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Sánchez, Broncano, Motos y la mano negra de ZP
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Rubén Amón

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Sánchez, Broncano, Motos y la mano negra de ZP

El expresidente del Gobierno es el autor intelectual de una operación político-mediática vergonzosa que a somete RTVE al interés particular y justiciero de Moncloa

Foto: Broncano, en 'La resistencia'. (Movistar Plus)
Broncano, en 'La resistencia'. (Movistar Plus)
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Sea como sea, cueste lo que cueste. Las consignas de Moncloa para convertir a David Broncano en la némesis de Pablo Motos no hubieran prosperado nunca sin la mediación ni el impulso conceptual de Rodríguez Zapatero. Corresponde al expresidente del Gobierno la autoría intelectual de la operación mediática. Y la “solución” de neutralizar la incomodidad política de un programa familiar, El Hormiguero, que se ha permitido sobrepasar los límites del entretenimiento y contrariar la propaganda monclovense.

Zapatero propuso a Sánchez escarmentar a Pablo Motos y convertir la televisión de todos en el juguete de uno. Le hacía falta la ejecución práctica del productor televisivo José Miguel Contreras y la adhesión del Consejo de RTVE, cuyos miembros convinieron este miércoles someterse al mandato presidencial a expensas de maltratar las obligaciones del medio público.

Y no iba a permitirse Sánchez que se le sublevara el Consejo de Administración ni que se dilatara más tiempo la incertidumbre de Broncano.

Resulta aberrante que Moncloa haya diseñado la contraprogramación del espacio televisivo que más le desquicia a Sánchez. No solo por la indecorosa dimensión pecuniaria del contrato de Broncano, sino por la instrumentalización de RTVE al servicio de unos intereses particulares.

Resulta aberrante que Moncloa haya diseñado la contraprogramación del espacio televisivo que más le desquicia a Sánchez

La radio y la televisión públicas no están concebidas para competir con las cadenas privadas ni para desarmarlas. Menos aún para recortar la emisión del telediario nocturno y para avergonzar la casa con la brecha salarial. Desempeñan un servicio a los ciudadanos desprovisto de finalidades partidistas y de consignas políticas, aunque ya sabemos que RTVE y las cadenas autonómicas funcionan como terminales propagandísticas de los gobiernos que las controlan, sin distinción de épocas ni de territorios.

Sánchez no es la excepción, sino la norma llevada al extremo. Lo demuestra la ferocidad con que ha colonizado todas las instituciones. Y lo prueba la simpatía con que ha observado el plan de exterminio de Pablo Motos.

Foto: Broncano, en 'La resistencia'. (TVE)

Sería el contexto justiciero en que Rodríguez Zapatero encontró el antídoto de David Broncano como oso hormiguero. No ya sugiriendo su fichaje en la lógica del antagonismo perfecto, sino recomendando al aparato monclovense que se ejercieran las presiones convenientes en Telefónica para enfriar la renovación de la estrella en la parrilla de Movistar.

Hubiera preferido Sánchez un desenlace menos traumático y obsceno de la operación. El propósito de liquidar a un adversario mediático ha escandalizado en RTVE misma. Ha soliviantado a los trabajadores y ha dividido al Consejo de Administración. Y ha puesto en evidencia los mismos procedimientos de control y de cesarismo que el presidente del Gobierno impone en el CIS, el TC, el Tribunal de Cuentas, la Fiscalía…

No disimula Sánchez cuando se trata de protegerse o de cobrarse venganzas. Y no consiente que El Hormiguero se haya convertido en un foco de resistencia. No por la derechización que Moncloa atribuye a Motos, sino quizá porque la audiencia plural del programa de A3 desenmascara los volantazos con que Sánchez distorsiona la palabra y los principios.

No disimula Sánchez cuando se trata de protegerse. Y no consiente que 'El hormiguero' se haya convertido en un foco de resistencia

¿Qué hace un espacio de entretenimiento hablando de política? Las interrogaciones no se aplican con parecida elocuencia a los programas de significación izquierdista. La sátira pueden hacerla los aliados, pero no los adversarios, aunque urge aclarar que la hostilidad de las tertulias políticas de El Hormiguero -formo parte de ellas- nada tiene que ver con las discrepancias ideológicas ni con las orientaciones políticas, sino con el retrato de un presidente que se contradice a sí mismo y cuyo sentido irresponsable de la polarización enfrenta a la sociedad española.

Tiene muy poco de izquierdas someterse al chantaje de un partido ultraconservador y supremacista (Junts). Carece de toda dignidad progresista impulsar una amnistía cuya letra discrimina a los ciudadanos. Fue Sánchez quien renegó de ella, igual que los indultos, la reforma del código penal (malversación, sedición) o los acuerdos con Bildu.

Foto: Pablo Motos, en 'El hormiguero'. (Antena 3)

Le molestan a nuestro presidente los espejos. Y pretende desfigurarlos malintepretando el fichaje de Broncano. Un tipo brillante, un comunicador inteligente y provocador a quien no conviene en absoluto que sus benefactores lo hayan convertido en una marioneta del régimen.

El desafío de Broncano no solo consiste en sobreponerse a la presión que implica descarrilar al programa de más éxito de la televisión nacional, sino en emanciparse de los padrinos -Sánchez, ZP, Contreras- que lo perciben como un instrumento político diseñado en el laboratorio de los horrores.

Sea como sea, cueste lo que cueste. Las consignas de Moncloa para convertir a David Broncano en la némesis de Pablo Motos no hubieran prosperado nunca sin la mediación ni el impulso conceptual de Rodríguez Zapatero. Corresponde al expresidente del Gobierno la autoría intelectual de la operación mediática. Y la “solución” de neutralizar la incomodidad política de un programa familiar, El Hormiguero, que se ha permitido sobrepasar los límites del entretenimiento y contrariar la propaganda monclovense.

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