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Empieza el baile por la alcaldía de Barcelona
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Josep Martí Blanch

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Empieza el baile por la alcaldía de Barcelona

En Barcelona ya se calienta en las bandas con la esperanza de arrebatarle a Ada Colau el trono de alcaldesa

Foto: La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. (EFE/Marta Pérez)
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. (EFE/Marta Pérez)

Comienza a desperezarse la maquinaria municipal de los partidos de cara a las elecciones de 2023. Hay que lubricar los engranajes y calentar motores. Formalmente, los partidos afirman tener la cabeza en el presente, pero mayo de 2023 está a la vuelta de la esquina y conviene desentumecer la musculatura.

En Barcelona ya se calienta en las bandas con la esperanza de arrebatarle a Ada Colau el trono de alcaldesa. El partido de Carles Puigdemont, JxCAT, ya ha hecho público que no hay más aspirante que Elsa Artadi en las primarias que había convocado la formación y que, por tanto, ella será la cabeza de cartel en las próximas municipales. Artadi ya se estrelló en las anteriores municipales perdiendo cinco de los 10 concejales que le había dejado Xavier Trías en herencia. El principal problema de Artadi es que los vaivenes ideológicos de su formación restan credibilidad a su discurso, percibido además como afectado e impostado y, por tanto, poco creíble. JxCAT ha insistido en que el hecho de que ningún otro militante haya querido competir con ella en las primarias es una clara muestra de liderazgo. Hay otra forma de verlo. Las expectativas de JxCAT en Barcelona son entre malas y malísimas y nadie ha querido subirse a la hoguera sabiendo que quizá vayan a prenderle fuego.

Foto: Manifestación contra la gestión de Ada Colau. (Joan Mateu Parra) Opinión

En el PSC, formalmente el candidato es Jaume Collboni y la consigna es que no ha llegado el momento todavía de crear un ambiente preelectoral, entre otros motivos porque los socialistas forman parte, aunque a veces hasta intenten disimularlo, del Gobierno de Ada Colau. Pero hay amenazas sobre la hipotética candidatura de Collboni, que no para de insistir en su predisposición y voluntad para ser el alcaldable del PSC.

Y es que los estrategas socialistas dan por hecho que van a ser muy pocos votos los que marquen la diferencia entre ganar o perder las elecciones. Consideran que la pelea entre ERC, En Comú Podem y el PSC puede acabar en un triple empate y que en esta tesitura cualquier voto puede marcar la diferencia.

Así que es muy probable que quien decida finalmente el candidato socialista sea la demoscopia preelectoral. ¿Una operación en el Ayuntamiento de Barcelona como la que propició que el exministro de Sanidad Salvador Illa acabara convertido en candidato de la Generalitat? Puede ser. Y situados en esta hipótesis, aparece ya en las quinielas la nueva delegada del Gobierno en Cataluña, Maria Eugenia Gay, que según explican los mismos socialistas se ha subido a su barco para ayudarles a “ensanchar” su espacio. ¿Gay ha dejado la presidencia del Colegio de Abogados para asumir un cargo representativo y sin prácticamente competencias en Cataluña? Ya se verá. De momento, los socialistas lo niegan, pero también negó Salvador Illa en TVE que iba a ser candidato a la Generalitat 24 horas antes de hacerse pública la noticia.

Foto: Ada Colau, Jaume Collboni, Ernest Maragall, Elsa Artadi. (EFE/Quique García)

En ERC, sí resulta más creíble que su apuesta definitiva siga siendo Ernest Maragall, que ya ganó los últimos comicios aunque sin margen suficiente para acceder a la alcaldía, que le acabó arrebatando Colau. Los republicanos están obsesionados con Barcelona y con el área metropolitana. Sus grandes adversarios en esta zona —cuatro millones de personas en muy pocos municipios— son los socialistas. Por población y presupuestos, esta es una batalla que para la salud de un partido en todos los sentidos —poder, presupuestos y liberados— es tan importante como la Generalitat. Lo cierto es que Ernest Maragall se ha desdibujado en los últimos meses y lo que en su día parecía una alternativa clara a Ada Colau empieza a dar señales de agotamiento. El trágala de aprobar los presupuestos de la alcaldesa, tras haber anunciado un no rotundo (era el peaje que debía pagar ERC para aprobar a su vez los de la Generalitat con el apoyo de los comunes), le ha dejado en estado de 'shock' y desaparecido.

Por su parte, Ada Colau anda en teoría deshojando la margarita. Todo hace prever que finalmente dará el 'sí quiero' a repetir en las elecciones. Apuntemos que según el código ético con el que accedió a la política —máximo dos mandatos en el cargo— las bases de su formación deben validar la excepción para optar a una tercera reválida. Pero Colau encaja perfectamente en el manual de comportamiento que tiene como primer mandamiento este: “Estrecho para los demás, ancho para mí”. También, de aplicarse el código ético que tanto exhibió en su día y exigía a los demás, debería haber dimitido tras conocerse su imputación en el caso de las subvenciones municipales concedidas arbitrariamente bajo su mandato. Ya sabemos cómo funciona esto: haz lo que yo digo, no lo que yo hago. Asuntos judiciales al margen, la opinión mayoritaria es que Ada Colau ya ha perdido, a estas alturas, lo que tenía que perder en votos y que mantiene un suelo firme de fieles que le permitirá, si finalmente se presenta, disputar la alcaldía hasta el último momento a republicanos y socialistas, los otros dos únicos aspirantes de verdad. Empieza el baile.

Comienza a desperezarse la maquinaria municipal de los partidos de cara a las elecciones de 2023. Hay que lubricar los engranajes y calentar motores. Formalmente, los partidos afirman tener la cabeza en el presente, pero mayo de 2023 está a la vuelta de la esquina y conviene desentumecer la musculatura.

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