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Al Grano
Por
Trump patea también el tablero político español
Sobre la cancelación de Vox: no es democrático ignorar a los tres millones de españoles representados en ese partido para hablar del rearme europeo
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Con su gesticulante discurso antitrumpista Sánchez pretende encubrir la corrupción de cercanías y el cuarteado pedestal parlamentario del Gobierno. Difícil tarea en un tablero agitado por el desafío de la ineludible contribución de España al rearme europeo en materia de seguridad y defensa.
Tras el fracaso de su encuentro de ayer, a la creatividad contable y verbal que intentan concertar Pedro Sánchez y Yolanda Díaz (que el gasto militar se llame de otro modo y encaje en otras partidas presupuestarias, por ejemplo) se le verán las trampas cuando hagan pública la anunciada “propuesta conjunta” de las dos partes de la coalición.
Las apuestas de la Moncloa son de incierto resultado, con alto el fuego o sin él en la guerra de Ucrania (de momento, 30 días de tregua). Sánchez viaja a Finlandia y Luxemburgo como adalid de los valores democráticos y campeón del arropamiento a la parte europea más amenazada por el oso ruso. Espera que ese discurso puntúe para ganarse el aplauso de los partidos políticos españoles, cuyos líderes pasarán mañana por la Moncloa.
Se equivoca. Por la derecha en las formas: PP minusvalorado y Vox cancelado. Por la izquierda en el fondo: las reticencias de Sumar al aumento de gastos militares que ayer le trasladó la vicepresidenta, Yolanda Díaz, mientras en Podemos califican a Sánchez de “señor de la guerra”. Significa que, en contra de lo que piensan los teólogos de la Moncloa, el factor Trump, como elemento de cohesión, no refuerza el pacto de investidura ni mejora la salud política del Gobierno.
No es de recibo que quien gobierna desprecie a quien puede gobernar en un asunto de Estado: la integración en un escudo militar europeo
Así vemos cómo el nuevo sherif de Washington patea tanto el tablero internacional como el nacional. Y cómo sus peculiares recetas retratan a los partidos políticos de nuestro país. Véase la controversia sobre el veto del Gobierno a Vox, tercera fuerza política de base parlamentaria, en la mencionada ronda de Sánchez sobre el rearme de Europa.
Atención, pregunta:
¿Es democrático ignorar el parecer de tres millones de españoles representados en un determinado partido político?
“Cuanto más aislada esté la ultraderecha, más segura estará Europa”, sentencia el presidente. Y nadie se rasga las vestiduras ante la deslegitimación de una significativa parte del electorado que decidió libremente votar a este partido como podía haber votado a otro.
¿Quién habrá habilitado a Sánchez para excluir de las relaciones institucionales a una fuerza política de base parlamentaria que se instala en el espectro representativo con las mismas reglas que sus competidores?
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Nadie. No hay un quién. Hay un porqué. Surfear los desvaríos de Trump para recomponer los graves desperfectos de su imagen personal (la de Sánchez, se entiende) y la de un Gobierno política y judicialmente acorralado. La ultraderecha le facilita la tarea. De paso, la cancelación de Abascal se hace extensiva al ninguneo de Feijóo, pues la doctrina de la Moncloa consiste en amontonarlos como si fueran una misma cosa.
Es de vergüenza ajena que Sánchez trate de ahora de compensar la falta de trato preferente al principal partido de la oposición con un sobrevenido regalo de diez minutos más de interlocución a Feijóo. Muy amable de su parte. Pero no es de recibo que el que gobierna menosprecie al que puede gobernar en un asunto de Estado como la integración de España en un escudo militar europeo (¿solo disuasorio?) frente al descarado expansionismo ruso.
Con su gesticulante discurso antitrumpista Sánchez pretende encubrir la corrupción de cercanías y el cuarteado pedestal parlamentario del Gobierno. Difícil tarea en un tablero agitado por el desafío de la ineludible contribución de España al rearme europeo en materia de seguridad y defensa.