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Nacho Cardero

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Bulos y bulas

La narración puede tapar los hechos, nos puede distraer de la información, pero no puede ocultar la realidad. Si algo está demostrado en naciones con menor raigambre política que la nuestra, es que al final todo termina emergiendo

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Iñaki Berasaluce)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Iñaki Berasaluce)

"Quiero dedicar este manual de resistencia a mi familia, mi verdadero apoyo y fuente de mi inspiración y resiliencia". (Manual de resistencia, página 13)

La historia de Pedro Sánchez (1972) es la de un joven ambicioso de las Juventudes Socialistas de Tetuán, que entró en la Ejecutiva de Madrid tras una llamada a Tomás Gómez y acabó de carambola siendo presidente del Gobierno. Tomás Gómez se arrastra hoy por las universidades cual holandés errante tras ser laminado y Sánchez recorre el mundo con vitola de estadista. La citada llamada al otrora líder de los socialistas madrileños la realizó José Blanco, alter ego de Zapatero y mentor de la terna que ha controlado los resortes monclovitas: Óscar López, Antonio Hernando y el propio Sánchez. Sin comprender el pasado, difícilmente se puede entender el presente. Ese es el pasado. Este es el presente.

La carrera política de Sánchez empezó como concejal en el Ayuntamiento de Madrid y luego continuó como diputado. En aquellos días, Alfredo Pérez Rubalcaba anunció que dejaba la secretaría general del PSOE y puso en marcha un proceso de primarias. Rubalcaba lanzó a Eduardo Madina; Susana Díaz, a Sánchez, "un tipo alto, guapo, simpático, bien dispuesto al diálogo y a aceptar recados políticos de sus mayores (…) 'nos vale…' de forma transitoria, hasta que llegue el momento oportuno para que Díaz dé el salto al sillón", escribía Jesús Maraña en Al fondo a la izquierda.

El plan era sustituirlo a los dos años. En dicho plan, las partes se comprometían a no pactar con independentistas ni populistas, acuerdo desencadenante de los males posteriores. Sánchez le cogió el gusto al poder, se echó al monte, hizo bueno a Gramsci, en tanto en cuanto lo importante no es ganar sino tener la posición ganada. El resto es historia. Lo escribió a cuatro manos en su celebérrimo Manual de resistencia. Luego vino el infausto Comité Federal en el que trató de dar el golpe de mano y acabó apeado de la secretaría general ("al llegar a casa, Begoña me esperaba con lágrimas en los ojos").

Foto: Sánchez en la campaña de las elecciones vascas. (Europa Press/Iñaki Berasaluce)

En junio de 2017, después de recorrer media España en coche, retornó a la secretaría general del partido tras imponerse en primarias a Susana Díaz y Patxi López. Un año más tarde, en 2018, se hizo con el poder tras una moción de censura contra Rajoy sustentada en el caso Gürtel. En 2019, ya en Moncloa, escribió Manual de resistencia. En sus páginas se condensa el pensamiento de Sánchez. El visible y el tácito. El libro sirve para explicar lo ocurrido estos días: la alteración de la normalidad democrática, la sumisión al líder, la imposibilidad de interiorizar que se trata de un servidor público, el ataque furibundo a la prensa.

"Todo eso me llevó a una reflexión, que emana de la realidad, de los hechos que yo mismo he vivido. En aquel momento, había muy buen periodismo escrito —y muy libre— en los medios digitales: al fin y al cabo, están hechos por profesionales que han padecido ERE traumáticos, o bien periodistas de gran experiencia que han buscado mayor libertad para ejercer su profesión y la han encontrado en esos medios. La diferencia entre el papel y lo digital es enorme y la libertad en la red se respiraba. Por supuesto, me refiero a medios digitales donde se hace periodismo de verdad, no bulos ni fake news ni periodismo basura". (Manual de resistencia, página 241)

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una imagen de archivo. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez) Opinión
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Eran otros tiempos. Para el hoy presidente, El País era una cabecera maldita, secuestrada por intereses ocultos, mientras que El Confidencial no se dejaba amedrentar. Acababa de llegar al poder y, según Sánchez, la prensa de papel respiraba naftalina y ejercía una forma sectaria de ejercer el periodismo, que obedecía más a intereses económicos de los poderes fácticos —ora accionistas, ora acreedores— que al bien común. La prensa digital, en cambio, suponía un oasis de libertad, de información independiente y pensamiento crítico. Una idea sobre los medios que es justo la contraria a la que verbaliza en la actualidad, en el enésimo requiebro intelectual con el que el presidente del Gobierno quiere convencer a los afines de una verdad ya descolorida de tanto manosearla.

La relación entonces era la propia de un Ejecutivo con un medio de comunicación relevante. Había conversaciones frecuentes, nos concedía entrevistas, participábamos en sus viajes. Sus comentarios traslucían incluso admiración hacia un diario que sabía que su oficio solo se explica ejerciendo de contrapoder, sea cual fuere este, con independencia de ideologías y credos. Así lo entendió el presidente. Al menos, hasta el día en que las noticias empezaron a afectar al Gobierno que él dirige, en general, y a su persona, en particular. Le mudó el gesto. Comenzaron las llamadas, las descalificaciones.

En sus 23 años de historia, El Confidencial puede exhibir una larga lista de informaciones exclusivas y coberturas mediáticas de primer nivel que le han valido la confianza de sus lectores y el reconocimiento nacional e internacional.

Foto: Ilustración: EC Diseño. Opinión
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Publicamos La lista Falciani. El ICIJ sondeó a otros grandes grupos editoriales españoles para la investigación, pero estos no quisieron. O no pudieron. Luego vinieron Los papeles de Panamá. El ministro del Partido Popular, José Manuel Soria, dimitió por el caso. Destapamos las sociedades en paraísos fiscales de Pedro Almodóvar. Juan Luis Cebrián nos reclamó 20.000 euros. Utilizó la portada de El País del 26 de abril de 2016 para anunciar acciones legales contra El Confidencial, LaSexta y el Diario.es. Tanto el Juzgado de Primera Instancia como la Audiencia Provincial desestimaron íntegramente la demanda.

Los mismos que hablan hoy de bulos, nos aplaudieron entonces. Nos concedieron el Premio Pulitzer en 2017 junto al resto de medios que participaron en Los papeles de Panamá. También recibimos la medalla al mérito de la protección civil en el 2020 por parte del Ejecutivo socialista por nuestra profesionalidad y orientación al servicio público en la cobertura informativa de la pandemia.

Sacamos a la luz el patrimonio oculto de don Juan Carlos, cuando mentar la Monarquía en semejantes asuntos resultaba tabú y los entornos nos hacían llegar mensajes. Desvelamos en primicia que el acta del máster que había esgrimido en su defensa Cifuentes, también del PP, tenía al menos dos firmas falsificadas.

Nos sentimos solos cuando publicamos los tejemanejes de Rubiales con la Supercopa. El expresidente de la Real Federación Española de Fútbol cuestionó nuestras informaciones penalmente, denunciándonos sin éxito por descubrimiento y revelación de secretos y por receptación. A la vez, planteó sin éxito tres solicitudes de medidas cautelares. Luego nos demandó diez veces, también sin éxito, por cuestiones de derecho de rectificación.

Foto: Pedro Sánchez, en Moncloa. (Europa Press) Opinión

Iberdrola interpuso una demanda SLAPP sin precedentes contra El Confidencial para frenar la publicación de informaciones sobre las vinculaciones de la eléctrica con el excomisario Villarejo. Denunció la existencia de una campaña de desprestigio con noticias inveraces que habrían ocasionado un daño reputacional que tasaron pericialmente en 17.608.528 euros. Nos quitaron la publicidad. Tanto el Juzgado de Primera Instancia como la Audiencia Provincial desestimaron íntegramente la demanda.

Siempre que hay periodismo de investigación libre e independiente, hay llamadas, demandas, querellas. El periodismo es incómodo. O debería serlo. Lo preocupante, en esta ocasión, no son tanto las presiones, inherentes al ejercicio periodístico, como la campaña de agitprop liderada desde el Ejecutivo para esparcir argumentarios contra determinada prensa, jueces y partidos, para hacerse también con las voluntades de otros medios y ensuciar la imagen de El Confidencial con el objeto de ocultar informaciones periodísticas y el hecho de que la Justicia haya abierto diligencias contra la mujer del presidente.

Se trata de un ataque sin precedentes a un derecho clave en las democracias como es el derecho a la información. La periodista Anne Applebaum ha venido denunciando cómo los autoritarismos van permeando las democracias liberales gracias a determinadas élites que dan forma al relato oficial. Habla de intelectuales, escritores y periodistas capaces de crear un marco argumental que permita al poder traspasar determinadas líneas rojas.

Siempre que hay periodismo de investigación libre e independiente, hay llamadas, demandas, querellas. El periodismo es incómodo

Unas veces de forma directa, otras indirectamente, el Gobierno ha ido tomando posiciones en las entrañas de empresas y medios de comunicación orillando cualquier tipo de independencia informativa. Ni los accionistas ni los periodistas que conforman las redacciones han levantado la voz. Más bien al contrario, se han vuelto cómplices, cuasi activistas, olvidando que el ejercicio del periodismo es frente al poder, no con el poder.

Algún día, la prensa deberá hacer acto de contrición y reflexionar sobre lo ocurrido en los últimos años y esa actitud militante que no ha ayudado ni a superar el desafecto que la sociedad tiene con los medios ni a rehabilitar la democracia. La finalidad de la prensa no es otra que hacer de intermediarios entre la realidad y nuestros lectores. La finalidad de la prensa no consiste en levantar muros sino en derribarlos.

La finalidad de la prensa no es otra que hacer de intermediarios entre la realidad y nuestros lectores

El caso de la mujer del presidente del Gobierno no deja de ser otro de los muchos casos que ha desvelado El Confidencial, sustentado en informaciones rigurosas y factuales. Ninguna de las noticias publicadas ha sido desmentida por el Gobierno ni por Begoña Gómez. Más que azuzar la calle y promover manifiestos, el Ejecutivo, en un ejercicio de transparencia, debería responder, entre otras, a las siguientes preguntas:

¿Tienen o no tienen derecho los ciudadanos a conocer cualquier tipo de actividad de sus representantes políticos que pueda generar un posible conflicto de interés? ¿Qué hacía Begoña Gómez reunida con el CEO de una empresa que estaba, justo en esos momentos, siendo rescatada por el Gobierno? ¿Y con un comisionista investigado por la Justicia? ¿No debería el presidente haberse abstenido en la concesión de las ayudas a Air Europa?

¿Por qué y para qué Begoña Gómez comprometió su firma en ayuda a determinadas compañías en concursos públicos que concede el Gobierno que preside su marido? A día de hoy, estas preguntas continúan sin respuesta.

"Siendo fiel a la verdad y a la cronología, debo decir que mi primera decisión como presidente del Gobierno la tomé con mi mujer, Begoña, porque las cuestiones de intendencia se anteponen a casi todo. Esa primera decisión fue renovar el colchón de la cama de matrimonio y pintar nuestra habitación del Palacio de la Moncloa". (Manual de resistencia, página 15)

Foto: Decenas de personas aplauden a una imagen del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto del PSC de inicio de campaña. (Europa Press/Kike Rincón) Opinión

Para entender los últimos acontecimientos, insisto, hay que coger la máquina del tiempo y volver a los días en los que Pedro Sánchez se hizo con el poder y se instaló en La Moncloa tras cambiar el colchón. Ahí está el origen: el relativismo radical, el fin de la ética, la polarización. Hoy, como ayer, vuelven a sonar los teléfonos. Zapatero et alii tocan a rebato. Bolaños le sigue en el discurso: "No nos puede doblar el pulso la jauría extremista con bulos, mentiras y patrañas para intimidarnos". Se ha fijado un marco mental en el que la verdad es lo que nos beneficia y la mentira, lo que nos perjudica.

La narración puede tapar los hechos, nos puede distraer de la información, pero no puede ocultar la realidad. Si algo está demostrado en naciones con menor raigambre política que la nuestra, es que al final todo termina emergiendo. No se trata ni de la derecha ni de la ultraderecha. Se trata de la verdad. Y la verdad no tiene color político.

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"Quiero dedicar este manual de resistencia a mi familia, mi verdadero apoyo y fuente de mi inspiración y resiliencia". (Manual de resistencia, página 13)

Pedro Sánchez Begoña Gómez
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