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El Rey y la libertad de prensa
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Javier Gómez de Liaño

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El Rey y la libertad de prensa

Felipe VI elogió el compromiso de El Confidencial "con la defensa de la libertad de expresión consagrada en nuestra Constitución y la promoción de los valores sobre los que se apoyan y fundamentan las sociedades libres"

Foto: Felipe VI clausura la ceremonia de entrega de los Premios Influyentes 2022.
Felipe VI clausura la ceremonia de entrega de los Premios Influyentes 2022.

“La seguridad reside también en el valor de nuestras instituciones libres, en una prensa crítica, obstinada, ubicua, que deben soportar todos aquellos que estén en el poder, a fin de preservar los supremos valores de la libertad de expresión y el derecho del pueblo a la información”. (Murray Gurfein. 1907-1979. Juez del Tribunal de Apelación de Nueva York).

O sea, algo parecido a lo que Felipe VI vino a decir en la ceremonia de entrega de la quinta edición de los Premios Influyentes organizada por este periódico, cuando elogió el compromiso de El Confidencial “con la defensa de la libertad de expresión consagrada en nuestra Constitución y la promoción de los valores sobre los que se apoyan y fundamentan, con gran exigencia, las sociedades libres: la independencia, la veracidad y el rigor, así como la responsabilidad y el compromiso con los ciudadanos”. De estas aleccionadoras palabras, me permito hacer las siguientes reflexiones.

Foto: Felipe VI, en los Premios Influyentes.

Una, la primera, es que en el mundo puede haber, y de hecho las hay, democracias de diferentes calidades, mejores y peores, plenas y raquíticas, pero tan cierto como esto es que sin medios de comunicación libres, la democracia vive en permanente riesgo. Quede claro, no obstante, que la libre expresión no es un derecho exclusivo de los medios de comunicación y de los periodistas. Es, sobre todas las cosas, un derecho humano esencial en el que se fundamenta. No basta, pues, con la existencia de medios de comunicación diversos e independientes, sino que es preciso que aquellos sean la voz de los ciudadanos.

La segunda es que hoy, más que nunca, es necesario que los enemigos de la libertad de prensa sepan que el periodismo se basa en la independencia del poder político, del económico y de las propias tentaciones de dominio, una convicción que lleva a establecer fronteras infranqueables. Nada más peligroso para una democracia que el que sus medios de comunicación se desnaturalicen y sirvan intereses ajenos a su misión de ser vehículos del pensamiento. Porque, a fuerza de ser sinceros, reconozcamos que en el mundo de la política —también en el de la economía—, no pocos de sus protagonistas piensan que al periodismo se le puede reducir al silencio; que al periodismo se le puede comprar y vender; que al periodismo se le puede implicar en amorales tejemanejes o chanchullos; que al periodismo se le puede poner una sábana de fantasma y tratársele de marioneta.

La información, la prensa, es poder, sí, el 'cuarto poder', se dice, pero se convierte en indecencia cuando se pone al servicio de intereses ajenos a la verdad. En este sentido, es muy peligroso que la prensa, en todas sus variedades, es decir, incluida la radio y la televisión, sea concebida como un próspero negocio más, en función del cual pueda servir a los más abyectos propósitos, si eso redunda en provechos y beneficios para inversionistas y propietarios, con la dramática consecuencia de una ciudadanía convertida en mera y paciente espectadora, en objeto, más que en sujeto, de la libertad de expresión. Ojo a las grandes cadenas informativas que buscan moldear las conciencias, convertir a todos en disciplinados consumidores que deambulan mansamente por la vereda de quienes ostentan el poder político o del dinero, cuando no los dos juntos.

Si hay algo que debe calificar al periodismo, es ser leal y honesto, dos adjetivos que, lamentablemente y a marchas forzadas, van perdiendo valor y sentido. Leal quiere decir que guarda a personas o cosas la debida fidelidad. En derecho, vale por legal. Honesto equivale a decente, razonable, justo, honrado. No es cosa de glosar en detalle ambas nociones. Hoy por hoy, sea suficiente con dejar constancia de la satisfacción que al lector de un periódico, al igual que al oyente de una emisora de radio o al espectador de un informativo de televisión, le produce comprobar que el periodista es leal consigo mismo y con sus destinatarios. Consciente de la responsabilidad que el periodismo tiene en sus manos y con el espíritu del que Max Weber habla en su obra ' El político y el científico', me permito afirmar que en el trabajo periodístico la diafanidad ha de ir acompañada de información correctamente establecida, entendida no como equivalente a cierta, sino como aquella que propende a la verdad.

En la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, inspirada en Stuart Mill, se lee que "el Congreso no hará leyes limitando la libertad de expresión o de prensa". Este es el marco desde el que hay que examinar la tarea y la responsabilidad de la prensa en una democracia: servir a los gobernados, no a los gobernantes. Solo una prensa libre y sin trabas puede denunciar, de una manera eficaz, los engaños del Gobierno. Pensamientos y axiomas como estos figuran en los anales de la Corte Suprema de los Estados Unidos, sabedora de que las relaciones entre medios informativos y políticos son siempre incómodas, suspicaces y agitadas. Téngase presente que los peores dolores de cabeza de los déspotas son causados por la verdad.

Foto: Pedro Sánchez, rodeado de periodistas durante un acto electoral. (EFE/Zipi)

Llegado a este punto, mi teoría es que si un Gobierno no es vigilado constantemente, siempre tenderá a la tiranía y la democracia no tendrá un mejunje o bálsamo de Fierabrás que la convierta en algo diferente. Una prensa independiente es la forma más poderosa de control, al mantener vivo un electorado crítico, gracias al fomento de la transparencia. En una auténtica democracia, las relaciones entre el Gobierno y la prensa siempre han de estar en crisis y la tensión entre ambas ha de ser más que frecuente. Esa es la responsabilidad de la prensa.

En fin. Cuentan que uno los personajes cinematográficos preferidos del rey Felipe es Dutton Peabody, aquel periodista de 'El hombre que mató a Liberty Valance' al que unos forajidos le destrozan el diario 'Shinbone Star' y le dan una tremenda paliza por publicar de ellos lo que realmente eran. Casi moribundo, Peabody dice a quienes acudieron a auxiliarle: "¡Le he explicado a ese Liberty Valance lo que es la libertad de prensa!". Antes, con bastante whisky encima, se había dirigido a la gente de la cantina con esta arenga: "¡Buenas gentes de Shinbone! Yo, yo soy vuestra conciencia, soy la vocecita que resuena en la noche, soy vuestro perro guardián que aúlla frente a los lobos, yo, ¡soy vuestro confesor! Yo… yo soy… ¿Qué más soy?". En realidad, Dutton Peabody era el fundador del periódico, el propietario, el director y también el encargado de barrer el local.

Foto: Felipe VI, durante el discurso del 3-O. (EFE/Casa de S.M. el Rey/Francisco Gómez) Opinión
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A decir verdad, esta preferencia de Felipe VI no me extraña. Menos cuando recuerdo el discurso televisado que el 3 de octubre de 2017, de forma tan solemne como firme, dirigió a los españoles ante la situación de extrema gravedad derivada de la quiebra del orden constitucional perpetrada en Cataluña y que disparó su popularidad a niveles que la monarquía no había visto nunca. Desde entonces, los monárquicos lo son porque la monarquía se identifica con la ideas básicas de libertad, justicia e igualdad.

Felipe VI, que cumplirá 55 años el próximo 30 de enero, no es un rey joven, aunque tampoco viejo. Después de oír las palabras que pronunció el pasado 27 de septiembre con motivo de los Premios Influyentes de El Confidencial y releer aquel discurso de hace ahora cinco años, me atrevo a escribir que el suyo se corresponde con ese estado de vida que, al decir del sereno Goethe, le hace un rey honrado, prudente y cabal.

*Javier Gómez de Liaño es abogado. Fue magistrado y miembro del Consejo General del Poder Judicial.

“La seguridad reside también en el valor de nuestras instituciones libres, en una prensa crítica, obstinada, ubicua, que deben soportar todos aquellos que estén en el poder, a fin de preservar los supremos valores de la libertad de expresión y el derecho del pueblo a la información”. (Murray Gurfein. 1907-1979. Juez del Tribunal de Apelación de Nueva York).

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