolerable de su dolor; otros necesitarán más tiempo y algunos lo soportarán hasta el final, vean lo que vean y se haga lo que se haga.

Foto: Pedro Sánchez, durante un acto del PSOE en Galicia este sábado. (Europa Press) Opinión
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Uno lee con atención el memorial de agravios que ha conducido al escritor a declararse insumiso y encuentra que todos ellos estaban ya presentes en la realidad española el 20 de julio y habrían cabido perfectamente en un artículo escrito entonces. Voy citando algunos párrafos llamativos:

Sánchez "ha hecho justo después de unas elecciones lo que siempre dijo que nunca haría". Qué sorpresa: como en 2016 y en 2019, como siempre.

“Se ha pactado la continuidad del Gobierno con un prófugo de la Justicia a cambio de impunidad de este”. Claro, y antes con unos reos de la Justicia que habían cometido los mismos delitos. Y también con los albaceas testamentarios de ETA, lo que, en términos de ética cívica, me parece mucho más grave que lo de Puigdemont.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Fernando Villar)

“Se ha intentado disfrazar de concordia el aumento exponencial de la discordia”. ¿Desde cuándo? Pongan la fecha que quieran, siempre que sea muy anterior al 23 de julio de 2023.

“El PSOE ha acatado en un pacto las trolas completas acuñadas por un partido reaccionario, supremacista y xenófobo”. ¿Se refiere a ERC, o quizás al PNV o a Bildu? Porque, a mi parecer, cualquiera de ellos responde a esa definición.

“He visto que contra la derecha todo está permitido, que quien protesta se convierte en agente del PP y que, para no parecerlo, se aplauden o se ignoran desmanes que provocarían una ira justísima si los hubiera perpetrado la derecha”. Tan justa como el asombro que produce al lector que alguien descubra tal cosa a estas alturas de la película. Es como salir a la calle y quedarse pasmado porque los semáforos cambian de color cada dos o tres minutos.

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¿Qué ha cambiado entre julio y diciembre? ¿Que Sánchez ha incorporado a Puigdemont al pelotón de sus aliados que se declaran enemigos de la Constitución? Menuda novedad: desde que se convocaron las elecciones, toda España sabía que, si las urnas le abrían la ocasión, Sánchez pactaría con quien fuera necesario para permanecer en el poder y que, llegado el caso, Puigdemont sería necesario, con todo lo que ello implicaría.

De hecho, el propio Sánchez, que antes transitó las estaciones del “nunca gobernaré con Podemos”, “nunca pactaré con los independentistas”, “nunca pactaré con Bildu” y “nunca aceptaré la amnistía porque está fuera de la Constitución”, se abstuvo durante la última campaña electoral de prometer que no pactaría con Puigdemont. Lógico, había hecho números y negociaba con él desde el mes de marzo.

Todo el mundo tiene derecho a hacer lo que le dé la gana con su voto y de hacerlo por los motivos que le resulten más convincentes o tranquilizadores; y por supuesto, de exponerlo públicamente. Es más, creo que es una práctica saludable. Pero si son personas atentas y bien informadas, lo único que no reconozco tratándose de Pedro Sánchez es el derecho a la sorpresa.

Me intriga qué clase de disonancia cognitiva afecta a tantas otras personas a las que admiro y no son indigentes, sin papeles ni analfabetos

Concluye Javier Cercas su texto de llamada a la rebelión hablando de quienes optan por “fingir que la realidad no es la que es y que no sabemos lo que sabemos”. Llama a eso “disonancia cognitiva”, y añade: “No tengo nada que reprochar a quienes opten por ello, siempre y cuando no sean indigentes, sin papeles o analfabetos”.

Como obviamente él no es ninguna de esas tres cosas, ha tenido la sinceridad y el valor de admitir, quizá con algún retraso, que la realidad es la que es y que sabemos lo que sabemos. Lo que me intriga es qué clase de disonancia cognitiva afecta aún en esta materia a tantas otras personas a las que respeto y admiro y me consta que no son indigentes, sin papeles ni analfabetos.

Todos tenemos una aristocracia de referencia que no está hecha de príncipes y duquesas, sino de aquellos personajes públicos a los que admiramos y respetamos.

Javier Cercas Pedro Sánchez
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