Río por no llorar
Por
Sin ellos no hay Juegos Olímpicos: la vida en Río del Ejército de voluntarios
Están presentes en 100 instalaciones, deportivas o no. Desempeñan todo tipo de tareas, desde informar a los espectadores, hasta dar apoyo logístico a los atletas o realizar funciones de control
Cada vez que en Río de Janeiro alguien intenta a acceder a una de las instalaciones olímpicas, es interceptado por un voluntario sonriente que se prodiga en ayudar al espectador o al periodista de turno. Es un ejército 50.000 personas que trabajan durante dos o tres semanas gratuitamente.
Hablan varias lenguas y son fácilmente reconocible por el color de sus camisetas oficiales de Río 2016: amarillas, verdes y rojas. Están presentes en 100 instalaciones olímpicas, deportivas o no. Desempeñan todo tipo de tareas, desde informar a los espectadores, hasta dar apoyo logístico a los atletas o realizar funciones de control. “El sábado nos tocó llevar las cajas con la ropa de los atletas”, cuenta entusiasmada Julia, holandesa de 19 años. Sin ellos, no sería posible sacar adelante los JJ. OO.
Proceden de todos los Estados de Brasil. El 20% son extranjeros de unas 150 nacionalidades diferentes. Entre las países más representados están Reino Unido, Estados Unidos, China, Rusia y Argentina. Hay muchos Estados que sólo tienen a un voluntario en Río de Janeiro, como Islandia, Tanzania, Gabón, Chad, Madagascar, Mali, Samoa, Somalia, Maldivas u Omán.
Sueño hecho realidad
Hay personas de todas las edades, desde los 18 años hasta los 50 y muchos, como Lindoracy, que a sus 52 años ha llegado desde el Estado de Maranhão, en el nordeste de Brasil, para ser una voluntaria más. “El intercambio cultural es riquísimo. Yo me estoy quedando en una casa con otros 29 voluntarios de cinco países diferentes. Es increíble. Estoy aprendiendo muchísimo”, cuenta esta profesora universitaria de Geografía, Matemáticas y Física.
Los que les une es una pasión olímpica desaforada y unas ganas inmensas de vivir los Juegos de Río de Janeiro a tope. “Yo practicaba atletismo. Este deporte me dio mucho. Creo que devolverle algo en unos JJ. OO. es una forma agradecer por todo lo que me brindó”, explica José Manuel, mexicano de 23 años y estudiante de Comunicación.
“Me postulé hace dos años para ser voluntaria porque era mi sueño poder vivir desde dentro los JJ. OO. de Río. He practicado atletismo durante 15 años. Para mí estar aquí en un sueño hecho realidad. Encima como voluntaria me siento útil”, cuenta Alice, italiana de Trento, que a sus 24 años acaba de terminar la carrera de Química y Tecnologías Farmacéuticas. “Amo los JJ. OO. Es la mejor cosa que hay en el mundo. Yo misma hice atletismo, así que para mí es fantástico poder estar presente en las competiciones en el Estadio Olímpico”, destaca Julia.
Este colectivo no recibe ningún tipo de recompensa material, tan solo una ayuda para el transporte. Tienen que pagar de su bolsillo el alojamiento y todos sus gastos. “Solo me sufragan el transporte y la comida en los días que trabajo”, revela Alice.
Información deficiente
Sin embargo, el entusiasmo de estos voluntarios no siempre es proporcional a su sabiduría y profesionalidad. “Hay un exceso de celo. Pueden pararte tres veces antes de que te sientes en el estadio, pero en general resuelven poco”, señala una periodista descontenta con el nivel de los voluntarios.
“Ya he entrado en un estadio y le he preguntado a un voluntario en su lengua: ¿aquí es el yudo? Su respuesta: ‘¡Claro!’. Pero cuando entro me encuentro que hay esgrima”, se queja otro periodista. “Hay otro que fue un crack. Había dos caminos y él sólo tenía que mostrar el correcto a la prensa, pero decidió mandarnos para otro lado. Tuvimos que volver bajo un diluvio universal. Le pregunté para qué nos había mandado al lado opuesto. La respuesta es siempre la misma: no sé”, añade.
“Al principio efectivamente estábamos con una fuerte deficiencia de información, pero estamos trabajando todos los días para mejorar y llegar a un buen nivel de excelencia. El tema es que hay una preparación muy diferente entre todos los voluntarios. Algunos solo hablan un idioma”, cuenta Lindoracy. “Es un poco caótico, pero contamos con la ayuda de muchas personas que hablan inglés y portugués. A medida que pasan los días, las cosas están mejorando”, señala Julia. “Creo que en inevitable que haya un poco de desinformación y desacuerdo entre los voluntarios. Algunos no ha recibido una capacitación. Hay que entender su situación”, destaca José Manuel.
“Yo creo que están haciendo un trabajo excelente”, asegura Anna, una voluntaria alemana de 49 años. Renata, brasileña de Porto Alegre de 37 años, comparte esta opinión. Ella se declara muy satisfecha con el trabajo de los voluntarios. “Son muy solícitos e intentan ayudar como sea. En mi caso, todo ha sido muy positivo. No he tenido problemas con ellos”, asegura Renata.
El transporte
La organización de Río 2016 ha sido muy criticada por la prensa internacional y por muchos espectadores y olímpicos avezados, que no paran de comparar estos Juegos con los de Londres 2012. Para Kevin, voluntario del Reino Unido, el mayor problema en la ‘Cidade Maravilhosa’ es el transporte.
“Yo también fui voluntario en Londres 2012. Creo que Brasil ha hecho un gran trabajo, pero el transporte es muy mejorable. Tampoco ayuda, además, que todas las instalaciones olímpicas estén tan lejos de todo. Sería mucho mejor que todos los estadios y arenas estuviesen en el mismo lugar. En cualquier caso, yo creo que es muy importante que se celebren los primeros JJ. OO. en Sudamérica y Río ha sido una elección perfecta”, sostiene Kevin. “Los JJ. OO. han sido muy buenos para Río. Lo que me llama la atención es que hay muchísima seguridad. El transporte también funciona bien: cojo el metro todos los días, incluso por la noche, y me siento muy segura”, rebate Julia.
En general, estas abejas obreras de la colmena olímpica están encantadas de haber elegido este papel. “La experiencia es muy buena, aunque por momentos es agotadora. Interactuamos con muchas personas, cambiamos a menudo de idioma... Es mucha paliza”, reconoce José Manuel. “Lo mejor de toda esta experiencia son los voluntarios”, remata Lindoracy. “Sin ellos, un evento de estas grandes dimensiones simplemente no podría acontecer”, concluye Renata.
Cada vez que en Río de Janeiro alguien intenta a acceder a una de las instalaciones olímpicas, es interceptado por un voluntario sonriente que se prodiga en ayudar al espectador o al periodista de turno. Es un ejército 50.000 personas que trabajan durante dos o tres semanas gratuitamente.