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Jaime Malet

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El Covid-19 debe ser una oportunidad para España

Los que solo piensen en cómo salvarse del tsunami, sin apuntalar las bases para un mejor futuro, pueden quedar arrasados. El cambio ha llegado y hay que afrontarlo como una oportunidad

Foto: La estatua de Federico García Lorca de la plaza de Santa Ana, en Madrid, ataviada con una mascarilla. (EFE)
La estatua de Federico García Lorca de la plaza de Santa Ana, en Madrid, ataviada con una mascarilla. (EFE)

A estas alturas de la crisis, me confieso incapaz de discernir si las medidas que se están adoptando son las correctas. La dicotomía entre más días de confinamiento para salvar vidas o la apertura de la actividad para evitar la quiebra del sistema supone una grave responsabilidad para los decisores políticos en todo el mundo.

En una crisis sanitaria de esta magnitud, muy pocos han acertado desde el principio. Países tan solventes como Suecia, Japón o el Reino Unido han tenido que cambiar su estrategia a mitad del partido, tomando decisiones drásticas de confinamiento que no creían necesarias. Muchos otros han tenido problemas para abastecer sus sistemas de salud, con fraudes en el suministro internacional de los pocos productos que hoy son bien escaso (mascarillas, respiradores, etc.). Y en general, los sistemas sanitarios del primer mundo se han visto sobrepasados y colapsados. Solo los países que han padecido recientes pandemias —Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán— han actuado eficientemente. Todos los demás han fallado en mayor o menor medida, empezando por la propia OMS.

Por ello, creo que los líderes políticos pasarán a la Historia como buenos o malos gestores no por sus errores durante los primeros meses de la pandemia sino a partir del momento en que sea necesario pensar más a largo plazo. Es decir, a partir de ahora.

Foto: Imagen: Enrique Villarino.

En estos momentos, la mitad de la población mundial se encuentra confinada o semiconfinada en sus casas. Más de 1.000 millones de estudiantes llevan semanas sin ir a sus escuelas o universidades. Nunca antes los gobiernos habían obligado o sugerido a sus ciudadanos quedarse en sus casas y no consumir, e impedido a las empresas producir.

Los datos agregados de la caída de demanda y destrucción de oferta son brutales. Y también sus consecuencias. Por poner un ejemplo, en Estados Unidos el volumen de petición de desempleo se publica cada jueves. Hasta ahora, las dos semanas que habían tenido récord de solicitud de desempleo fueron las de octubre de 1982, con casi 700.000 nuevos desempleados, y la de marzo de 2009, con 665.000. Pues bien, la semana acabada, el jueves 26 de marzo, 3,3 millones de estadounidenses pidieron subsidio de desempleo; la semana siguiente, 6,6 millones, y la subsiguiente, otros 6,7 millones. En total, Estados Unidos ha perdido más de 16 millones de empleos en solo tres semanas.

En cualquiera de los escenarios, hay que pensar en un gran cambio del modelo económico. La pandemia va a acelerar procesos que estaban en marcha y a crear nuevas dinámicas que nadie imaginaba. La globalización va a sufrir una metamorfosis, y pienso que China va a salir parcial y transitoriamente tocada con esta crisis. Los países occidentales se han dado cuenta de repente de que muchos suministros estratégicos, como los que tienen que ver con la salud de sus ciudadanos, se producen en China. No solo mascarillas. El 80% de los principios activos de todos los medicamentos que consumen los estadounidenses se produce en China e India.

Foto: Neil Melvin. (Cedida)

La posición de China como fábrica del mundo va a sufrir un fuerte revés y vamos a ver un proceso rápido de 'onshoring' y una contracción selectiva del proceso de globalización, al menos para todos los productos que puedan considerarse estratégicos. El ejemplo más reciente es el paso dado por Japón, cuyo paquete de medidas de estímulo aprobado la semana pasada incluye una abultada partida para subvencionar todas aquellas compañías japonesas que relocalicen sus fábricas de China a Japón.

Además, China pierde prestigio internacional. Un país en el que de forma recurrente se generan pandemias que nos aterrorizan de esta forma (H2N2, H3N2, H5N1 o gripe aviar, H7N9, SARS, H1N1 y Covid-19) no es un país que pueda aspirar a liderar el mundo. Especialmente cuando sus autoridades esconden esas pandemias a la opinión pública por razones de política internacional (en el caso del Covid-19, las negociaciones comerciales con EEUU influyeron en el ocultamiento de la pandemia durante más de un mes). El proceso de 'onshoring' o 'nearshoring', de producir cerca de los consumidores, cambiando las inercias de las cadenas globales de valor, ya había comenzado antes, pero ahora se acelerará. Asimismo, habrá una contracción en hábitos de consumo, empezando por los de las personas más mayores, que reducirán viajes, gastos y ocio.

Foto: Manifestantes contra el Gobierno chino en Brasil, el pasado 27 de marzo. (Reuters)

En España, vamos a sufrir este año una pérdida de nuestra riqueza que como mínimo supondrá, según el FMI, el 8% del PIB, quizá más. Hay que pensar que solamente el turismo supone un 13% de nuestro PIB y un 14% de nuestro empleo. Y tardaremos años en recuperarnos. Los que piensan que tras este bache tan brutal, en medio de una crisis mundial de tal magnitud, nos recuperaremos de forma automática, en forma de V, no están en lo cierto.

Pese a ello, sí creo que podemos (y debemos) trabajar juntos para tener un mejor país de aquí a 4-5 años.

Foto: Imagen: E. Villarino.

La UE ha puesto en marcha un plan de estímulo único en su historia, con políticas monetarias y fiscales de enorme calado. Su contundencia alivia los mercados y evita una crisis de deuda. Pero no es suficiente para asegurar una rápida recuperación ni para consolidar mejoras del modelo productivo.

Más allá de este paquete y otros similares que le sigan (básicamente, préstamos que habrá que devolver), cada país tendrá que pensar en sus propios intereses. Es improbable que se emitan eurobonos o coronabonos. Los países que llegaron a 2012 con deudas públicas inferiores al 70% de su PIB (Alemania, Holanda, países bálticos, etc.) han ahorrado 300.000 millones desde entonces. Los países que llegaron a 2012 con deudas públicas superiores al 70% de su PIB (Italia, España, Francia, etc.) las han aumentado en 1,2 billones. Los gobernantes de los países ahorradores tienen difícil ceder a la pretensión de mutualizar las abultadas deudas públicas de los países derrochadores. Se exponen a quedarse sin margen fiscal propio, dando razones a los partidos nacionalistas de sus países, que son contrarios al euro y a la UE.

Foto: La ministra de Economía, Nadia Calviño. (EFE) Opinión

España ha entrado en esta crisis con un gran endeudamiento público (95% del PIB), al que se añadirán grandes déficits en los próximos años. La deuda pública puede llegar a un 120% sobre el PIB. Al contrario que en Italia, hay pocos tenedores de deuda pública española que sean nacionales. Nosotros debemos ese dinero a nuestros acreedores extranjeros, a los que deberemos repagar cumplidamente deuda e intereses Si la gestión no es óptima y nuestra capacidad de repago genera dudas, se cerrarán los mercados financieros y podríamos llegar a una situación crítica, de 'default'. Por ello, se tiene que pensar muy bien dónde aplicar estos recursos financieros extra si no queremos vernos pronto en una situación de rescate por parte de nuestros acreedores extranjeros (que se evitó 'in extremis' en 2012), lo que recortaría profundamente nuestro Estado de bienestar.

En este sentido, me atrevo a bosquejar dos humildes sugerencias heterodoxas para este momento crítico.

Foto: Foto: iStock.

Primero, habría que liberalizar más el mercado laboral, compaginando dicha liberalización con medidas públicas de protección extraordinaria y generosa, incluyendo una renta universal incondicionada, pero decreciente, y por el tiempo que sea necesario, para todos aquellos que estén desempleados o que se encuentren en situación desprotegida. Proteger a los trabajadores como ciudadanos, pero no sus puestos de trabajo. Hay que permitir que los ERTE se conviertan en ERE sin restricciones temporales. De lo contrario, si el sector privado se ve obligado a mantener el empleo en contra del racional económico, la liquidez inyectada en el sistema será incapaz de impedir la quiebra y desaparición de una parte muy importante del tejido productivo. El mundo que viene será diferente, muchas actividades desaparecerán, otras quedarán muy reducidas y otras crecerán. La España del futuro será competitiva si tiene capacidad de ir adaptando su mercado laboral a las nuevas realidades.

Y segundo, un New Deal en España podría incluir la creación de un Banco de Inversión en Infraestructuras Estratégicas (BIIE) con fondos públicos y privados, bajo gestión privada y supervisión administrativa, cuyo objetivo sea, mediante préstamos pero también aporte de capital, mejorar el tejido productivo español, hacerlo más competitivo y adaptarlo a los nuevos tiempos.

Este instrumento tendría como objetivo invertir en activos que generen empleo, pero sobre todo generar beneficios a nuestra sociedad en el largo plazo. Si vamos a endeudar el país por varias generaciones, al menos permitir que esas generaciones venideras puedan también verse beneficiadas de aquí a 20 o 30 años.

Foto: Atlanta, casi vacía. (EFE) Opinión

Este instrumento de colaboración público-privada debería ser gestionado con criterios de rigurosa eficiencia empresarial por los mejores gestores que podamos encontrar, en especial, buenos empresarios, directivos de empresas globales y banqueros de probada solvencia, con sentido de Estado e integridad.

Como lógica reacción a esta crisis, el BIIE debería tener como uno de sus cometidos mejorar la calidad del sector sanitario, prepararlo para cualquier otra pandemia, así como invertir en el cuidado de los más mayores (por ejemplo, construyendo las mejores residencias de ancianos del mundo).

Debería también apoyar la creación de fondos de 'private equity' gestionados privadamente (incrementando exponencialmente las líneas que actualmente tiene el ICO), dirigidos exclusivamente a aquellas empresas que tengan como base desarrollos científicos o tecnológicos, creando clústeres de excelencia sectorial en inteligencia artificial, biotecnología, aeronáutica, robótica... que atraigan talento e inversión de otros países.

El BIIE también podría invertir en otras de nuestras grandes carencias: centros de excelencia universitaria en carreras técnicas y científicas con capacidad de atraer estudiantes y profesores prestigiosos del extranjero.

Foto: Policías en la calle Preciados, de Madrid, ayer. (EFE) Opinión

Podría apoyar con criterios empresariales el cambio del modelo de generación energética, reduciendo nuestra enorme dependencia de fuentes fósiles extranjeras. Y también apostar con fuerza por la economía circular. Para recuperar turismo de calidad, el BIIE podría ser el artífice de una reforma profunda de nuestro parque turístico, para que sea más moderno, estético, ecológico y sostenible. Por último, España puede salir beneficiada del proceso de reorganización de las cadenas globales de suministro. El BIIE podría llegar a acuerdos con inversores internacionales que inviertan en España para fabricar más aquí y, al mismo tiempo, apoyen la expansión de nuestras compañías en el extranjero.

El mundo que viene será diferente, volátil e incierto. Las personas, empresas y países que utilicen estas largas semanas de confinamiento para reflexionar estratégicamente a largo plazo saldrán reforzados. Los que solo piensen en cómo salvarse del tsunami, sin apuntalar las bases para un mejor futuro, pueden quedar arrasados. El cambio ha llegado y hay que afrontarlo como una oportunidad.

*Jaime Malet, presidente de AmchamSpain.

A estas alturas de la crisis, me confieso incapaz de discernir si las medidas que se están adoptando son las correctas. La dicotomía entre más días de confinamiento para salvar vidas o la apertura de la actividad para evitar la quiebra del sistema supone una grave responsabilidad para los decisores políticos en todo el mundo.