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El arma alemana para la negociación con el sur de Europa
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Esteban Hernández

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El arma alemana para la negociación con el sur de Europa

Una sentencia del Tribunal Constitucional alemán ha puesto en jaque al BCE y a la misma Unión Europea. No es una simple anécdota, forma parte de la desglobalización

Foto: Angela Merkel conversa con Stephan Harbath, miembro del Tribunal Constitucional Federal. (EFE)
Angela Merkel conversa con Stephan Harbath, miembro del Tribunal Constitucional Federal. (EFE)

Las habituales discusiones sobre el futuro de la Unión Europea y del euro suelen poner el acento en las tensiones con los países del sur y en el creciente sentimiento antieuropeo en Estados como el italiano o el francés, que son interpretados desde la ausencia de responsabilidad de sus gobernantes, que no se prepararon correctamente en tiempos mejores para situaciones de crisis y ahora invocan la solidaridad de la UE para no hacer frente a las consecuencias de sus actos.

Esta perspectiva, junto con las habituales discusiones sobre los populismos y sus recetas sencillas para problemas complejos, las extremas derechas y su papel en las tensiones europeas y demás clichés al uso, suele desplazar fuera de escena uno de los factores más relevantes a la hora de entender hoy la UE.

El nuevo orden

Empezando por el principio, estamos en un proceso generalizado de desglobalización al que Alemania no es inmune. Constatemos que la globalización se rompió por arriba, que fue la potencia hegemónica la que dio el primer paso hacia un nuevo orden. El nombramiento de Trump impulsó el deseo de EEUU, sumido en su lucha con China, de iniciar el repliegue nacional y de desligarse del orden internacional vigente.

Las consecuencias de la desglobalización están influyendo en muchos órdenes, y la sentencia del TC alemán es un buen ejemplo

La desglobalización significa muchas cosas, pero la principal de ellas es el intento de las potencias dominantes de reescribir las reglas de la relación internacional en su favor. Las consecuencias de este giro se aprecian claramente en terrenos como el comercial, el militar o el financiero, y afectan a la relación de EEUU con China, por citar el asunto principal. Pero también golpean la UE.

Un plazo de tres meses

Un buen ejemplo de desglobalización, entendida de esta manera, es la sentencia del Tribunal Constitucional de Alemania, que declara parcialmente inconstitucional el programa de compra de bonos del Banco Central Europeo (BCE), y demanda que la institución presidida por Christine Lagarde aclare, en un plazo máximo de tres meses, si los objetivos del programa (PSPP) “no son desproporcionados”. Si esa justificación no llega o no es convincente, el Bundesbank no participará “en la implementación y ejecución” de las decisiones del BCE.

La sentencia ha dejado en entredicho la voluntad alemana de encontrar una salida conjunta a la crisis: los mercados han anotado el mensaje

La sentencia es muy relevante por varios motivos. El primero de ellos, económico, por los riesgos a los que expone al BCE y a los países que están sometidos al programa de compra de deuda. Si el Bundesbank forzase al BCE a abandonarlo, las consecuencias para tales países y para el euro serían de muy amplio calado. Si el BCE decidiera seguir adelante con él pero sin la participación de Bundesbank, los mercados recibirían una señal obvia de debilidad, y los riesgos serían notables. Si todo se recondujera, como es de esperar, el daño estaría hecho, porque ha dejado en entredicho la voluntad alemana de encontrar una salida conjunta a esta crisis y los mercados están captando el mensaje.

Las consecuencias

En el ámbito europeo, también tiene consecuencias notables. En su sentencia del 11 de diciembre de 2018, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea falló sobre este asunto y sostuvo que la decisión del BCE sobre el programa de compra de deuda soberana, así como sus enmiendas posteriores, estaba dentro del ámbito de las competencias del BCE. El tribunal alemán pone en duda la sentencia del TJUE y la misma acción del BCE, por no estar sujeta al principio de proporcionalidad. En esencia, entiende que la acción del BCE se ajusta a su mandato, pero que, al no realizar una evaluación y valoración general sobre sus consecuencias, y al “ignorar por completo todos los efectos de política económica derivados del programa”, estaría vulnerando el principio de proporcionalidad.

El BCE estaba legitimado para tomar la medida que adoptó, pero ignoró todos los efectos que produciría sobre la política económica

En otras palabras, el tribunal nacional afirma que la sentencia del tribunal europeo carece de valor y que la acción del BCE no se ajusta a derecho, y que por tanto no se siente vinculado ni por una ni por otra: el país más importante de la Unión le dice a la Unión que quien evalúa sus acciones en última instancia es él; y, en segundo lugar, que si bien el BCE estaba legitimado para tomar la medida que adoptó, al ignorar los efectos que puede producir en la política económica, no va a participar en ella (salvo que la justifiquen en tres meses).

De haberlo sabido…

Esto es grave. De haberlo sabido antes, muchos países podíamos habernos negado a cumplir las decisiones que venían de Europa, así como las sentencias de sus tribunales, con el argumento de que no se tenían en cuenta todos los efectos que causaban. Por citar un ejemplo manido, las decisiones europeas que obligaban a desarrollar políticas de austeridad podían ser legítimas y cumplir con la función para la que fueron dictadas, pero como no eran proporcionales porque no valoraban todos los efectos que causaban (desempleo, disminución de la frecuencia y calidad de los servicios públicos, dificultades para impulsar la economía nacional), no las íbamos a cumplir. Es una sentencia que sienta un precedente muy oscuro para la UE.

La sentencia, con su amenaza de no participar en el programa de compra de deuda del BCE, servirá a Alemania como instrumento de negociación

Sin embargo, lo más normal es que todo se quede en el ámbito político. Es probable que el problema que ha creado el Tribunal Constitucional alemán se solucione pronto (en tres meses máximo), pero mientras tanto, servirá como instrumento a los países del norte, empezando por Alemania, para amenazar a los del sur con no participar en el programa de compra de bonos del BCE si estos no cumplen con su voluntad. Será un arma poderosa de negociación de los Estados más fuertes contra los más débiles.

Una visión ingenua

El momento europeo se parece sospechosamente al internacional. EEUU no ha roto la globalización, es demasiado dependiente de ella como para dar ese salto en estos instantes, pero lleva años reorganizando sus relaciones para que le sean más favorables, para tener la suficiente fuerza y que la dependencia exista en una sola dirección, en la suya. En eso está consistiendo su política exterior. Alemania está en esa misma posición respecto de la UE: no quiere romperla, pero sí redirigirla hacia extremos que le sean más favorables.

Suele decirse que, a la hora de tejer la salida de una situación tan complicada como es esta crisis, Alemania y Holanda están presionados por sus electorados y por las extremas derechas crecientes, lo cual les impide ser más flexibles y recurrir a deuda perpetua o a coronabonos. Pero es una visión ingenua. No es la extrema derecha, es el Gobierno alemán. Porque en eso consiste la desglobalización, en deshacer las reglas de funcionamiento común cuando no te interesan o benefician. Eso es lo que hizo EEUU, y esa es la tentación alemana respecto de Europa. La sentencia es un paso más en esa dirección.

Las habituales discusiones sobre el futuro de la Unión Europea y del euro suelen poner el acento en las tensiones con los países del sur y en el creciente sentimiento antieuropeo en Estados como el italiano o el francés, que son interpretados desde la ausencia de responsabilidad de sus gobernantes, que no se prepararon correctamente en tiempos mejores para situaciones de crisis y ahora invocan la solidaridad de la UE para no hacer frente a las consecuencias de sus actos.

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