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Esther Blázquez Blanco

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Un liderazgo perro

Ni Harvard, ni Stanford: tu fiel servidor ya lo tiene todo

Foto: Foto: Pixabay/Daniel Mena.
Foto: Pixabay/Daniel Mena.

Observo empresas invirtiendo infinidad de recursos en formaciones complicadas donde parece que lo más innovador sea decir palabras que nadie entiende y pagar para entenderlas. En materia de liderazgo, también me encuentro con la ansiedad por ser disruptivo, que nadie sabe muy bien qué es, pero con que ponga IA y futuro en el título ya nos quedamos tranquilos, creyendo que así vencemos un futuro que es impredecible. Pretendemos colonizarlo, en vez de mirar adentro - del ser humano - y aprender competencias para bailar ese futuro incierto con gracia. También parece, en cuanto a cultura de empresa, que una mesa de ping-pong y aguacates en la cocina sea lo que aumente la tasa de retención. Ahora, además, hay que meterse en bañeras de hielo para ser líder. O tomar ayahuasca en un retiro donde el CEO se vuelve aún más visionario y el lunes todo se queda en eso, una ilusión.

Hemos complicado el liderazgo. Y yo creo que es hora de recordar lo esencial.

A mí me lo enseña Huna, una perra que adopté hace dos años y que me ha puesto patas arriba todos mis manuales de Liderazgo y Cultura Organizacional. Comparto aquí lo más importante, que, por sencillo, tal vez sea revolucionario. Te lo paso en forma de decálogo, a ver si así consigo desafiar las leyes del clickbait y que te lo leas todo -una locura-:

1. Un perro se alegra de verte cada vez que te ve. Y ya. En el día a día de una empresa sería tan sencillo como entender que tus compañeros de trabajo - o tus empleados- te ayudan a crecer, ganar dinero y llevar la misión de la empresa por el mundo. Y por eso te alegras de ver al otro, porque gracias a esa elección que has hecho -trabajar en esa empresa o crearla- puedes crecer. Para poner esto en práctica, no importa si la empresa es tuya o no, pero si es tuya, a esto hay que darle más vida, porque se predica con el ejemplo. O dicho en plan moderno: you walk the talk (caminas lo que hablas). Y eso, a tus empleados, les sienta bien porque implica coherencia: tratar bien a los de fuera (clientes) y tratar bien a los de dentro (empleados). Si nada de lo anterior aplica porque la empresa no cuida a nadie, sigue leyendo.

placeholder Esther Blázquez Blanco y Huna. (Cedida)
Esther Blázquez Blanco y Huna. (Cedida)

2. Los perros tienen una vocación de servicio: ponen lo mejor de sí mismos al servicio de otros. Para esto no distinguen origen, género, rangos, votantes, ni religiones. Qué sencillo y breve sería un programa de Diversidad e Inclusión si entendiéramos esto. Tan breve que igual no haría falta. También serviría para morir en paz después de una carrera en política. (No vais muy bien encaminados, la verdad, pero este melón para otro día).

3. Un perro no pretende cambiar a su humano. Lo toma tal cual. Por eso el humano brilla a su lado.

Foto: Puestos directivos. (iStock)

4. Los perros no te conectan con tu potencial, sino con tu potencia. Su presencia no te recuerda eso que podrías mejorar y que todavía no has conseguido. Al contrario, su presencia te conecta con lo que brilla en ti, y se lo ofreces. Esto, trasladado a la oficina, sería algo así como que nadie saliera de una reunión de Feedback sintiendo que no es suficiente, sino sintiendo las ganas de contribuir. No sólo por amor a la cifra, sino por amor a la vida, que es una.

5. Si discutieras con un perro, el perro escucharía para entender, no para responder. Y haría preguntas, muchas preguntas. Porque la indagación aniquila el miedo y el perro siempre va a elegir lo opuesto, o sea, el amor; te va a elegir, a ti, humano. En el día a día de una organización que ve como líderes a todas las personas que trabajan en ella, la inversión en liderazgo pasaría por decidir si van a explorar el conflicto en sus proyectos queriendo tener razón o queriendo tener paz. Y en esa elección, en la gran inversión que supone para una empresa entrenar a humanos a decidir cuál es su verdadera voluntad y a qué propósito sirve, estaríamos ahorrando infinidad de recursos malgastados en el futuro. Entonces sí, sería una empresa sostenible y todo el mundo entendería lo que quiere decir esa palabra de verdad.

6. Si un perro rezara, meditara o creyera en algo, creería en ti. No porque le reportaras un beneficio tangible, sino por cuánto ama la vida. O sea, diría “yo creo en ti porque he decidido vivir así, viendo lo que me une a los humanos, y no lo que me separa de ellos”.

Para dejar de tener problemas de comunicación en una empresa, solo hay que añadir dos palabras a la estrategia: atención y conexión

7. Un perro está presente. Si tiene tu atención, no se le ocurre “mirar el móvil” ni un segundo, porque está conectado a ti. En una empresa esto pasa por darse cuenta de que los equipos no tienen problemas de comunicación sino de presencia. Y para dejar de tener problemas de comunicación en una empresa, sólo hay que añadir dos palabras a la estrategia: atención y conexión. Cuando estás presente para el otro o para el problema de ambos, la comunicación amable, eficiente y sólida es un devenir orgánico de haber atendido y conectado plenamente con lo que acontece.

Entonces, si eres esa persona que se alegra de ver a los demás, que pone su virtud al servicio de otros, que escucha y pregunta, que elige ver lo mejor del otro, y que ha decidido estar presente en esta vida, da igual si te metes en hielo, pones fruta en la cocina o haces un team building de pistolas que tiran pintura. Importa si esto lo haces con consciencia, esto es, si lo haces con la voluntad de contribuir, de verdad, a un mundo donde haya más paz.

Sé que hay mil matices si nos ponemos quisquillosos con lo del perro, y que depende de la raza, y que no todos son iguales, y que mi primo tenía un perro que nosequé, que si la perra eres tú y que no es fácil... ya lo sé. No es relevante. El propósito de este artículo es que, de todas las opciones que te proponga la mente a la hora de juzgar lo que estás leyendo, decidas quedarte, si lo deseas, con lo que te dé alegría, te una a los demás y te conecte con una buena vida. Eso solo depende de ti, no de la opinión de quien escribe. Y eso sí es liderazgo: elegir, con libertad, cómo queremos conectar con otros seres humanos y con la vida.

En el próximo artículo hablaré del famoso 'Cómo dar y recibir feedback'. Seguramente moleste a algunos.

Observo empresas invirtiendo infinidad de recursos en formaciones complicadas donde parece que lo más innovador sea decir palabras que nadie entiende y pagar para entenderlas. En materia de liderazgo, también me encuentro con la ansiedad por ser disruptivo, que nadie sabe muy bien qué es, pero con que ponga IA y futuro en el título ya nos quedamos tranquilos, creyendo que así vencemos un futuro que es impredecible. Pretendemos colonizarlo, en vez de mirar adentro - del ser humano - y aprender competencias para bailar ese futuro incierto con gracia. También parece, en cuanto a cultura de empresa, que una mesa de ping-pong y aguacates en la cocina sea lo que aumente la tasa de retención. Ahora, además, hay que meterse en bañeras de hielo para ser líder. O tomar ayahuasca en un retiro donde el CEO se vuelve aún más visionario y el lunes todo se queda en eso, una ilusión.

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