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Romper el techo de cristal: déjenos demostrarlo
La lucha por la igualdad no es una fotografía, debe ser una pelea incesante por cambiar el modelo socioeconómico y cultural que lleva operando siglos
¿Por qué la mayoría de los ejecutivos de este país y de todo el mundo son hombres? ¿Por qué a mujeres con las mismas capacidades que los hombres les cuesta tanto promocionar a puestos de poder? Se ha preguntado por qué la ambición a un hombre se le supone y a una mujer se le critica, un mismo adjetivo para ellos es positivo y para nosotras tiene una valencia negativa. Todas esas preguntas tienen una misma respuesta: machismo.
En general, los hombres prefieren trabajar con y para otros hombres. Hay motivos culturales y psicosociales que están detrás de esta afirmación. Son muchos los estudios desde los años noventa del siglo pasado del fenómeno del techo de cristal: por qué las mujeres tienen más dificultades para acceder a puestos de poder. Las conclusiones de estos son variadas y tienen que ver con los estereotipos que operan en nuestra cultura y también con la pesada carga de los cuidados que las mujeres llevan estoicamente; pero una de las principales conclusiones es que los hombres eligen para trabajar a otros hombres porque tienen preferencia endogrupal: creen que trabajarán mejor con ellos y que las redes informales de socialización laboral, vamos, el afterwork, piensan que con una mujer no serían lo mismo.
Pero pensar que el machismo solo afecta a los hombres es llevarnos a engaño. Las mujeres fuimos educadas también en él, por eso, el sesgo endogrupal que llevaría a elegir a personas de tu mismo género para trabajar contigo no opera en las mujeres: también prefieren hombres. Y así es como las mujeres reproducimos las mismas barreras que hacen los hombres cuando llegamos a puestos de responsabilidad, blindando todavía más el techo de cristal.
Está demostrado, lo único que puede revertir esta tendencia son leyes como la que va a aprobar, por fin, el Gobierno: Ley Orgánica de Representación Paritaria de Mujeres y Hombres en los Órganos de Decisión, que garantizará su igualdad efectiva en la política, la Administración y las empresas. Las cuotas garantizan que las mujeres lleguen, por fin, a puestos de poder, rompiendo los sesgos culturales y endogrupales que les impedían acceder. Una vez el 40% de la dirección son mujeres, la cultura organizativa comienza a cambiar gracias a esa nueva mirada, que no tiene por qué ser totalmente feminista, pero no es solo masculina.
Son muchas las personas que están en contra de las cuotas al grito de “la que vale llega” o “yo no quiero ser una cuota”, fíjense hasta dónde penetra el machismo de la sociedad que nos conduce a pensar que si no hemos tenido una presidenta mujer o que si el Ibex 35 lo componen mayoritariamente hombres es porque en España no hay ninguna mujer que valga. Así mismo con las mujeres que no quieren ser tachadas de cuotas, hasta dónde llegará la cultura machista para que pensemos que las poquísimas que llegan es al final porque son mujeres y no porque lo hayan peleado hasta la extenuación. Les aseguro, y reto, a que alguien me demuestre lo contrario, que las mujeres que llegan a puestos de poder son todas excepcionales, han tenido que pelear el triple que sus compañeros para llegar y que, una vez en el puesto, deben demostrar todos los días que merecen estar ahí.
No habrá igualdad hasta que haya mujeres mediocres en puestos de responsabilidad, tantas como hombres. Ese día, podremos derogar las leyes de cuotas y dejar que opere el mercado libre del talento y la capacidad. Hasta ese día, es necesario seguir presionando a empresas, gobiernos y organizaciones para que se tomen en serio eso de romper el techo de cristal en sus propias filas.
Desde que se nombrara el nuevo Gobierno de coalición entre PSOE y Sumar, el goteo de nombramientos del llamado sottogoverno, es decir, secretarías de Estado y direcciones generales, ha sido incesante y decepcionante desde una visión feminista. Cierto es que el consejo de gobierno está formado mayoritariamente por mujeres, sin embargo, en los segundos y terceros niveles la proporción es 70%-30%, incumpliendo, de momento, la propia ley que ellos se disponen a aprobar.
La lucha por la igualdad no es una fotografía, debe ser una pelea incesante por cambiar el modelo socioeconómico y cultural que lleva operando siglos. Cada vez que un Gobierno que se dice feminista hace dejación de funciones, no solo no avanzamos, sino que retrocedemos. No digamos cuando en los ejecutivos hay partidos como Vox, con la connivencia del PP, que han hecho del retroceso en materia de igualdad una de sus banderas políticas; en esos casos, el daño es irreparable, porque la desprotección de las mujeres puede ser mortal.
En las elecciones del 23 de julio, la movilización de las mujeres fue un factor fundamental para evitar que Vox llegara a la Moncloa de la mano de Feijóo. Tanto PSOE como PP son conscientes de qué pasó en la última semana electoral: hubo un movimiento importante de mujeres moderadas, no ideologizadas, que modificaron su voto del PP al PSOE por miedo a que la extrema derecha pusiera en peligro los derechos alcanzados, las políticas de conciliación como los permisos de paternidad o se institucionalizara la narrativa negacionista sobre la violencia machista. Esos cientos de miles de mujeres hicieron que Feijóo no tuviera la mayoría suficiente para llegar a la Moncloa.
¿Han pensado qué pasaría si todas las mujeres de España votáramos con conciencia de género? Que las mujeres definiríamos todos los gobiernos, porque somos más del 50% de la población, que votaríamos pensando en nuestros derechos, en nuestras necesidades, que votaríamos a mujeres para que defendieran a las mujeres. Ese comportamiento electoral sería fruto de ese mismo sesgo endogrupal del que hablábamos antes. Para eso, todavía falta que el feminismo sea mayoritario entre las mujeres, y, lamentablemente, todavía no lo es. Mientras tanto eso no ocurra, los partidos y gobiernos que se proclaman feministas deben cumplir con cada uno de los compromisos adquiridos: paridad en los cargos de responsabilidad en todos los niveles, aprobación de leyes para garantizar derechos, mecanismos de supervisión para el cumplimiento de esas leyes, pedagogía y una educación pública en valores feministas, lucha contra las violencias machistas…
Romper el techo de cristal es uno de nuestros principales retos como sociedad que no puede seguir comandada solo por la élite masculina. Mujeres como Ana Patricia Botín, Marta Ortega, Yolanda Díaz, Soraya Sáenz de Santamaría, Fuencisla Clemares, Esther Alcocer Koplowitz, Laura Ros, Marta Álvarez y Rocío Carrascosa lideraron o están liderando empresas, organizaciones y partidos políticos con éxito, resultados y eficiencia. Porque cuando las mujeres consiguen llegar, demuestran que son tan buenas como los hombres. Solo necesitamos que nos dejen acceder para demostrarlo.
¿Por qué la mayoría de los ejecutivos de este país y de todo el mundo son hombres? ¿Por qué a mujeres con las mismas capacidades que los hombres les cuesta tanto promocionar a puestos de poder? Se ha preguntado por qué la ambición a un hombre se le supone y a una mujer se le critica, un mismo adjetivo para ellos es positivo y para nosotras tiene una valencia negativa. Todas esas preguntas tienen una misma respuesta: machismo.
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