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La impostura progresista: Trump ya gobierna en España
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Nacho Cardero

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La impostura progresista: Trump ya gobierna en España

No se trata de salir en defensa de Donald Trump, sino todo lo contrario: denunciar la impostura de una parte de la sociedad española, que permite a Sánchez los mismos tics autoritarios y populistas

Foto: Trump y Sánchez, en una cumbre del G-20 en 2019. (Reuters)
Trump y Sánchez, en una cumbre del G-20 en 2019. (Reuters)
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"El 11 de agosto consiguió el récord con 189 falsedades (alcanzando el récord histórico de 503 falsedades el 2 de noviembre). En el primer año de su presidencia, había promediado unas seis mentiras al día; luego pasó a 16 en 2018, 22 en 2019, y 39 en 2020. Durante la pandemia, cuando encontró razones suplementarias para mentir, añadió 2.500 falsedades relacionadas con el coronavirus a lo largo de un año. Al final de sus cuatro años como presidente, las mentiras y embustes ascendían a 30.573". Estas palabras pertenecen al exdirector de The Washington Post, Martin Baron (Frente al poder, Esfera de los Libros), y ponen negro sobre blanco la complicada relación de Trump con la verdad.

Pues bien, ya es otra vez presidente de los Estados Unidos de América. ¿Y ahora qué? ¿Qué preocupa tanto a los progresistas patrios de Donald Trump? ¿Su habilidad para fabricar realidades alternativas y que el electorado no sólo no le penalice, sino que lo premie por ello? Produce hilaridad escuchar estos argumentos en España, donde impera el relativismo radical, se hace de la necesidad, virtud, se aprueban amnistías hasta hace poco inconstitucionales y se reducen las penas a los terroristas por la puerta de atrás.

Foto: Salman Rushdie posa para El Confidencial. (Daniel González) Opinión
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¿Qué les preocupa, entonces? ¿Que esté encausado por los hechos que condujeron a la insurrección del 6 de enero de 2021, acaso lo más parecido a un golpe de Estado en EEUU? Supongo que los que se echan las manos a la cabeza por el famoso asalto al Capitolio, sufren de un ataque de amnesia respecto a los hechos acaecidos el 1 de octubre de 2017 en Cataluña, la posterior condena a los líderes del procés y el hecho de que el Gobierno Central esté gobernando con los apoyos de los hoy indultados.

Entiendo, igualmente, que aquellos que critican al partido republicano por controlar el Supremo, uno de los principales contrapesos al Ejecutivo, mirarán hacia otro lado cuando tengan que hablar del Constitucional, de Conde-Pumpido y Juan Carlos Campo, magistrado del TC, que acaba de avalar el estado de alarma que él mismo aprobó como ministro, paradigma (sic) de la separación de poderes del amigo Montesquieu.

Foto: Sánchez, en un acto del PSOE el sábado en Valladolid. (EFE) Opinión

¿Diferencias en política económica? Rien de rien. En ambos casos hay que besar el anillo de la Casa Blanca (o Moncloa) para poder hacer negocios. Que no, que no es eso, matizarán los voceros oficiales. La reprobación de Trump, dirán, viene más por su moral laxa, tal y como quedó demostrado con su sentencia condenatoria en el caso de la actriz porno Stormy Daniels, que por sus ideas políticas o económicas. ¿Problemas con las mujeres? ¿Lo dicen los que gobiernan con el partido de Errejón? ¿De verdad?

La única diferencia aparente entre Trump y Sánchez tiene que ver con el medio ambiente, la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, sobre todo porque el segundo se declara verde y el primero no tiene ni el más mínimo interés en reducir ni la huella de su zapato. Digo "aparente" porque, si de verdad le importara —tanto a él como a la vicepresidenta Ribera, en paradero desconocido durante las últimas semanas—, habría convocado un Consejo de Ministros extraordinario para aprobar las medidas para la DANA y, en vez irse hasta Bakú (Azerbaiyán) para asistir a la cumbre del clima COP29, estaría estos días achicando agua en la Comunidad Valenciana. La incapacidad de Mazón para arrostrar la tragedia no detrae ni un ápice de responsabilidad al Gobierno Central, que era quien tenía el poder y también los recursos.

Ahora bien, en esta ocasión, como en otras muchas, Moncloa ha conseguido engrasar la máquina de los relatos para que la opinión pública le compre el suyo. La ultraderecha que le tiró el palo a Sánchez mutó en ciudadanía indignada cuando cargó contra el Ayuntamiento de Valencia, del PP, y pidió la dimisión de Mazón. Cosas veredes. Llevamos tanto tiempo riéndonos de la política que ahora es la política la que se está carcajeando de nosotros.

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Lo mismo con la relación tóxica que mantienen con la prensa. El mandatario norteamericano endulzaba a los medios afines y perseguía, verbal e incluso judicialmente, a los críticos como la CNN, el NYTimes, el Post o BuzzFeed, medios que han tratado de desenmascarar al presidente vía investigaciones periodísticas en un momento el que se este se encontraba cercado por la justicia.

Tampoco parece casual que el paquete de acción democrática anunciado por Sánchez, contra los pseudomedios y la máquina del fango, coincida en el tiempo con las causas judiciales que acorralan al entorno del presidente, un plan que, más que salvaguardar la independencia de los periódicos, pretende intervenirlos de hoz y coz.

Con estas reflexiones no se trata de salir en defensa de Donald Trump, sino todo lo contrario: denunciar la impostura de una parte de la sociedad española, que permite a Sánchez los mismos tics autoritarios y populistas que censura al presidente norteamericano.

Foto: Sánchez preside la Ejecutiva Federal del PSOE en Ferraz. (EP/Carlos Luján) Opinión

El NYTimes y el Post se vanagloriaban del trabajo realizado por sus periodistas para desmontar las mentiras de Trump y deconstruir al personaje, lo que, en su opinión, contribuyó a sacarlo de la Casa Blanca y ponerlo en evidencia con su controvertido papel en el asalto al Capitolio. Pensaban que los votantes, en ocasiones inmunes a las informaciones que estos medios publicaban, habían acabado con abrazar la verdad. Craso error. Cuatro años después, Trump volverá a ser presidente de los EEUU.

Hay quien dice que la victoria del republicano supone la derrota definitiva de los medios convencionales frente a otros canales de comunicación como las redes sociales y los influencers. Puede que haya algo de verdad en todo eso. Puede que nos lo tengamos que hacer mirar. Sin embargo, como escribe Martin Baron, "estamos llamados a indagar en la verdad sin miedo y compartir lo que sepamos clara, honesta, completa y directamente. Lo que ocurra después dependerá de lo que los americanos hagan con los hechos que les hemos puesto sobre la mesa. El destino del país y de su democracia está en sus manos".

"El 11 de agosto consiguió el récord con 189 falsedades (alcanzando el récord histórico de 503 falsedades el 2 de noviembre). En el primer año de su presidencia, había promediado unas seis mentiras al día; luego pasó a 16 en 2018, 22 en 2019, y 39 en 2020. Durante la pandemia, cuando encontró razones suplementarias para mentir, añadió 2.500 falsedades relacionadas con el coronavirus a lo largo de un año. Al final de sus cuatro años como presidente, las mentiras y embustes ascendían a 30.573". Estas palabras pertenecen al exdirector de The Washington Post, Martin Baron (Frente al poder, Esfera de los Libros), y ponen negro sobre blanco la complicada relación de Trump con la verdad.

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