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Sánchez se esconde de Ábalos en el fin del mundo

La gravedad de la guerra comercial más la amenaza de Putin desplazan el centro de gravedad lejos de los escándalos domésticos, pero cada vez resulta menos sostenible despistar la implicación de la Moncloa en las fechorías del exministro

Foto: Pedro Sánchez en Pekín. (Moncloa/Fernando Calvo)
Pedro Sánchez en Pekín. (Moncloa/Fernando Calvo)
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Comprendamos a Sánchez y agradezcamos su mediación en la batalla del Apocalipsis. Es una ordinariez reclamarle explicaciones sobre las novedades del caso Ábalos cuando el peligro de un conflicto militar -Rusia- redunda en la evidencia de una guerra comercial que opone EEUU a China.

Y es una desgracia que el duelo haya sorprendido a nuestro presidente fuera de juego. La tregua de Trump y la UE descoloca la apuesta de Sánchez y desautoriza el movimiento geoestratégico, aunque el exotismo de la gira asiática encubre sus obligaciones con los escándalos domésticos.

Sánchez no ha explicado todavía por qué sacrificó a José Luis Ábalos en 2021 y por qué lo rehabilitó en 2023. Tampoco ha ofrecido respuesta alguna respecto a los pormenores de la corrupción en que incurría su lugarteniente. Ni para hablar de los detalles estrafalarios —la furgoneta, las putas, las sobrinas, el chalé, el parador— ni para responder de las actividades de comisionista cuando sobrevino la salvación de AirEuropa.

Foto: Pedro Sánchez visita una empresa de hidrogeno verde. (EFE) Opinión
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Y puede que estuviera justificada la reanimación de la compañía aérea en términos estratégicos, pero la eventual mediación de la "primera dama", la implicación nuclear de Aldama y el "sobre" que habría percibido el ministro plenipotenciario documentan un escándalo político insoportable.

Razones habría para exigir la dimisión del presidente si no fuera porque el PP la reclama cada diez minutos. O si no fuera porque Sánchez ha aprovechado las secuelas del shock planetario para sustraerse a las explicaciones y las obligaciones. Trata de probarse que el caso Ábalos es una minucia folclórica en comparación con el advenimiento del fin del mundo. Las prioridades de ultramar anestesian el hedor de nuestras cloacas.

Foto: Sánchez recibe a Feijóo en Moncloa. (EFE) Opinión

Y Pedro Sánchez no puede dedicar sus energías ni su tiempo a la trama vergonzosa que acecha la reputación del Gobierno y la idiosincrasia del PSOE, ni siquiera cuando ha sido la UCO —y no la prensa antipatriótica— la fuente de la que provienen los nuevos delitos que habría cometido el secretario de organización del partido, el ministro de confianza, el artífice de la operación regeneradora que destronó a Rajoy de la Moncloa.

La ignorancia y la ingenuidad en que parecía desenvolverse Sánchez resulta cada vez más insostenible. Porque la ceguera del patrón socialista equivale, en realidad, a la negligencia y a la complicidad. Más todavía cuando la aparición de Begoña (sin apellido) en los informes de la UCO sugiere el tráfico de influencias y sofistica la trama al inflamable ámbito monclovense.

Le conviene a Sánchez la irrupción de una congoja planetaria que relativiza el prosaísmo de los asuntos domésticos. Y no es que la guerra comercial o la amenaza de Putin se hayan improvisado como si fueran cortinas de humo, pero distraen el escenario, desplazan la jerarquía de las obligaciones.

Foto: Albares sale cabizbajo de una rueda de prensa. (EFE) Opinión

Se diría que el timonel de la Moncloa se ha embozado en la misma indumentaria disuasoria que utilizó la exmujer de Koldo en la comisión parlamentaria. Patricia Úriz se disfrazó de beduina, de Isadora Duncan para sustraerse al escrutinio de las señorías. Y Sánchez hace lo mismo encubriéndose en los asuntos de extrema urgencia y máxima gravedad, como si el peligro del Armageddon permitiera neutralizar el caso Ábalos.

Conviene tomárselo muy en serio por muy fascinante que nos resulten los detalles pintorescos y extravagantes que adulteran la trama. Los brochazos de celtiberismo nos distraen de las corruptelas y decantan una vertiente lúdica que debería estremecernos, avergonzarnos, en lugar de divertirnos.

La propaganda oficialista utiliza todos los recursos para eludir la implicación implícita o explícita de Sánchez, empezando por la idea según la cual el escándalo se circunscribe a la desfachatez de un exministro y al comportamiento delictivo de sus costaleros y de sus matones.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Juan Medina) Opinión
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Es un relato voluntarista que se resiente de las evidencias policiales y judiciales. Y que pretende cauterizar los daños en un ámbito de responsabilidad inverosímil. Por eso resulta más atractivo trasladar el centro de gravedad al peligro de un cataclismo. ¿Qué importancia puede tener Koldo cuando las bolsas tocan fondo? ¿Qué razones hay para hablar de Ábalos o de Begoña cuando los cañones de Vladimir apuntan al Báltico?

La actualidad internacional permite a Sánchez fingir una distancia, sustraerse al avispero doméstico, pero su obsesión en silenciar e intimidar a la prensa y a la justicia demuestran que el fantasma de Ábalos se le aparece todas las noches.

Comprendamos a Sánchez y agradezcamos su mediación en la batalla del Apocalipsis. Es una ordinariez reclamarle explicaciones sobre las novedades del caso Ábalos cuando el peligro de un conflicto militar -Rusia- redunda en la evidencia de una guerra comercial que opone EEUU a China.

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