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El régimen de Rufián: 'bullying' de Estado
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Alberto Olmos

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El régimen de Rufián: 'bullying' de Estado

Si algo garantiza la vigilancia de ERC y Junts sobre el gobierno es el mantenimiento estricto de la desigualdad

Foto: Rufián felicita a Sánchez al término del debate de investidura. (EFE/Javier Lizón)
Rufián felicita a Sánchez al término del debate de investidura. (EFE/Javier Lizón)
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No llegan al medio millón las personas que han dado a Gabriel Rufián muchas ganas de decirnos cómo se gobierna un país. El líder de ERC hace bueno el dibujito aquel de Iván Redondo que trazaba “futuros”, varios, muchos, a cuenta de la fantasmagórica Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia. Por fin sabemos que todos los futuros eran confluyentes en un sólo destino: lo mío. Lo de Rufián.

La frase con más futuro ahora mismo en este país es: “No se la juegue”. La pronunció el líder de ERC en el Congreso de los Diputados durante la sesión de investidura, y su vigencia es inmaculada, total, panóptica. Te estaremos vigilando, Pedro, hoy, mañana y siempre. Te estaremos esperando a la salida del colegio.

Hay que contemplar la intervención de Rufián como lo que es: el primer día de bullying. Cada mañana el niño va a la escuela y otro niño le chulea, le empuja, le roba el piscolabis. Muchas veces el niño acosador es pequeño y debilucho, y el acosado, grande y noblote. Sin embargo, el amendrentamiento es minucioso. El padre o el tío materno, al conocer el incordio, puede decirle al niño acosado, llevado por la desesperación: “¡Si le sacas una cabeza, Pepito, dale dos hostias!”. Pero ni sabiendo que la fuerza física está de su parte, puede el pobre niño zafarse del acoso.

Pedro Sánchez tiene diecisiete veces más votos que Rufián. Pensaba uno en esas diecisiete veces más y miraba al presidente en su escaño, recibiendo semejante humillación televisada, y le entraba una rabia, una impotencia. Ay.

Hazte respetar, que eres el presidente de todo un país, madre mía de mi vida.

placeholder El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, interviene durante el primer día del debate de investidura. (EFE/Kiko Huesca)
El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, interviene durante el primer día del debate de investidura. (EFE/Kiko Huesca)

Lógicamente Pedro Sánchez compensa el bullying como se acostumbra: haciéndoselo a otro. También una niña va al colegio y aguanta cada día que la llamen gorda, como el PP aguanta cada día que el presidente les llame fachas. Dicen por ahí que es momento de que el PP arme un proyecto ilusionante de país, de cara a ganar alguna vez la Moncloa. Esto me parece una estupidez. El PP lo único que tiene que hacer es conseguir que dejen de insultarle. Pero, por lo que sea, viven acomplejados y fascistas reflejos: nos lo dicen, lo seremos. Se han creído que dejarán de llamarles fascistas esforzándose mucho en no parecerlo. También las niñas obesas adelgazan y les siguen llamando gordas. Al cabo, lo que tenía que haber hecho esa niña no es una dieta, sino un plante; decir “no”.

Un hombre rebelde es un hombre que dice no”, sentenció Camus. No se resuelve nada diciendo: “Tal vez”.

La prueba de que España progresa es que el terrorismo de Estado se nos antoja ya inadmisible, no así el bullying de Estado. Todo el mundo humilla a otro, y eso es convivencia.

Con todo, hay que detenerse en la figura fiscal de Gabriel Rufián, un hombre de izquierdas. Él ha cumplido con su deber, generando desigualdad masiva en la península ibérica. Se debe a sus votantes, que son todos catalanes. Ha conseguido buenas prebendas para Cataluña, y quiero creer que por ahí aloja en su corazón un conflicto impresionante. Él sabe que ha hecho más pobres a los niños de Cáceres, de Palencia o de Badajoz. Y sabe que, como líder de izquierdas catalán, su trabajo con Sánchez es hacer todavía más pobres a los niños de Cáceres, de Palencia o de Badajoz. Va a ser la primera generación que viva peor que sus padres porque había que parar el fascismo.

Va a ser la primera generación que viva peor que sus padres porque había que parar el fascismo

Convertir tus votos al PSOE en votos contra tus propios hijos es sólo uno de los milagros oficiados por Rufián. Otro va a ser convertir melones en referéndums de independencia y otro más trocar desahucios en Hacienda propia. Lo de Jesucristo deja de impresionar tanto si releen la frase anterior.

Recuerden que el señor Rufián habló en el Congreso del precio de la fruta, dando cifras para los melones, concretamente. “¿Cómo espera que la gente coma fruta?”, le preguntó a Pedro Sánchez después de iluminarle sobre lo que cuesta un melón. Si hiciera eso mismo ahora, el presidente podría contestarle: “¿Con los 15.000 millones que te he dado, tronco?” Anda que no se pueden comprar melones con 15.000 millones de euros, amigos. Y sandías.

También hubo otro día bonito, humano, terrenal en el que Rufián mostró la fotografía de una familia que la policía acababa de sacar de su casa, aquí en Madrid. Una madre y sus hijos, se veía en la imagen, sentados todos en una acera del barrio.

Convertir tus votos al PSOE en votos contra tus propios hijos es sólo uno de los milagros oficiados por Gabriel Rufián

¿Ustedes creen que Gabriel Rufián puede ahora hacer estas cosas, decirle a Sánchez que está todo muy caro, que hay pobres, que viene el invierno de las facturas de la luz de 250 euros?

No, no puede.

Porque “somos más” (Sánchez dixit) significa: “Somos más los que queremos un gobierno en beneficio propio, y sois menos los que queréis un gobierno en beneficio de todos”.

La función auto-declarada de Gabriel Rufián es que se cumpla estrictamente la desigualdad entre los españoles.

No llegan al medio millón las personas que han dado a Gabriel Rufián muchas ganas de decirnos cómo se gobierna un país. El líder de ERC hace bueno el dibujito aquel de Iván Redondo que trazaba “futuros”, varios, muchos, a cuenta de la fantasmagórica Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia. Por fin sabemos que todos los futuros eran confluyentes en un sólo destino: lo mío. Lo de Rufián.

Gabriel Rufián
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