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María Jesús Montero en el polvorín andaluz y Susana Díaz en 'Masterchef Celebrity'
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Nacho Cardero

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María Jesús Montero en el polvorín andaluz y Susana Díaz en 'Masterchef Celebrity'

Se equivoca Montero si cree que, de la noche a la mañana, vamos a pasar de la amnistía a la amnesia de los andaluces cuando toque recordar determinados temas como el concierto económico catalán

Foto: María Jesús Montero provoca las risas de Sánchez y Díaz en el Congreso. (EFE)
María Jesús Montero provoca las risas de Sánchez y Díaz en el Congreso. (EFE)
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Aquella concentración ‘masiva’ a las puertas de Ferraz fue de tan solo 12.500 personas, una cifra muy alejada de las expectativas generadas, pero suficiente para la fabricación a posteriori del discurso de adhesión al líder. "No estás solo", "basta ya", gritaban fuera de la sede del PSOE. Dentro, en la sala Ramón Rubial, una María Jesús Montero desatada, con esa gesticulación a caballo entre Penélope Cruz en la entrega de los Óscar y Jack Nicholson en El Resplandor, imploraba: "Pedro, quédate". Aplausos, vítores, confeti.

Aquellos cinco días de reflexión nunca suficientemente explicados, que llevaron a Pedro Sánchez a hacer de tripas corazón y seguir al frente de la Presidencia del Gobierno, un sacrificio que tuvo que realizar tras los millones de mensajes de apoyo recibidos, un gesto que debería tener una página de oro en los anales de la memoria democrática, aquellos cinco días de reflexión, digo, provocaron dos efectos en el Partido Socialista inéditos desde su llegada al poder: el miedo a perder al líder y a encontrarse de repente con un partido hueco y sin sucesor; y la necesidad de empezar a preparar el postsanchismo.

Foto: Sánchez la sede del PSOE, en la calle Ferraz. (EFE/PSOE/Eva Ercolanese) Opinión
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El hecho de que algunos ministros y destacados dirigentes se empezaran a plantear la posibilidad de un PSOE sin Sánchez y a tejer matrimonios de conveniencia por lo que pudiera venir después, les obligó a sobreactuar durante aquel Comité Federal en Ferraz no fueran a ser señalados y tachados de traidores. El que más chifle, capador.

Estas maniobras no pasaron inadvertidas al presidente del Gobierno y muchas de las decisiones orgánicas tomadas desde entonces tienen que ver con el sabor agridulce que dejaron aquellos días. Entre otras, la 'operación reconquista', denominación del cuño de Fernando Garea, consistente en recuperar el poder territorial a golpe de colocar ministros al frente de las distintas comunidades, como hizo con Illa en Cataluña y ahora pretende repetir con Óscar López en Madrid, Pilar Alegría en Aragón, Diana Morant en la Comunidad Valenciana, Ángel Víctor Torres en Canarias y María Jesús Montero en Andalucía.

Foto: El secretario general del PSOE de Madrid, Óscar Lopez, y la ministra y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez) Opinión
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Sánchez no se casa con nadie, excepto con Begoña Gómez. Si en algún momento considera que tiene que enviar a María Jesús Montero al polvorín andaluz, pues se envía; prescindir de su Rasputín Redondo, pues se le lamina; y si hay que recuperar a Óscar López a pesar del puñal que le clavó por la espalda, pues se le hace un hueco donde sea. El rencor es el veneno que se toma uno para que muera el otro, debe pensar.

De todos estos movimientos, uno de los más llamativos es el de Montero, por lo que su figura representa para Sánchez y porque, hasta fechas recientes, ella no quería. Había puesto pies en pared ante la posibilidad de regresar a su tierra para sustituir a Juan Espadas, quien ha perdido todas las elecciones desde que dirige la federación andaluza. Nada hace presagiar que con Montero vaya a cambiar la tendencia. Ella lo sabe.

María Jesús Montero (Sevilla, 1966), licenciada en Medicina y Cirugía, empezó en el ámbito sanitario, pero rápidamente se dejó atrapar por la política. Fue consejera de Salud de la Junta de Andalucía y luego ya vicepresidenta y ministra de Hacienda y Función Pública. Ostenta igualmente el cargo de vicesecretaria general del PSOE desde julio de 2022, lo que demuestra la influencia de la sevillana en el inner circle del presidente.

Foto: La vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en el Congreso durante una sesión de control. (EFE/Mariscal)

Cuando llegó a Madrid, empezó con un tono conciliador —el mismo que trató de impulsar Sánchez con su famoso 'Ejecutivo bonito'—, pero luego devino vitriólico en exceso hasta casi rayar la caricatura. Todo ello por la necesidad de radicalizar el mensaje y justificar determinadas decisiones que resultaban contradictorias con sus anteriores políticas. Una forma de ejercer el poder que ha contribuido a la división más que a fomentar el diálogo y que, indudablemente, pesarán en una hipotética candidatura a la Junta andaluza.

Se equivoca Montero si cree que, de la noche a la mañana, vamos a pasar de la amnistía a los líderes independentistas a la amnesia de los andaluces cuando toque recordar determinados temas como el concierto económico catalán. Un asunto que de socialista tiene lo mismo que Gordon Gekko y con el que se quemó en su defensa cuando ejercía de portavoz del Gobierno. No en vano, el cupo catalán consiste en beneficiar a los ricos catalanes en detrimento del resto de clase media española.

Al margen de presupuestos, impuestos y otros quilombos nada fáciles de manejar propios del cargo, luego está la complicada compatibilidad entre ser ministra y candidata a la Junta, tal y como se planteaba Ignacio Varela. "¿Alguien creerá en la equidad de esta ministra de Hacienda cuando se trate de beneficiar o perjudicar al actual Gobierno andaluz?".

Foto: La vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero. (Ricardo Rubio/Europa Press) Opinión
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Y por último, esa patata caliente a la que pretenden restar importancia, pero que sobrevuela todas las conversaciones, la de su jefe de gabinete, Carlos Moreno, a quien Víctor de Aldama señaló por haber cobrado presuntamente una comisión de 25.000 euros a cambio de aplazar la deuda de una de sus empresas. En su comparecencia en el Senado, Montero aseguró que ponía "la mano en el fuego" por su colaborador. Veremos si, como Ábalos, acaba en la unidad de cuidados intensivos.

Demasiadas mochilas para enfrentarte a uno de los barones populares más sólidos en estos momentos, Juan Manuel Moreno Bonilla. Un presidente de perfil moderado, que no genera ningún tipo de rechazo ni a izquierda ni a derecha, ni siquiera entre los más radicales, y que con el paso del tiempo ha impregnado a la Junta con su sello propio. Los sondeos en Andalucía no le pueden ser más favorables.

Foto: Víctor de Aldama, durante la declaración. (EC)

Pero no debería confiarse. Sánchez es Sánchez, Montero es Montero y Andalucía es Andalucía, una comunidad donde el PSOE mantiene un suelo muy alto, por muchos ERE y escándalos que se destapen. "Podría disparar a gente en el Parque de María Luisa y no perdería votos", dirían en el PSOE-A parafraseando a Trump.

Además, la caída de Jaén supone un aviso a navegantes a la hegemonía del PP en Andalucía. Y si bien Moreno Bonilla está más fuerte que nunca, lo mismo se podía decir de Susana Díaz cuando éste llegó a Andalucía. Pues bien, fíjense donde se encuentra actualmente la otrora lideresa andaluza y faro de la socialdemocracia nacional: haciendo tartas junto a Cristina Cifuentes en Masterchef Celebrity.

Aquella concentración ‘masiva’ a las puertas de Ferraz fue de tan solo 12.500 personas, una cifra muy alejada de las expectativas generadas, pero suficiente para la fabricación a posteriori del discurso de adhesión al líder. "No estás solo", "basta ya", gritaban fuera de la sede del PSOE. Dentro, en la sala Ramón Rubial, una María Jesús Montero desatada, con esa gesticulación a caballo entre Penélope Cruz en la entrega de los Óscar y Jack Nicholson en El Resplandor, imploraba: "Pedro, quédate". Aplausos, vítores, confeti.

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