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La España imaginaria, la crisis de verdad
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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La España imaginaria, la crisis de verdad

Así no hay quien se imagine un Gobierno español coordinado, ni una oposición que lo apoye, ni siquiera mientras se nos va desmoronando el orden geopolítico mundial

Foto: La secretaria general de Podemos y ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra. (Europa Press)
La secretaria general de Podemos y ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra. (Europa Press)
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El mundo está en vilo por los rehenes secuestrados por Hamás y la crisis humanitaria en Gaza. También por las amenazas de Irán a Israel en plena visita del presidente Biden a Netanyahu. Hay cada vez más nerviosismo por lo que pueda pasar en Líbano y en Egipto, porque el riesgo de una escalada violenta en Oriente Próximo es cada vez mayor y sus consecuencias tanto humanitarias como económicas y políticas pueden ser devastadoras. Mientras tanto, las rencillas internas de la política española campan a sus anchas en su estrechez de miras.

Así que mientras se nos va desmoronando el orden geopolítico mundial, el mundo no está en vilo por lo que diga la ministra Ione Belarra ni lo que le responda la oposición. Aun así, cabe imaginar cómo sería tener un país en el que el Gobierno actuara con una sola voz, al menos en las grandes crisis internacionales, y una oposición capaz de sumarse al consenso.

En ese país imaginado, no habría unos ministros de la coalición azuzando una crisis diplomática con Israel por acusarlo de genocidio y otros ministros gastando esfuerzos en acercar posturas al tiempo que aclaran las falsedades del comunicado de la embajada de Israel, que lo acusaba de alinearse con Hamás. En vez de esto, habría un Gobierno coordinándose sin fisuras, centrándose en que la voz de España en el mundo se escuchara alto y claro.

Para ello, convendría que centrase esfuerzos, en vez de en crisis diplomáticas en propia puerta, en unir fuerzas para prevenir una escalada del conflicto. En ese Gobierno imaginado, todos habrían condenado desde el primer momento y tajantemente el ataque terrorista de Hamás, sin el parapeto de criticar “todas las violencias”.

Foto: La policía observa la protesta de los miembros de la Asamblea Nacional Judía (NJA) ante la sede de la BBC en Londres. (EFE/EPA/Andy Rain)

Mientras tanto, en el Gobierno de verdad, las ministras de Podemos tienen todo el derecho a defender la causa palestina y condenar que Israel bombardee civiles en Gaza, hay un clamor internacional cada vez mayor a medida que se agrava la crisis humanitaria. Sin embargo, imaginemos por un momento que en una situación internacional tan delicada actuaran en fondo y forma como representantes del Estado en vez de como portavoces de un partido con más tendencia a repartir carnés de la-verdadera-izquierda que a mantener lealtades.

Montero y Belarra se han manifestado a favor de Palestina, pero nunca se han alineado con Hamás. Imaginemos, por tanto, que cuando un país como Israel acusa a miembros del Ejecutivo español de “alinearse con el terrorismo”, el líder de la oposición no lo aprovechara para desacreditar al Gobierno en funciones, sino que pidiera mesura y respeto para las instituciones españolas.

La oposición imaginaria

Puestos a imaginar, imaginemos también una oposición que entendiera lo delicado del momento y no utilizase un conflicto internacional de dimensiones aún desconocidas para rebañar su cuota diaria de cizaña doméstica con vistas a la investidura. Imaginemos que en vez de pensando en el corto plazo, desde la oposición se forjaran posturas de Estado que no cambiaran en cada legislatura.

Foto: Pedro Sánchez, en la comparecencia posterior a la reunión de Granada. (EFE/Francisco J. Olmo)

Imaginemos que PP y PSOE se pusieran de acuerdo en el reconocimiento de Palestina como Estado. Un momento, eso no hace falta imaginarlo, sino recordarlo. Ya pasó en el Congreso y por unanimidad en 2014, cuando el presidente del Gobierno era Mariano Rajoy. Imaginemos un líder de la oposición capaz de defender con la misma contundencia que no cabe equidistancia ni contra el terrorismo de Hamás ni con el respeto al derecho internacional humanitario por parte de Israel.

El mundo tampoco está en vilo por lo que en España diga Alberto Núñez Feijóo, pero imaginemos ya de paso un país con una oposición que en medio de una crisis internacional se suma a la postura oficial del Gobierno, que en política internacional es la que marcan el presidente del Gobierno y el ministro de Exteriores, y que desde los atentados de Hamás ha estado alineada tanto con Estados Unidos como con la Unión Europea.

Foto: Yolanda Díaz, José Manuel Albares y Pedro Sánchez. (EFE/Mariscal)

Si el mundo no está en vilo ni por la descoordinación del Gobierno de coalición ni por lo que responda el líder de la oposición, mucho menos por lo que tuitee el diputado Santiago Abascal. El líder de Vox ha aprovechado que ha habido un atentado yihadista en Bruselas para exigir que España paralice los trámites de nacionalidad de todos los extranjeros de origen musulmán, de todos, acusándolos sin distinción y solo por su origen de ser terroristas en potencia. Difícil encontrar mejor ejemplo para hacerse una idea de cómo de mezquina puede volverse la utilización de la coyuntura internacional para intereses partidistas de corto alcance.

La solución que propone el líder de Vox es “abatir a todos los desalmados que traen odio”. Por desalmados se refiere a musulmanes, claro. Propone abatirlos antes incluso de que maten a un solo inocente. Así no hay quien imagine a Vox frenando la escalada de violencia ni jugando un papel constructivo en la resolución de conflicto internacional alguno.

Por lo menos es fácil imaginarse qué papel jugaría Abascal si hubiera pasado a formar parte de un Gobierno de coalición. Tanto que así no hay quien se imagine un Gobierno español que actuara con una sola voz, ni una oposición que lo apoye, ni siquiera en las grandes crisis internacionales que mantienen al mundo en vilo.

El mundo está en vilo por los rehenes secuestrados por Hamás y la crisis humanitaria en Gaza. También por las amenazas de Irán a Israel en plena visita del presidente Biden a Netanyahu. Hay cada vez más nerviosismo por lo que pueda pasar en Líbano y en Egipto, porque el riesgo de una escalada violenta en Oriente Próximo es cada vez mayor y sus consecuencias tanto humanitarias como económicas y políticas pueden ser devastadoras. Mientras tanto, las rencillas internas de la política española campan a sus anchas en su estrechez de miras.

Conflicto árabe-israelí
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