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No, el feminismo no está saliendo de esto más fuerte
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Marta García Aller

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No, el feminismo no está saliendo de esto más fuerte

Si las víctimas recurren a las redes porque no se sienten arropadas por el sistema difícilmente el anonimato puede ser motivo de orgullo, sino más bien una muestra del enorme trabajo que queda por hacer

Foto: La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social y líder de Sumar, Yolanda Díaz. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social y líder de Sumar, Yolanda Díaz. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
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El juez ya ha admitido la denuncia por agresión sexual de Elisa Mouliaá contra Íñigo Errejón. Pero antes de que la actriz llegue al Juzgado de Instrucción número 47 de Madrid a declarar, las redes sociales ya han dictado sentencia. Están los que creen que la actriz lo que tuvo fue una mala cita y ha sacado las cosas de quicio, a quienes les parece que lo que relató en su denuncia es prueba más que suficiente para meter al exdiputado en la cárcel. Y cada vez que Mouliaá hace unas declaraciones sin que la asesore ningún abogado, unos se echan las manos a la cabeza y otros se las frotan.

La actriz denunció a Errejón por agredirla en la fiesta en la que se conocieron en septiembre de 2021. Acusa al exportavoz de Sumar de haberla cogido “fuertemente” del brazo y de llevarla “por la fuerza” hasta una habitación cuya puerta cerró con llave “para que no pudiese escapar”. Ella declara que no dio su consentimiento cuando él la empujó sobre la cama y empezó a besarla y tocarla. Eso fue en una fiesta. Sin embargo, también ha dicho luego en declaraciones a varias televisiones, que cuando llegaron a casa de él y le pidió que parara, “él paró”. “No me forzó”, ha explicado en Telecinco, en referencia a lo que pasó después en casa de Errejón.

Surgen debates, preguntas y dudas que no van a resolverse entre tuits y canutazos callejeros. De lo que no cabe duda, desde antes incluso de que Mouliaá presentara la denuncia en comisaría, es de que Íñigo Errejón no estaba en condiciones de ser portavoz de Sumar ni tampoco diputado. Eso quedó claro nada más publicar su comunicado, que es anterior a la denuncia de la actriz.

Si hay delito o no en el comportamiento de Errejón con las mujeres que le están denunciando, está por ver. Pero que su cargo como portavoz de una formación feminista era insostenible quedaba claro en el comunicado en el que se despidió de la política. No pedía perdón alguno y, para colmo, se consideraba a sí mismo víctima de sus propias mentiras. Ser un machista y tener comportamientos reprobables no siempre es delito, es verdad. Pero ser machista sí es incompatible con ir dando lecciones de feminismo en el Congreso.

Sin embargo, son muchas más las contradicciones de este caso, más allá de las de Errejón, que incomodan al feminismo. Desde cuáles son los canales más apropiados para las denuncias de las víctimas a cuáles son los límites que separan lo machista de lo delictivo.

Otra duda para los partidos del exdiputado, de Sumar a Más Madrid, es quién sabía qué, por qué se ocultó y por cuánto tiempo. Y como esos partidos son, además, abanderados del movimiento feminista, es una duda especialmente incómoda. No ayuda que Yolanda Díaz saliera a presumir de contundencia, tras cuatro días de silencio, sin terminar de aclarar lo sucedido ni por qué no se investigó otra denuncia anónima que en ambos partidos reconocen haber conocido hace año y medio y a la que, sin apenas investigar, dieron carpetazo rápido. No parece descabellado que algo tuviera que ver con que sucediera mes y medio antes de las elecciones del 23-J.

Foto: Errejón, junto a Mónica García y Yolanda Díaz. (EFE/ Mariscal)

La vicepresidenta ha pedido perdón, sí, pero desconcierta cuando parece que espera que le demos las gracias, como si el feminismo estuviera saliendo de esto reforzado y no profundamente desolado. Más que a asumir responsabilidades, Yolanda Díaz salió a repartirlas. Para rematar la confusión, ha insistido en que la clave para las víctimas es denunciar y que si no se denuncia no operan los protocolos. Como si las víctimas de acoso no tuvieran derecho a ser atendidas y, por supuesto, escuchadas, denuncien o no ante un juzgado. Como si buena parte del problema que este caso aflora es que muchas mujeres no se sienten suficientemente seguras para denunciar.

Si ni siquiera en un partido que se declara tan feminista hay un protocolo que acoja a las víctimas para que se sientan seguras denunciando, algo falla. Algo grave. No tiene sentido que sea precisamente la presunta líder de Sumar la que pida a las víctimas que denuncien como si no hubiera estado en su mano hacer algo más para facilitarles que eso pasara. Oiga, que alguna responsabilidad tendrá de que las víctimas no se sientan seguras de denunciar dentro de su propia organización.

De ahí que entre las dudas y contradicciones incómodas que está exponiendo este caso esté también el papel del anonimato. Entre los matices que se están echando a perder hay uno muy relevante: no es lo mismo el anonimato en una investigación periodística (que no publica nombres, pero verifica hechos) que la publicación de anónimos en redes. Si las víctimas recurren a ellas porque no se sienten arropadas por el sistema difícilmente este canal puede ser motivo de orgullo, sino más bien una muestra del enorme trabajo que queda por hacer.

Foto: Íñigo Errejón. (Europa Press/Fernando Sánchez) Opinión
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Claro que las víctimas son libres de denunciar o no. Pero no es lo mismo que no denuncien porque no les dé la gana que no denuncien porque no se sientan seguras ni creídas ni arropadas. Y apenas se denuncian dos de cada diez agresiones sexuales.

Así que cómo no va a haber dudas de que el movimiento feminista salga más fuerte de esto, como han dicho las dirigentes de Más Madrid y Sumar en sus explicaciones. El panorama es más bien desolador. Otra cosa es que el feminismo sea más necesario, que lo es. Para eso sí está sirviendo el caso Errejón. Para dejar claro que las agresiones y los comportamientos machistas pueden venir de cualquier lado, efectivamente, de cualquiera. Y qué gran camino queda por andar para que las víctimas se sientan seguras denunciando. El feminismo hace más falta que nunca, pero al feminismo le falta también un debate sosegado.

El juez ya ha admitido la denuncia por agresión sexual de Elisa Mouliaá contra Íñigo Errejón. Pero antes de que la actriz llegue al Juzgado de Instrucción número 47 de Madrid a declarar, las redes sociales ya han dictado sentencia. Están los que creen que la actriz lo que tuvo fue una mala cita y ha sacado las cosas de quicio, a quienes les parece que lo que relató en su denuncia es prueba más que suficiente para meter al exdiputado en la cárcel. Y cada vez que Mouliaá hace unas declaraciones sin que la asesore ningún abogado, unos se echan las manos a la cabeza y otros se las frotan.

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