Pesca de arrastre
Por
España rica, España pobre
La propuesta de informe conjunto sobre empleo de la Comisión y del Consejo es un verdadero jarro de agua fría en algunos aspectos que afectan al núcleo de las condiciones de vida en España
Se vino el Gobierno arriba con el masaje de la revista The Economist coronando a España como la mejor economía avanzada en 2024, siguiendo la estela de organismos internacionales que también vienen ensalzando y alabando desde hace tiempo el sólido comportamiento del crecimiento económico de nuestro país. A decir verdad, la euforia desatada por The Economist fue en algunos casos tan exagerada que evidenciaba algunos tics de paletismo patrio: “¡Oh, la prensa internacional ha dicho….!
Pero la alegría no dura mucho en la casa del pobre. Así que la Unión Europea ha venido a chafarnos la guitarra y a poner las cosas en su sitio. Su propuesta de informe conjunto sobre empleo de la Comisión y del Consejo es un verdadero jarro de agua fría en algunos aspectos que afectan al núcleo de las condiciones de vida en España. Un tortazo para el Gobierno de los que hacen pupa. Muy doloroso porque afecta al pilar del discurso del Ejecutivo: su afán progresista en favor de las capas de población menos favorecidas económicamente.
Dice el informe que en 2023 el porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social creció hasta el 26,6% entre la población en general en España, alcanzando el 34,5% entre los niños (la media europea es 21,3% y 24,8% respectivamente). El informe también deja claro que nuestros mecanismos de redistribución de la riqueza no funcionan. El impacto de las transferencias de renta en la reducción del riesgo de pobreza ha decrecido durante dos años consecutivos. De nuevo, es en la pobreza infantil donde la avería del sistema de redistribución y transferencias de renta resulta más evidente (la eficacia se cifra en un 17% para España y un 41,4% para la media comunitaria). En lo tocante a los niños, sí estamos mejor que la media europea en atención sanitaria. Pero en general, la Comisión enciende la luz roja y señala que España está en una situación crítica en estos aspectos.
Algunos de estos datos ya venían referidos en el informe de Eurostat del mes de junio. Supimos entonces que España era oficialmente el tercer país europeo con mayor riesgo de pobreza, sólo por detrás de los rumanos y los búlgaros. Incluso superábamos en esta lastimosa competición a los griegos. ¿Los griegos? Sí, los parias de Europa de hace una década tienen menos riesgo de pobreza y exclusión social que nosotros.
No son pues tiempos de vino y rosas, por mucho que diga The Economist. Y es que el crecimiento del PIB o la fortaleza del mercado de trabajo en la parte baja de la pirámide salarial copada mayormente por inmigrantes, puede no decir mucho sobre la mejoría o empeoramiento de las condiciones de vida de la población en su conjunto.
Esta teórica contradicción se advirtió claramente en los meses previos a las elecciones estadounidenses. ¿Cómo podía ser que, a pesar de crecer notablemente la economía durante el mandato de Biden, hubiese tanto malestar entre la ciudadanía por la situación de los bolsillos particulares? La explicación estaba a la vista de quien quisiera verla: la inflación y la paradoja del PIB.
¿De qué crecimiento estamos hablando cuando leemos The Economist? De un tiempo a esta parte abundan las aportaciones de especialistas del mundo económico que alertan sobre esta cuestión. Artículos recientes de economistas como Miquel Puig, Jordi Galí y otros insisten en el poco o nulo sentido que tiene valorar la curva del progreso real tomando como referencia el crecimiento del PIB. Una cosa es el tamaño del pastel y otra distinta cuántos debemos comer directamente de él.
Luis Garicano, Jesús Fernández Villaverde y Tano Santos firmaron en El Confidencial el día 12 del presente la primera entrada de Un manifiesto por el crecimiento en el que situaban como un grave problema el crecimiento basado en la inmigración masiva y no en la mejora de la productividad.
Crecer mal no es crecer. Aunque así lo parezca si uno se queda en la epidermis del crecimiento. Sin mejora de las condiciones de vida de la población en su conjunto no hay crecimiento que valga. Y es esto último lo que se supone que ha de preocuparle al Gobierno.
Como el progresismo se demuestra andando y no sermoneando, estamos seguros que el Ejecutivo leerá con la misma atención que dedicó a The Economist el informe de la Comisión y del Consejo. Aunque mucho nos tememos que, como no sirve para armar una campaña publicitaria progubernamental, pasará sin pena ni gloria. Y es una lástima porque dice cosas muy serias. Tanto que debiera servir para encender algunas alarmas, al menos las de la pobreza infantil. Pero ni eso.
Se vino el Gobierno arriba con el masaje de la revista The Economist coronando a España como la mejor economía avanzada en 2024, siguiendo la estela de organismos internacionales que también vienen ensalzando y alabando desde hace tiempo el sólido comportamiento del crecimiento económico de nuestro país. A decir verdad, la euforia desatada por The Economist fue en algunos casos tan exagerada que evidenciaba algunos tics de paletismo patrio: “¡Oh, la prensa internacional ha dicho….!
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