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Sánchez y las vibraciones
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Alberto Olmos

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Sánchez y las vibraciones

Donde la demoscopia falla, siempre puedes contar con el pálpito y la corazonada

Foto: Gandalf impide el paso del Balrog de Morgoth: "¡No puedes pasar!". (Prime Video)
Gandalf impide el paso del Balrog de Morgoth: "¡No puedes pasar!". (Prime Video)

Después de las encuestas, vinieron las vibraciones. Las encuestas no son una ciencia exacta, pero las vibraciones sí, el terraplanismo de la demoscopia. Sánchez votó diciendo que tenía "buenas vibraciones", y ya durante la última semana mucha gente en Twitter había compartido su propia certeza científica, el vibe, el runrún, la cosa ambiental, que les parecía socialista y de mucho Sánchez. Algunos "olían" a remontada, porque la vibración tiene una dimensión odorífera exclusivamente metafórica. ¿Cómo semantizar un pálpito? Se huele, se percibe, te lo dice el corazón y un poco el autoengaño. Son flores. Al final todo vibra, por lo que sólo tienes razón de pura casualidad.

Hace casi dos meses, Sánchez no vibraba. Yo mismo presentía "una masacre" conservadora en las urnas el 23 de julio. La vi en los posos de café del bar donde voy, en la forma de las nubes y en extrañas combinaciones de números en el Día: los precios altísimos y con muchos nueves. No es broma: estas percepciones alucinadas son así; si no, no serían "vibraciones", sino un gráfico de Kiko Llaneras.

Foto: Una mesa electoral, en Madrid. (EFE/J.P. Gandul)
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Pero, del mismo modo, diez días antes de los comicios noté que el entusiasmo contrario a Sánchez amainaba, y tuve ciertamente el presentimiento de que quizá su buena suerte iba a perdurar. No lo escribí para no llevarme la contraria a mí mismo. De nuevo, eran fogonazos, palabras escuchadas en la calle, un cierto amodorramiento vacacional. Era como si el perdón se instalara en las calles, como si la propia campaña electoral, donde no se toman decisiones políticas, sirviera para enfriar el malestar encendido por todas las decisiones políticas. Al final se estaba a gusto en campaña, sin subidas de impuestos ni ministerio de Igualdad. Pedro Sánchez no era tan mal presidente mientras el parlamento estuviera disuelto. Todo se olvida y se perdona y tampoco hay que hacerse mala sangre con una papeleta. A la gente ya ni le apetecía votar enfadada. Le apetecía no estar enfadada.

placeholder Esta ha sido una campaña de ritmo caribeño estival. (EFE/Jorge Zapata)
Esta ha sido una campaña de ritmo caribeño estival. (EFE/Jorge Zapata)

"Ni con más de 40 años de periodismo sobre las espaldas se atina a auscultar las palpitaciones de la sociedad española", ha escrito aquí mismo José Antonio Zarzalejos. La sociedad española es toda esa gente a la que no ves nunca, pero que aún así debes tener en cuenta. La sociedad es una estilización de "la gente", la silueta de una fotografía que, en rigor, no puede tomarse de ninguna forma.

Vi gente el domingo, gente rara, de vuelta a casa tras salirme de una proyección de Oppenheimer. Eran las diez de la noche y estaban las terrazas llenas. En ese momento, ya había datos ciertos sobre quién podría ser presidente del país, y yo los iba siguiendo en el móvil mientras caminaba. De vez en cuando, levantaba la cabeza y miraba una a una las mesas atestadas de las terrazas de los bares. Nadie hablaba de elecciones, nadie miraba el móvil; ni siquiera uno miraba el móvil e iba anunciando al resto de la cuadrilla el porcentaje escrutado. Estaba toda esa gente, un domingo, a sus cosas, como cuando es la final de la Champions y no te gusta el fútbol. Mañana te enterarás de quién ha ganado el partido. Una anécdota.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (Reuters/Juan Medina) Opinión

Me sobrecogió esta indiferencia deportiva de miles de madrileños. La política, sin afición, se vuelve casi irrelevante. Se puede vivir perfectamente dando por hecho que alguien gobierna, saca leyes, protagoniza escándalos, y luego está tu vida, que no tiene nada que ver con la actualidad. Es una vida sin vibraciones. O sea, sin margen de error.

Se puede vivir dando por hecho que alguien gobierna, protagoniza escándalos, y luego está tu vida, que no tiene nada que ver con la actualidad

Así, mi vibración de aficionado me dice ahora que habrá un segundo acto del sanchismo con total seguridad. El líder del PSOE conseguirá la investidura, y todo será peor. No recuerdo un segundo mandato de ningún presidente del gobierno de España donde las cosas no fueran peores. Las segundas legislaturas avivan el exceso, el vicio, la autocomplacencia. Ya no impresiona ser presidente, se necesita serlo más que antes, consentirse todo el vértigo dictatorial del poder.

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, y el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, antes del debate cara a cara durante la campaña electoral. (Reuters/Juan Medina File Photo)

Hay gente que cree que la reválida de Sánchez nos ha librado del fascismo, de la vuelta al Medievo y de la censura cultural. Realmente lo único que garantiza un nuevo gobierno de Pedro Sánchez es la desaparición del derecho de huelga. Pase lo que pase, serán cuatro años sin huelgas generales, porque el fascismo es real, pero la inflación, los impuestos a capricho y el desempleo son imaginaciones tuyas. Veremos cosas que ya hemos visto antes, pero con añadidos de esperpento.

Sánchez, llegado el caso, no va a gobernar para ti, aunque le hayas votado. Va a gobernar para su gran vibración personal, que no es otra que conseguir ser presidente más años que Felipe González; o sea, más años que nadie. Puedes seguir paso a paso esta hazaña deportiva llena de saltos mortales y contorsionismo; o puedes, en un momento dado, decidir que ya has visto suficiente y ocupar una mesa en la terraza de la gente que tiene cosas mejores de las que ocuparse que los juegos de manos que hace un señor con tu vida.

Después de las encuestas, vinieron las vibraciones. Las encuestas no son una ciencia exacta, pero las vibraciones sí, el terraplanismo de la demoscopia. Sánchez votó diciendo que tenía "buenas vibraciones", y ya durante la última semana mucha gente en Twitter había compartido su propia certeza científica, el vibe, el runrún, la cosa ambiental, que les parecía socialista y de mucho Sánchez. Algunos "olían" a remontada, porque la vibración tiene una dimensión odorífera exclusivamente metafórica. ¿Cómo semantizar un pálpito? Se huele, se percibe, te lo dice el corazón y un poco el autoengaño. Son flores. Al final todo vibra, por lo que sólo tienes razón de pura casualidad.

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