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García-Page, el (previsible) triunfo del populismo constitucional
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Ignacio Varela

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García-Page, el (previsible) triunfo del populismo constitucional

Ha resultado ser el único dirigente socialista (quizá con Salvador Illa en Cataluña) capaz de atraer el apoyo de una parte importante de esos moderados huérfanos, y ello será su salvación el 28-M

Foto: El presidente de Castilla-La Mancha y candidato a la reelección, Emiliano García-Page. (EFE/Ismael Herrero)
El presidente de Castilla-La Mancha y candidato a la reelección, Emiliano García-Page. (EFE/Ismael Herrero)
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En la encuesta de IMOP-Insights para El Confidencial sobre las elecciones autonómicas en Castilla-La Mancha, salta a la vista del intérprete un dato clave. Uno que no solo ayuda a comprender la probable victoria por mayoría absoluta del PSOE liderado por Emiliano García-Page: también conduce a una reflexión política de fondo, no solo demoscópica, sobre lo que ha sucedido en España y en el propio Partido Socialista en los últimos cuatro años y lo que podría —quizá debería— haber ocurrido si las cosas se hubieran orientado de otro modo durante esta legislatura apestosa.

Estamos ante el único caso en cuatro años en que los votantes de Ciudadanos en 2019 se inclinan ahora en mayor medida a votar al PSOE que al PP. En concreto, los 122.955 electores de la candidatura naranja en las autonómicas anteriores (11,4% del voto y cuatro diputados en el Parlamento regional) distribuyen así su actual intención de voto: el 29,1% declara que votará al PSOE, el 24,6%, al Partido Popular, el 9,6%, a Ciudadanos, y el 8,6%, a Vox. Los demás no optan por ningún partido o se inclinan por la abstención.

El hecho demoscópicamente más relevante de los últimos años es que un partido que en abril de 2019 llegó a reunir más de cuatro millones de votos en unas elecciones generales reventó en unos pocos meses a causa de sus propios errores y dejó en la orfandad a una enorme masa de votantes en el espacio constitucional, lista para ser acogida por las dos fuerzas centrales del sistema. En condiciones normales, esa legión de votos moderados se habría repartido en proporciones similares entre el liberal-conservadurismo del PP y la socialdemocracia del PSOE.

Pero no fue así. Sánchez hizo lo que hizo y, como consecuencia de ello, durante cuatro años hemos visto, encuesta tras encuesta, votación tras votación y territorio por territorio, cómo los antiguos votantes congregados y después centrifugados por Rivera emigraron en masa al PP, con un residuo significativo de quienes saltaron directamente a Vox.

Si hoy el PP alberga la esperanza fundada de ser el partido más votado en muchos territorios el 28-M y en España en las generales es, fundamentalmente, por la inyección de cerca de 800.000 votantes procedentes de Ciudadanos, lo que contrasta con la nula capacidad del partido de Sánchez de atraer siquiera a una mínima parte de ellos. La coyunda estratégica del PSOE con la extrema izquierda y el nacionalismo separatista resultó ser tajantemente disuasoria para los simpatizantes de un partido ligado desde la cuna a la defensa de los valores constitucionales.

Emiliano García-Page ha resultado ser el único dirigente socialista (quizá con Salvador Illa en Cataluña) capaz de atraer el apoyo de una parte importante de esos moderados huérfanos, y ello será su salvación el 28-M. Si los antiguos votantes de Ciudadanos se comportaran en Castilla-La Mancha como en el resto del país, hoy estaríamos presagiando la pérdida de la mayoría absoluta por parte de García-Page y su probable sustitución por un Gobierno del PP con el respaldo de Vox.

Foto: Ángel Corpa, candidato de +Cuenca Ahora para la presidencia de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. (EFE/José del Olmo)

En el Observatorio Electoral de El Confidencial y en las demás encuestas fiables, cuando en Castilla-La Mancha se pregunta por las elecciones generales, esos mismos exvotantes de Ciudadanos se homologan a los demás y anuncian un trasvase masivo al PP. La hazaña de atraerlos en número suficiente corresponde íntegramente a García-Page. Él demostrará el 28-M que Rivera vacunó eficazmente a sus seguidores contra el sanchismo, pero no necesariamente contra el PSOE.

Un dato adicional: en la famosa escala ideológica, quienes se ubican en el punto intermedio 5 (allá donde se mezclan el sedicente centrismo y la mera desideologización) respaldan masivamente a García-Page para las elecciones autonómicas y a Feijóo para las generales. Hablamos del 25% del censo, un bloque decisorio, el verdadero Ohio de la sociología electoral española.

Es tan importante lo que García Page ha hecho para merecer ese respaldo masivo como lo que no ha hecho. Principalmente, no ha hecho pactos estrafalarios ni discursos embusteros. Se deshizo en cuanto pudo de la compañía de Podemos gracias a la ayuda de Cospedal: ella impuso por las bravas una reforma de la composición del Parlamento regional, lo dejó en solo 33 diputados, creyendo que ello le garantizaría la victoria, y lo que consiguió fue expulsar a Podemos del Parlamento autonómico y facilitar a García-Page un Gobierno en solitario.

Por lo demás, García-Page no ha hecho más que interpretar una versión actualizada del modelo de liderazgo que permitió a José Bono gobernar hegemónicamente durante 21 años en un territorio de clara mayoría conservadora. Me gusta llamarlo populismo constitucional y en la historia de nuestra democracia existe un puñado de ejemplos ilustres del mismo fenómeno: Bono en Castilla-La Mancha y Jordi Pujol en Cataluña, con dos estilos muy diferentes, quizá fueran sus más destacados exponentes. Pueden añadirse Rodríguez Ibarra en Extremadura, Francisco Vázquez en A Coruña y Fraga en Galicia, Rita Barberá en Valencia, todos los presidentes socialistas de Andalucía, excepto Griñán, o, como antecedente más remoto, Enrique Tierno en Madrid. Actualmente, además de García-Page, hay casos tan notorios como Francisco de la Torre en Málaga, Miguel Anxo en Pontevedra o Miguel Ángel Revilla en Cantabria. Y qué decir de Isabel Díaz Ayuso en Madrid.

Foto: Emiliano García-Page. (Retrato: Sciammarella) Opinión
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El populismo constitucional es un modelo ganador allí donde se ejecuta bien, pero hay que servir para ello. Se distingue de los populismos destituyentes porque no defiende valores políticos centrífugos, sino centrípetos; no opera en los márgenes extremos del sistema, sino en su espacio central; posee una fuerte vocación mayoritaria; no tiende a dividir al cuerpo social, sino a cohesionarlo, y practica una suerte de patriotismo emotivo de la tierra chica compatible con un marco general de convivencia. Son líderes que saben fusionar sus figuras con los intereses del territorio que gobiernan; son reivindicativos pero no agitadores, y desarrollan una capacidad singular para establecer vínculos emocionales con la población. Nada que ver con las jefaturas robóticas que se producen a granel en ciertos laboratorios.

Son líderes que saben fusionar sus figuras con los intereses del territorio que gobiernan; son reivindicativos pero no agitadores

García-Page lo ha tenido más difícil que Bono porque le ha tocado nadar contra la corriente dominante, tanto en su partido como en el país. Es de los escasísimos dirigentes socialistas que, en alguna ocasión, han osado levantar la voz —midiendo cuidadosamente los decibelios, pero de forma audible para quienes estuvieran atentos— ante los desafueros más obscenos del mando monclovita. Guarda un delicado equilibrio entre decir lo que piensa y pensar lo que dice. Conoce a su clientela como nadie. Y pese a su (relativa) juventud, tiene miles de horas de vuelo en la política y más conchas que un galápago.

Con todo, yo en su lugar no estaría completamente tranquilo. Tres semanas son mucho tiempo, en su región hay varias provincias peligrosamente expuestas al contagio madrileño y el antisanchismo ambiental arrecia. Si el PP hubiera encontrado en Castilla-La Mancha un candidato competitivo para esta carrera, estaríamos ante un escenario muy distinto; pero no es el caso, como muestran la encuesta y la mera observación de la realidad.

Si se confirma su victoria el 28 de mayo, los sanchistas —que lo vigilan tanto cono lo detestan— exhibirán ese triunfo como propio. Él les dejará hacer, y seguirá esperando.

En la encuesta de IMOP-Insights para El Confidencial sobre las elecciones autonómicas en Castilla-La Mancha, salta a la vista del intérprete un dato clave. Uno que no solo ayuda a comprender la probable victoria por mayoría absoluta del PSOE liderado por Emiliano García-Page: también conduce a una reflexión política de fondo, no solo demoscópica, sobre lo que ha sucedido en España y en el propio Partido Socialista en los últimos cuatro años y lo que podría —quizá debería— haber ocurrido si las cosas se hubieran orientado de otro modo durante esta legislatura apestosa.

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