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El vídeo de Trudeau prometiendo menos inmigrantes lo dice todo
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Ángel Villarino

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El vídeo de Trudeau prometiendo menos inmigrantes lo dice todo

El canadiense, que convirtió la política de brazos abiertos en una baza electoral, ha grabado siete minutos explicando que quiere dar marcha atrás. La grabación toca todos los temas importantes

Foto: El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. (Reuters/Jennifer Gauthier)
El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. (Reuters/Jennifer Gauthier)
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El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, grabó esta semana un vídeo explicando por qué está determinado a reducir drásticamente las cuotas de inmigrantes para los próximos tres años. Hay quienes en esos siete minutos han visto el derrumbe definitivo de las tesis aperturistas, además en boca del penúltimo y más convencido de sus defensores.

Hay otras lecturas más profundas. La primera es que Trudeau, al igual que ha hecho en ocasiones Giorgia Meloni desde el otro extremo ideológico, está contribuyendo a sacar el debate migratorio de las posiciones maximalistas en el que lleva tanto tiempo anclado. Ambos parten de una misma premisa: la inmigración es una realidad importante que necesitamos ordenar con políticas activas y una revisión constante. Después cada uno lo encaja, por supuesto, en su propia idea del mundo.

Meloni, lo explicamos aquí este verano, aprobó una reforma para atraer a cientos de miles de extranjeros a Italia por cauces ordenados y legales. Lo hizo como medida complementaria a la lucha contra los flujos ilegales. Pasados unos meses rectificó, tras darse cuenta de que las mafias del sur del país estaban usando el mecanismo para enriquecerse, convirtiendo el modelo en un coladero. Igual que Trudeau ahora, la italiana se grabó un vídeo admitiendo el error, pidió perdón, y explicó que el desafío que tenía enfrente era mucho más complejo de resolver de lo que había imaginado.

En los siete minutos de grabación, Trudeau dice cosas que en España quedan a menudo fuera del debate por los tabúes ideológicos impuestos desde las barras bravas de cada hinchada. Admite, por ejemplo, que la vivienda en algunas ciudades de Canadá se ha encarecido a causa de la llegada masiva de extranjeros, algo que ha perjudicado a los arrendatarios canadienses. Su equipo lleva días admitiendo que los servicios públicos no han podido crecer al ritmo de las llegadas y que eso está generando un malestar legítimo entre sus ciudadanos. Conceden sin matices que fueron demasiado deprisa y que eso ha generado problemas sociales y económicos.

No es una enmienda a la totalidad del modelo. Trudeau asegura que el parón es temporal y que el país necesita corregir los excesos para seguir absorbiendo población extranjera con la que asegurar un porvenir próspero. Recuerda que, cuando acabó la pandemia, el problema era el contrario: la economía canadiense estaba a punto de entrar en recesión porque faltaba mano de obra por todos lados y la mayoría de los sectores productivos presionaban para abrir las fronteras.

Suzanne Hout, una profesora de la British Columbia University de Vancouver a la que suelo recurrir, comenta que la sociedad canadiense se está acostumbrando a debatir con cierta naturalidad en estos mismos términos. “Ahora mismo, un argumento clave es que la infraestructura del país no está preparada para los objetivos demográficos propuestos (...) Se reconoce que los inmigrantes son necesarios para el continuo crecimiento económico, pero el ritmo que se planificó no ha permitido desarrollar una infraestructura suficiente para recibirlos, empezando por la vivienda”. Esto, por cierto, es algo parecido a lo que está ocurriendo en varias ciudades españolas, empezando por Madrid y Barcelona, las dos metrópolis que más están creciendo de la Unión Europea.

El vídeo de Trudeau nos recuerda que tenemos que acostumbrarnos a enfrentar estos debates abiertamente, a abrir y cerrar la espita, a inventar y experimentar nuevos mecanismos para escoger mejor quién viene y bajo qué premisas. A reconocer todos los errores para subsanarlos y, sobre todo, a abandonar los planteamientos maniqueos y exagerados. Nos sitúa en la escala de grises de la realidad, en lugar de en el terreno de las hipérboles desquiciadas en el que vivimos.

Foto: Justin Trudeau, en una visita a la Royal Canadian Legion. (Reuters) Opinión

Recordamos que la otra manera de enfrentar el desafío es negándose el debate. Ya sea para ocultar que el fenómeno genera tensiones sociales y económicas, ya sea prometiendo extirparlo de raíz con promesas absurdamente radicales como las que ha hecho Donald Trump en Estados Unidos. La deportación de millones de inmigrantes irregulares paralizaría, por ejemplo, las empresas cárnicas que suministran a McDonald's, con cuyas hamburguesas le gusta tanto fotografiarse al próximo presidente americano.

Alice Driver, autora de un libro fascinante sobre el gigante estadounidense de la carne (Tyson Foods), asegura que entre el 40 y el 50 % de los trabajadores del sector no tienen papeles. Esta empresa es, por cierto, el principal motor económico de Arkansas, uno de los estados más republicanos del país. Entre los trabajadores del campo el porcentaje es incluso superior, más del 60 % en algunos estados. Una política de deportaciones realmente masivas como las que promete Trump pondría en riesgo la propia cadena alimentaria. Por no hablar del sector de la restauración, uno de los que más apoyó a Obama en su intento de regularizar a millones de inmigrantes por temor a quedarse sin empleados para sus restaurantes.

La receta para evitar inflamaciones parecidas está en esos siete minutos de Trudeau.

El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, grabó esta semana un vídeo explicando por qué está determinado a reducir drásticamente las cuotas de inmigrantes para los próximos tres años. Hay quienes en esos siete minutos han visto el derrumbe definitivo de las tesis aperturistas, además en boca del penúltimo y más convencido de sus defensores.

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