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Pesca de arrastre
Por
El PP niega a Vox asientos en el Consejo de Ministros de un futuro Gobierno
Feijóo clona la estrategia de la derecha portuguesa para hacer creíble su nuevo viaje al centro y evitar los riesgos que lastraron sus resultados en las generales de 2023
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El PP acierta en su estrategia a la portuguesa. Nada de pactar con Vox un gobierno de coalición. Se gobernará en solitario o repetición electoral. Apoyos externos sí, de todos menos de Bildu. Pero nada de sentar a otras siglas en el Consejo de Ministros.
No hay elecciones convocadas, pero como si las hubiera. El debate ya está situado en los acuerdos a los que obligará una futura aritmética parlamentaria de la que no tenemos ni idea. Pero el PP domina en estos momentos la agenda, así que es normal que la discusión pública se centre en las cuestiones que interesan a los populares. Y al partido de Feijóo lo que le interesa ahora es hacer creíble esta estrategia de desacople de Vox. Romper la convicción común de que el binomio PP-Vox es inevitable para que Feijóo llegue a la Moncloa. Una convicción mayoritaria que le hizo mucho daño a los populares en las generales de 2023.
El centro reformista que dice ser el PP necesita para hacerse creíble este discurso de alejamiento de Vox. Que no quepan dudas de que Santiago Abascal no será vicepresidente de España si el presidente es Feijóo. Las elecciones se ganan llevando a los tuyos a las urnas, pero sobre todo desmovilizando a los de tu adversario. El compromiso de no pactar con Vox en un hipotético escenario poselectoral alivia la presión del votante izquierdista crítico, desengañado o enfadado con Pedro Sánchez, que puede quedarse en casa sin pensar por ello que con ese gesto está abriendo la puerta a un gobierno en el que también esté la ultraderecha.
El nuevo viaje al centro de los populares necesitaba corporeidad estratégica. La renuncia a Vox como socio de gobierno se la proporciona. Requería también como paso previo la aceptación de la ultraderecha como algo estructural y acabar con la fantasía de que al PP le bastaba endurecer el tono para devolverla a la marginalidad. La apuesta discursiva de Feijóo centrada en "derribar los muros" y "gobernar para todos" supone la renuncia por parte del PP a la política de bloques y la asunción por parte de los populares de algo necesario: que han de fijar su propio camino mirando al frente y no sólo por el retrovisor pendientes de lo que hagan las gentes de Abascal.
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Naturalmente esto no quiere decir que el PP no tenga en cuenta la estrategia que desarrollen los voxeros, pues hay voto frontera entre ambas formaciones. Pero ahí también el PP parece haber encontrado la fórmula con el clásico sistema de altavoces por los que se emite música con arreglos diferentes. Feijóo, intentando desprender un aire ya presidencial e institucional, pinchará a partir de ahora música popular bailable para todos los públicos en la pista principal. Y en las pistas menores, otras voces -de José María Aznar a Isabel Díaz Ayuso- harán sonar temas más duros y guitarreros, con el doble objetivo de taponar la fuga de votos a Vox de quienes puedan considerar que el PP es más que nunca la derechita cobarde y, en paralelo, seducir incluso a votantes de ultraderecha que puedan conectar con discursos más vehementes, aunque no sea Feijóo quien los pronuncie.
En el debate ideológico el PP también parece haber dado con la tecla correcta. Endurecer el discurso referido a la inmigración no es incompatible con ese centro en el que afirma pretender anclarse. Si una primera ministra socialdemócrata, como es el caso de la danesa Mette Frederiksen, estrena su presidencia europea de turno con propuestas que bien podría firmar la ultraderecha, es fácil de entender que el PP pueda apropiarse de propuestas de Vox sobre el mismo tema sin que eso le reste credibilidad "centrista". Exactamente lo mismo sucede en asuntos como la educación o la seguridad ciudadana. En cambio, en aquellos temas en los que los populares intuyen que la sociedad no se ha movido, o no lo suficiente, Feijóo ha decidido pasar de largo y orillar debates que comportan un riesgo excesivo. Por ejemplo, las guerras del aborto, de la eutanasia, del género y otras cuestiones de anclaje similar que las libre Vox si quiere.
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Que el PP no pueda renunciar a los votos de Vox en caso de necesitarlos es visto desde la izquierda como una rendición a la ultraderecha. Pero es que a lo máximo que puede llegar la formación popular es a esa promesa de no sentarlos en el Consejo de Ministros. Para ir más allá, España debería ser otra y funcionar el compromiso bidireccional de que si se ganan las elecciones se dejará gobernar al más votado. Hasta que no seamos Alemania, la derecha convencional - ¡perdón, el centro reformista! - no puede hacer otra cosa, pues equivaldría a renunciar a la legítima aspiración de gobernar.
Ha decidido Feijóo que quería también una gatera en su proyecto para, llegado el caso y contra la opinión del líder de su partido en Catalunya, Alejandro Fernández, cerrar acuerdos con los soberanistas. Deja para Vox el camino expedito para reivindicarse como la única formación que se opone radicalmente a esta posibilidad. A cambio, alguien que como Feijóo insiste en que aspira a gobernar solo, pero que sabe lo lejos que queda la posibilidad de una mayoría absoluta, gana algo de margen de maniobra para un escenario poselectoral que, al final, vendrá determinado por la aritmética resultante del escrutinio. Aun así, insistimos que estamos no más que ante una gatera, no una puerta. Sigue siendo difícil imaginar un escenario de fluidez en una hipotética relación PP-Junts.
Feijóo ha cerrado su particular compás de espera ayudado por la degradada e imposible situación del PSOE. Y lo ha hecho utilizando como ariete el que ha sido el principal argumento de legislatura de Pedro Sánchez: el muro que el presidente levantó en su sesión de investidura. Dicen los populares que lo derribarán para gobernar para todos. Desplazar a Vox a la categoría de apoyo parlamentario, pero bajo ningún concepto socio de gobierno, es el único modo de hacer creíble esta estrategia.
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No obstante, al final y como siempre, serán los resultados de unas elecciones que ni siquiera están convocadas los que determinarán lo posible y lo imposible. En el mientras tanto, recordémonos que, aunque estos días parezca ya lo contrario, el PP sigue de momento en la oposición y Feijóo todavía no es presidente de España, sólo de su partido.
El PP acierta en su estrategia a la portuguesa. Nada de pactar con Vox un gobierno de coalición. Se gobernará en solitario o repetición electoral. Apoyos externos sí, de todos menos de Bildu. Pero nada de sentar a otras siglas en el Consejo de Ministros.