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Todos estos países han desempolvado el pañuelo de la causa palestina
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Ángel Villarino

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Todos estos países han desempolvado el pañuelo de la causa palestina

Los atentados de Hamás son incomprensibles desde la lógica que pone la vida humana por encima de todo. Pero en términos geopolíticos han logrado despertar a una bestia adormecida

Foto: Concentración propalestina en Dublín. (Reuters/Clodagh Kilcoyne)
Concentración propalestina en Dublín. (Reuters/Clodagh Kilcoyne)
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Es difícil empezar a hablar de objetivos geopolíticos cuando ni siquiera hay un recuento definitivo de las víctimas. Pero las atrocidades cometidas por Hamás responden a una lógica que todavía no ha empezado a encaramarse a los análisis morales. La barbarie ha logrado ya una primera meta: que el mundo entero vuelva a hablar del tema. La sangre y las vísceras han resucitado el terror y la rabia, han logrado reavivar un conflicto cuyo interés internacional, incluso regional, estaba agonizando y al que ya casi nadie quería prestar atención. Un drama del que nos habíamos alejado por cansancio, porque parecía irresoluble y sonaba antiguo.

El viernes pasado, qué tiempos aquellos, la sensación es que todo lo que se tenía que decir sobre los territorios palestinos ya se había dicho y que todo lo que se tenía que intentar en los territorios palestinos ya se había intentado. El Ejército y la diplomacia israelí parecían haber desactivado la amenaza lo suficiente como para mirar al futuro. Alternando seguridad y diplomacia, cúpulas de hierro, inversiones tecnológicas y visitas de estado, manteniéndola en una latencia indefinida. Renunciando a resolver el problema y apostando a enterrarlo en vida, a envolverlo en el silencio. Como sea, pero se estaba consiguiendo.

Foto: Patrullas en la ciudad de Sderot, atacada por los milicianos de Hamás. (EFE/Atef Safadi)
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El silencio es la única cosa que no puede permitirse Hamás. Le tiene más miedo al olvido que a la muerte. Y las imágenes y la agitación propagandística de estos días ha servido para descongelar pasiones, para sacar del armario los pañuelos y las banderas. Para demostrar que la causa palestina sigue alineando en bloques no solo las opiniones públicas europeas, sino también grupos de naciones. En el vecindario, los enemigos de Israel están por supuesto en pie de guerra. Pero los gobiernos con los que habían normalizado relaciones se preparan para una enorme presión interna. Está sucediendo ya en Jordania y en Egipto, donde empieza a haber problemas para controlar las manifestaciones y donde pueden llegar olas de refugiados si la cosa se recrudece.

Para los países que se estaban sumando —o planeaban sumarse— a los Acuerdos de Abraham, el impacto es evidente. Se ha hablado mucho de Arabia Saudí, pero si las imágenes de Gaza empiezan a ser indigeribles, habrá presión también en muchos otros gobiernos musulmanes, empezando por nuestro vecino Marruecos. En estas naciones (Emiratos, Baréin...), el apoyo popular a la reconstrucción de las relaciones con Israel no supera el dos por ciento en los sondeos.

Luego viene Líbano, un estado fallido y en bancarrota, plagado de milicias (no solo Hezbolá), que ni siquiera es capaz de formar gobierno y que ya por sí mismo es una bomba de relojería que sigue sostenido por la ayuda internacional. Por supuesto, Siria e Irak podrían acabar desestabilizándose otra vez. Por no hablar de Turquía, donde la defensa de la causa palestina ha vuelto a poner de acuerdo a Erdoğan con sus opositores.

Pero es que la ola recorre el mundo en entero. Potencias como la India se han posicionado firmemente con Israel en contraposición a sus minorías musulmanas y a su vecino Pakistán. En Islamabad, a su vez, han vuelto las manifestaciones y han surgido teorías de la conspiración ligando el ataque de Hamás a la planificación del corredor económico que estaban negociando India y la Unión Europea, atravesando varios países de Oriente Medio, y que se interpretaba como una fórmula para contrarrestar a China y su Ruta de la Seda.

Foto: Xi Jinping, junto a Vladímir Putin. (Kenzaburo Fukuhara/Pool/Getty) Opinión

China, un país que está “reeducando” a su minoría musulmana (los uigures) sin recibir ni una sola crítica de la Liga Árabe, también se ha mostrado más preocupada por la suerte de los palestinos que por los muertos israelíes. Tanto Pekín como Moscú están subrayando la necesidad de volver a la idea de los dos estados, haciendo enfurecer a la diplomacia israelí. Así, y a pesar de la enorme cantidad de personas de origen ruso que pueblan ciudades como Haifa o Ariel, Putin no está para ambigüedades con el aliado más estable de Estados Unidos en la región. Irán es, además, uno de los pocos países que sigue suministrando armas a Moscú.

Se puede seguir recorriendo el mapa en busca de posicionamientos. Según admite una fuente diplomática israelí, es un auténtico shock que la existencia de su nación vuelva a ser discutida por todo el planeta. El asunto salpica incluso a América Latina, otro continente con lazos históricos e influyentes comunidades judías, donde los gobiernos de izquierdas están tomando posturas que hace años habrían sido impensables. En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador se limitó a hacer un llamamiento “por la paz”, sin condenar los atentados. En Colombia, las palabras del presidente Gustavo Petro cayeron como una losa en la embajada israelí. Por no hablar del viaje psicotrópico de Nicolás Maduro, según el cual “Jesucristo fue un niño palestino crucificado por el Imperio español”. Hasta la Unión Africana ha salido a condenar los atentados pero exigiendo la creación de un estado palestino.

Foto: El consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, participa en la sesión informativa diaria en la Sala de Prensa James S. Brady de la Casa Blanca en Washington. (EFE/Ron Sachs)

Siguiendo la lógica de la nueva Guerra Fría, los apoyos de Israel siguen siendo firmes en Estados Unidos (portaaviones incluido) y se han reforzado en Bruselas, donde la Comisión Europea ha demostrado más respaldo a Tel Aviv que en anteriores crisis. Eso a pesar de la división, de la posición de algunos partidos de izquierdas (representados, por ejemplo, por Mélenchon en Francia) y de declaraciones como la efectuada por Josep Borrell el martes en contra del bloqueo de la ayuda humanitaria a Gaza (pero respetando su legítima defensa).

En definitiva, al menos la mitad de la población mundial vive en países cuyos gobiernos se están mostrando comprensivos con la causa palestina. Y eso que los cadáveres de cientos de civiles israelíes aún están calientes y que la contraofensiva de su Ejército apenas ha comenzado. A ver cuál es el tono de las condenas en un par de semanas.

Es difícil empezar a hablar de objetivos geopolíticos cuando ni siquiera hay un recuento definitivo de las víctimas. Pero las atrocidades cometidas por Hamás responden a una lógica que todavía no ha empezado a encaramarse a los análisis morales. La barbarie ha logrado ya una primera meta: que el mundo entero vuelva a hablar del tema. La sangre y las vísceras han resucitado el terror y la rabia, han logrado reavivar un conflicto cuyo interés internacional, incluso regional, estaba agonizando y al que ya casi nadie quería prestar atención. Un drama del que nos habíamos alejado por cansancio, porque parecía irresoluble y sonaba antiguo.

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