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¿Quién iría a la guerra por un país llamado España?
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Alberto Olmos

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¿Quién iría a la guerra por un país llamado España?

Spoiler: nadie

Foto: Fotograma de Top Secret! (1984).
Fotograma de Top Secret! (1984).

No me veo yo muchas ganas de ir a la guerra, aprender a pegar tiros, descerrajárselos a otro en la cabeza o en el pecho, ver morir a mi lado partido por la mitad a uno de Cuenca, y que luego Pedro Sánchez me diga que todo es por la Sanidad y la Educación. La posibilidad de una guerra para España no existe, principalmente porque España misma no existe. Si alguien declarara la guerra a España, nadie se daría por aludido. Si el presidente nos metiera en una, nadie tendría muy claro a quién ha metido, si a sus socios o a sus enemigos, ni contra quién vamos. No creo que puedas mandar a la guerra a gente con la que ya estás en guerra, a lo mejor se hacen un lío. La única guerra que puede salirnos bien es una guerra civil. Ahí sí que nos veo entusiasmo.

Suena, ya saben, la hipótesis bélica, está en algunos titulares y declaraciones, y va tomando el aire y el ambiente según acontece la primavera. La guerra es horrible y suena a disparate, ahora que ya tenemos Netflix y una identidad molona. Pero, como escenario, sería para vernos, sinceramente. Yo estoy a favor de la guerra sólo por vernos hacer el ridículo.

Primero, estaría la propaganda. Ya saben que las guerras, las mascarillas y el fascismo necesitan antes que nada de un poco de miedo para volverse verosímiles y naturales. Moncloa movería la campanilla y, súbitamente, coordinadamente, cientos de voces cantarían tanto la inevitabilidad de la guerra como su pertinencia. Bastaría con asegurar que es una guerra ecológica, que el fin del mundo está en juego si no vamos a la guerra. No sobraría alguna justificación relativa a la cuestión de género; yo qué sé, que los coroneles y generales y altos mandos fueran todos mujeres, y si te manda a morir una mujer, tampoco vas a decirle que no. Luego, lógicamente, se subirían los impuestos para hacer la guerra. En España, para hacer cualquier cosa, hay que subir los impuestos.

La guerra contra Rusia, el mundo árabe o unos marcianitos empezaría mal, y luego iría empeorando. Como nos conocemos, los funcionarios y soldados a sueldo del erario público se pondrían enfermos el primer día, mayormente por depresión, y sólo saldrían de su convalecencia cinco minutos antes de que se firmara el armisticio. Si en esa firma hemos ganado la guerra, a lo mejor se ponen buenos diez minutos antes.

La guerra empezaría con 8.000 muertos, todos hombres. El gobierno diría: "Las mujeres son las que más sufren en las guerras"

Así, la guerra la haría usted, su hijo y todos los autónomos de España. Es casi imposible imaginarse una guerra en la que participe España donde no se mande a morir al frente a tres millones de autónomos. Si no es para morir en una guerra por su país, ¿para qué están los autónomos? Seguramente irían, además, encantados; porque todo es un poco lo mismo, ser autónomo, volar por los aires, que te inspeccione Hacienda. La guerra empezaría con 8.000 muertos, todos hombres. El gobierno diría: “Las mujeres son las que más sufren en las guerras”.

Sumar, para marcar carácter frente al gabinete del que forma parte armada, señalaría la alta contaminación que producen los tanques, y pediría tanques eléctricos, y bicicletas. Sería la primera vez que se hace una guerra en bicicleta. Los soldados llevarían un montón de banderas bordadas en el pecho, salvo la de España. Es probable que se mataran entre ellos, en medio de la confusión, por tanto colorín patriótico. Un trans sería el primer trans sargento de infantería, olé ahí. El rancho de los soldados engordaría poquito.

La guerra se perdería, porque a España en guerra le faltaría lo esencial: alguien que crea en el país

En las guerras siempre hay traidores, agoreros, derrotistas y pacifistas. Los pacifistas de la contienda que viene editarían vídeos con todas las veces que el gobierno ha dicho “No a la guerra”, y con toda la tradición progresista contra los ejércitos y las batallas, pues creerían que el gobierno ha pasado tan ricamente de un “no a la guerra” a un “sí a la guerra”. La oposición siempre es idiota. El gobierno de Sánchez no estaría diciendo “Sí a la guerra”, sino “Sí a la Paz”. Ese sería el eslogan: “Sí a la Paz”.

Si queremos la paz, obviamente habrá que acabar la guerra, porque la paz solo es posible después de la guerra, que no lo entendéis. El ministerio de la Paz se encargaría de ganar la guerra. Los enemigos fascistas de ir a la guerra serían enemigos de la Paz. Al final el gobierno tendría razón, porque el idioma es muy complicado.

placeholder El chef José Andrés durante su participación en Gastrónoma 2019, en Valencia. (EFE/Kai Försterling)
El chef José Andrés durante su participación en Gastrónoma 2019, en Valencia. (EFE/Kai Försterling)

José Andrés daría comidas a unos, o a otros, o a todos. José Andrés daría comidas y se haría fotos en el frente. Al final todas las guerras del mundo se hacen para que José Andrés tenga algo que poner en Instagram.

La guerra se perdería, porque a España en guerra le faltaría lo fundamental: alguien que crea en el país. Nadie cree en el país, nadie quiere morir gloriosamente por el otro. Como mucho, se defendería el territorio autonómico contra la invasión enemiga, a Cataluña la defenderían los catalanes, a Murcia, los murcianos, y a Madrid, los madrileños (la mitad). A Extremadura no la defendería nadie y el enemigo pondría trenes rápidos para invadirla en una sola tarde.

A Cataluña la defenderían los catalanes, a Murcia, los murcianos, y a Madrid, los madrileños (la mitad). A Extremadura no la defendería nadie

Yo creo que a la guerra, a una real y desastrosa, se va solamente por los hijos. Con el enemigo a las puertas, los padres oirían en su sangre la llamada atávica de la protección y el sacrificio.

El problema es que en España hay más perros que niños, y los dueños de los perros descubrirían de pronto la diferencia entre tener un perro y tener un hijo: por un perro no te dejas fusilar.

No me veo yo muchas ganas de ir a la guerra, aprender a pegar tiros, descerrajárselos a otro en la cabeza o en el pecho, ver morir a mi lado partido por la mitad a uno de Cuenca, y que luego Pedro Sánchez me diga que todo es por la Sanidad y la Educación. La posibilidad de una guerra para España no existe, principalmente porque España misma no existe. Si alguien declarara la guerra a España, nadie se daría por aludido. Si el presidente nos metiera en una, nadie tendría muy claro a quién ha metido, si a sus socios o a sus enemigos, ni contra quién vamos. No creo que puedas mandar a la guerra a gente con la que ya estás en guerra, a lo mejor se hacen un lío. La única guerra que puede salirnos bien es una guerra civil. Ahí sí que nos veo entusiasmo.

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