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Begoña Gómez y la mujer del César
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Begoña Gómez y la mujer del César

Puede argumentarse que las andanzas de Begoña Gómez podrían no tener consecuencias judiciales, pero ya no es posible que su comportamiento haya sido éticamente irreprochable

Foto: El presidente del gobierno, Pedro Sánchez (d), y su esposa, Begoña Gómez. (EFE/Chema Moya)
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez (d), y su esposa, Begoña Gómez. (EFE/Chema Moya)
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Nunca sabremos si ella fue inocente, pero la profanación del palacio dio lugar a un escándalo mayúsculo cuyo final no fue escrito en los tribunales. Es lo que nos cuenta la máquina del fango de aquella época: Cicerón, Suetonio y Plutarco.

Pompeya, la segunda esposa de César organizó un festival religioso en la Domus Publica. El evento, en honor a la diosa Bona Dea, era exclusivo para mujeres. Algo tranquilo hasta que ocurrió lo inesperado.

Hubo una profanación. Auria, una sirvienta, descubrió que Clodio se había disfrazado de chica y estaba dentro del recinto listo para encontrarse con la mujer del máximo dirigente.

Se celebró un juicio, como es lógico. Y, como era costumbre, el acusado fue liberado tras desembolsar la cantidad adecuada de dinero. Ella corrió peor suerte.

Foto: Pedro Sánchez y Begoña Gómez. (Europa Press)

Julio César, consciente de que su honor personal estaba manchado y sabedor de la importancia de mantener limpia la institución, se divorció de ella justo después de la sentencia. “La mujer del César no solo debe ser honesta, sino también parecerlo”.

22 siglos más tarde, en España, nos encontramos ante un suceso parecido. Hay diferencias, claro. No hablamos de una profanación del palacio porque aquí se han dado varias, algunas con el propio presidente de por medio. Y, desde luego, no estamos ante un asuntillo personal porque hay una telaraña de intereses cruzados. Sin embargo, la cuestión de fondo es la misma.

La honestidad y la ejemplaridad son virtudes semejantes pero no iguales. A tenor de las informaciones que van publicándose, puede argumentarse que las andanzas de Begoña Gómez podrían no tener consecuencias judiciales, pero ya no es posible que su comportamiento haya sido éticamente irreprochable. Por eso en Moncloa no saben cómo afrontar este problema.

Ha de reconocerse la dificultad que afronta el equipo encargado para gestionar esta crisis. Por un lado, tienen que medir bien sus pasos porque lo beneficioso en la zona judicial puede ser pernicioso en el ámbito de la comunicación y viceversa. Y, por el otro, además de su propio estrés, deben estar soportando fuertes presiones de un jefe acostumbrado a denigrar a todo el mundo y con frecuentes episodios de pérdida de control.

Desde la distancia, tiene uno la sensación de que puede haber una estrategia judicial para abordar el caso de Begoña Gómez, pero no parece haber una estrategia política y de comunicación. Más bien da la sensación de que están improvisando sin más propósito que el de achicar agua y enturbiar los hechos.

Foto:  La universidad remitió su informe al juez Juan Carlos Peinado el 1 de julio. (EC)

Aquellos cinco días de reflexión aumentaron la dimensión del problema, hicieron mundialmente conocida a la esposa del presidente, provocaron un conflicto internacional, buscaron una aclamación popular que no se vio por ningún sitio, sometieron al partido a un desgaste innecesario y, como todo Madrid sabe, dejaron marcados a dirigentes socialistas que no habían sido suficientemente efusivos.

Los intentos de amedrentar a la prensa han acabado teniendo el efecto contrario al deseado. Ningún medio independiente ha dejado de publicar la información que considera relevante y ningún opinador libre ha dejado de opinar en libertad.

Las bombas de humo lanzadas para distraer a la opinión pública han terminado funcionando como bombas fétidas para el poder político. Cada vez es más amplia la intuición de que la máquina del fango tiene su sede en la calle Ferraz.

Foto: Begoña Gómez en el X aniversario de la proclamación del Rey. (EFE/Sánchez-Trillo)

Los ataques a la labor del juez Peinado han terminado siendo mucho menos eficaces de lo que podrían haber sido porque se han mezclado con exigencias –entrar por el garaje, nada de imágenes- que pueden fácilmente ser vistas por el público como imposiciones de privilegios.

El esfuerzo por mantener mudos a los socios de gobierno y de mayoría de investidura parecen estar dejando de dar sus frutos. El toque del PNV en sede parlamentaria ha sido contundente. Queda por saber cuánto tiempo seguirá callada la izquierda, tan proclive a dar lecciones de superioridad moral.

En el PSOE, como es de esperar, nadie ha abierto la boca ni lo hará. Las cosas funcionan de otra manera ahí dentro. Se habla más en los restaurantes y luego se matizan más los esfuerzos a la hora de la verdad. El vacío de poder que Sánchez provocó en su segundo infausto Comité Federal, esa orfandad, ya no será posible de reparar. Y tendrá su factura, con toda seguridad, todavía más abultada que los gastos de representación aparentemente cargados a la universidad pública desde los restaurantes de primera.

Foto: El vídeo de Begoña Gómez ante el juez como imputada. (EC)

Cualquier análisis desapasionado de la gestión de esta crisis dejará la conclusión de que la gravedad del caso Begoña Gómez no ha ido a menos sino a más y también el pronóstico de que queda bastante por llegar. A su vez, da la impresión de que el PP tiene mejor calculados sus pasos: no se les ve soltando la pieza y sí estrechando el dogal, no tienen intención alguna de precipitarse.

Del mismo, cualquier análisis objetivo en el plano de la comunicación terminará diciendo que los distintos relatos de Moncloa vienen haciéndose añicos con el pasar de los días.

El cuento de la mujer esforzada, libre e independiente ha quebrado porque metió a su marido en más de una reunión.

Foto: Begoña Gómez y Pedro Sánchez, en el X aniversario de la proclamación de Felipe VI. (EFE/Chema Moya)

La historia de “la Presidenta” que debe respetarse por su posición institucional ha quedado descompuesta porque recibió en palacio a un empresario con el que tenía tratos.

Y la película de la mártir se ha venido abajo porque la Universidad Complutense ha pedido que sea investigada por aprobación indebida, mientras denunciaba su completa opacidad.

Moncloa trata de alterar la conversación nacional con cortinas de humo que siempre terminan siendo efímeras porque este es un caso de largo recorrido y grave trascendencia.

No puede controlar la narrativa porque el núcleo del asunto es ético. Julio César supo verlo. Entendió que la reputación personal importa, pero que importa más la reputación de la institución. Comprendió que, por el bien de la República, tenía que optar entre la vida privada y la vida pública. Y tomó su decisión.

Nunca sabremos si ella fue inocente, pero la profanación del palacio dio lugar a un escándalo mayúsculo cuyo final no fue escrito en los tribunales. Es lo que nos cuenta la máquina del fango de aquella época: Cicerón, Suetonio y Plutarco.

Begoña Gómez
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