Es noticia
¿Qué fue de los intelectuales de izquierda?
  1. España
  2. Caza Mayor
Nacho Cardero

Caza Mayor

Por

¿Qué fue de los intelectuales de izquierda?

Igual que en el discurso económico, la izquierda se está imponiendo a la derecha, doblegando a los profetas del apocalipsis, en la batalla cultural la derecha se está llevando el gato al agua. El cambio de roles parece evidente

Foto: El escritor Javier Cercas. (EFE/Sergio Pérez)
El escritor Javier Cercas. (EFE/Sergio Pérez)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste ser un intelectual, término vasto y ambiguo en el que parece caber de todo. En el imaginario popular, que le colgaran a uno semejante vitola era cosa muy seria, como de sabio, un señor al cual había que respetar y cuasi venerar, que destacaba por su conocimiento y que era capaz de influir en la sociedad en la toma de determinadas decisiones. Te llamaban intelectual y de repente te entraban unas ganas tremebundas de desempolvar el Ulises y ponerte a fumar en pipa.

Esta mitomanía se ha ido perdiendo con el paso del tiempo. L'intellectuel est quelqu'un qui se mêle de ce qui ne le regarde pas (intelectual es el que se mete donde no le importa), gustaba decir a Jean-Paul Sartre. La crítica llega porque no es oro todo lo que reluce y a muchos de ellos se les ha visto el plumero ejerciendo de activistas de causas no tan nobles y pecando de filisteísmo un tanto burdo, donde vida y obra rara vez van de la mano y apenas resultan coherentes, tal y como apuntaba Paul Johnson en su magna obra.

Los tiempos vaporosos, más que líquidos, de la sociedad actual, donde la verdad ha muerto, abunda el relativismo, se sacrifica la moral y domina la polarización, se están encargando de acelerar el progresivo deterioro del término, de forma que uno ya no sabe lo que significa ser un intelectual y, lo que es peor, si quiere serlo. Han devenido en auténticos comilitones, donde el pensamiento crítico dura menos que un reel de TikTok.

"Se puede ser feminista y tener un oscuro historial con las mujeres. Los hombres que no han hecho daño a ninguna mujer son calificados de misóginos (...). En el país manda quien menos votos ha obtenido. La democracia sana es la que no permite que gobierne una alternativa. Bildu acabó con ETA". Son palabras de Alberto Olmos en este periódico, con la intención, precisamente, de poner negro sobre blanco este dechado de contradicciones de nuestros intelectuales y la crisis por la que atraviesa el imperio de la razón.

En estos tiempos donde la verdad ha muerto, uno ya no sabe lo que significa ser un intelectual y, lo que es peor, si quiere serlo

En el campo de la economía, la derecha liberal se mueve con soltura. A la pregunta ¿a quién dejarías tu cartera?, el ciudadano medio suele preferir los gobiernos de derecha a los de izquierda. La experiencia dice que estos últimos no saben cómo van a gestionar tu dinero, si se van a quedar con parte del mismo o incluso con la cartera entera.

Desde la Gran Recesión de 2008, sin embargo, las políticas neoliberales han entrado en barrena por su mala praxis y generar más desigualdad y empobrecimiento, dando paso a un mayor intervencionismo público y a la potenciación del papel del Estado como eje vertebrador (véase la entrada de la SEPI en Telefónica) de la sociedad. Una nueva forma de entender las relaciones económicas —un capitalismo más humano, en palabras de Pedro Sánchez— de la que se han apropiado los gobiernos y partidos socialdemócratas.

Foto: Ilustración: Marina G. Ortega
TE PUEDE INTERESAR
Lo que piensan nuestras élites sobre los problemas de España, expresado libremente
Esteban Hernández Ilustración: Marina G. Ortega

Si en la economía la derecha se imponía, en el ámbito de la ética, en cambio, las personas de izquierdas siempre habían mostrado una "mayor sensibilidad hacia las injusticias que las personas de derechas y por eso desarrollan un sentimiento de superioridad moral", escribía Ignacio Sánchez Cuenca.

Un argumento que, otrora válido, queda en entredicho desde el mismo momento en el que las fuerzas socialdemócratas y progresistas se alían con formaciones muy alejadas de la una (la socialdemocracia) y de lo otro (el progresismo), para la acción del gobierno y, sobre todo, para mantenerse en el poder. Todo ello condensado en una frase, "hacer de la necesidad virtud", que resume el ideario político del Ejecutivo actual, frase que ha sido refrendada por unos intelectuales de izquierdas que hace tiempo que dejaron de ser intelectuales y ahora también han dejado de ser de izquierdas.

Ante la falta de argumentos para justificar lo que resulta injustificable, siempre está el socorrido comodín del fascismo, el mantra de que cualquier medida vale, tales como concesiones a partidos supremacistas o la invasión de parcelas que no les son propias, con tal de que la extrema derecha no llegue al poder.

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont. (EFE/Pablo Garrigós) Opinión

"He visto que contra la derecha todo está permitido, que quien protesta se convierte en agente del PP y que, para no parecerlo, se aplauden o se ignoran desmanes que provocarían una ira justísima si los hubiera perpetrado la derecha", escribía Javier Cercas en su célebre tribuna en El País, desmontando semejante tesis. El articulista denunciaba una falta de ética de la que, como escribía Ignacio Varela, son corresponsables muchos de los intelectuales que no han visto o no han querido ver la deriva institucional.

Igual que en el discurso económico, la izquierda se está imponiendo a la derecha, doblegando a los profetas del apocalipsis; es en la batalla cultural en la que abrevan unos y otros, donde la derecha se está llevando el gato al agua. El cambio de roles parece evidente. Solo falta por ver si será coyuntural o acabará convirtiéndose en estructural.

Cercas se declara antisistema y hace un llamamiento a la rebelión, sin darse cuenta de que la nueva normalidad con la que nos lobotomizaron ha terminado cuajando, de que ser antisistema hoy consiste en defender la verdad y la convivencia, de que la ortodoxia se ha vuelto transgresora, de que el sentido común es hoy el menos común de los sentidos y de que no hay mayor rebelión que la rebelión moral.

Nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste ser un intelectual, término vasto y ambiguo en el que parece caber de todo. En el imaginario popular, que le colgaran a uno semejante vitola era cosa muy seria, como de sabio, un señor al cual había que respetar y cuasi venerar, que destacaba por su conocimiento y que era capaz de influir en la sociedad en la toma de determinadas decisiones. Te llamaban intelectual y de repente te entraban unas ganas tremebundas de desempolvar el Ulises y ponerte a fumar en pipa.

Javier Cercas Política Filosofía
El redactor recomienda