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Milei y Sánchez: paren esta escalada histérica, nos jugamos demasiado
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Ignacio Varela

Una Cierta Mirada

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Milei y Sánchez: paren esta escalada histérica, nos jugamos demasiado

Javier Milei y Pedro Sánchez han fabricado un conflicto estúpido que quizá les aproveche personalmente, pero pone en peligro algo de lo más preciado que tenemos

Foto: Portadas de los principales diarios argentinos que hacen referencia a Javier Milei y Pedro Sánchez, este martes en Buenos Aires. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
Portadas de los principales diarios argentinos que hacen referencia a Javier Milei y Pedro Sánchez, este martes en Buenos Aires. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
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Con la excepción de México durante el franquismo y del atentado contra nuestra Embajada en Guatemala (1980), creo que es la única vez que España retira a su representante diplomático de un país iberoamericano. Ni siquiera lo hizo Franco con la Cuba de Castro. Javier Milei y Pedro Sánchez han fabricado un conflicto estúpido que quizá les aproveche personalmente, pero pone en peligro algo de lo más preciado que tenemos. No seré yo quien tome partido en esta farsa, y desearía que ningún español o argentino consciente mordiera el anzuelo.

Quizá sea una de las escasas personas que empleamos una parte de la mañana del domingo en contemplar íntegramente desde casa la deposición verbal de Javier Milei. Como también seguí exhaustivamente su campaña electoral, poca sorpresa. El tipo traía el discurso escrito y solo levantó la vista del papel para aullar algún "¡carajo!" que estremecía de placer al distinguido auditorio.

En un 90%, la soflama fue calcada de las que viene soltando desde que irrumpió en la política de su país. Un indigesto potaje ideológico de tintes anarcopopulistas en el que solo queda claro cuánto odia al Estado, trufado de improperios en todas direcciones. El típico discurso embustero de los políticos profesionales que buscan el poder para sí denigrando a la política como actividad y a los políticos como especie. Por lo demás, Milei únicamente destaca sobre otros demagogos por lo zafio de su vocabulario, lo extremadamente impostado de la puesta en escena (sin duda, ensayada mil veces ante el espejo) y lo cavernario de sus conceptos, disfrazados de un ropaje de pretendida posmodernidad económica.

El 10% restante lo introdujo 'ex profeso' para la ocasión. Un guiño servil a Donald Trump; una insistencia obsesiva en focalizar al socialismo como el mayor enemigo de la humanidad (en Argentina el socialismo no existe como fuerza relevante, así que allí el catálogo de “enemigos de la humanidad” es otro); y un breve inciso para soltar una coz a Pedro Sánchez y otra a su mujer. La imprecación antisocialista y el escupitajo sobre Pedro y Begoña fueron una gentileza de Milei con sus anfitriones de Vox. Sin duda, los metió con calzador en su discurso-tipo a petición de parte. Si algo hay en esa pieza de agresión a España o a sus instituciones, se debería reclamar la autoría a Santiago Abascal.

Javier Milei no vino a atacar a España, más que nada porque España le trae tan sin cuidado como Argentina a Pedro Sánchez. Vino a escenificar un choque ideológico y a presentar sus credenciales como uno de los principales líderes de la internacional nacionalpopulista, a la espera del mesías yanqui. Y Sánchez no habría reaccionado de esta forma desproporcionada si no tuviera unas elecciones dentro de 20 días. Por su parte, en sus seis años como presidente, Sánchez ha viajado dos veces a Buenos Aires: una para participar en una reunión del G-20 y otra para confraternizar con el presidente pelele Alberto Fernández. Todo indica que ha empezado a importarle Argentina cuando Milei le ha brindado una baza electoral.

Pablo Pombo ha explicado cabalmente cómo la bronca escenificada desde hace meses entre Milei y Sánchez responde a un guion construido sobre el sobreentendido de que el choque conviene a ambos en sus respectivos espacios domésticos. La injerencia grosera de Sánchez en la política argentina, haciendo campaña por Massa en su discurso de investidura, pronunciado tres días antes de las elecciones argentinas; el desplante del Gobierno español en la toma de posesión de Milei, dejando al Rey con la única compañía de un secretario de Estado; la provocación intempestiva pero calculada de nuestro ministro 'pitbull' (¿alguna vez hablará de transportes?), calificando de drogadicto a un jefe de Estado extranjero; el número circense de Milei en Madrid y el aspaviento histérico de nuestro oficialismo. Todo ello converge para que lo de Vistalegre sea el primer mitin conjunto Vox-PSOE de la campaña de las elecciones europeas. No será el último.

Foto: El presidente de Argentina, Javier Milei, interviene durante el acto 'Viva 24' de Vox. (Europa Press/A. Pérez Meca) Opinión

Hasta aquí, nada que se desvíe de la idiosincrasia de los personajes. Vendría a cuento una vez más el himno de La Lupe (“teatro, puro teatro”) si no fuera porque en este caso se ha introducido una de las prácticas más nefandas de cualquier política exterior: transformar las diferencias ideológicas entre gobernantes en conflictos de Estado que dejan heridas profundas y tardan años en repararse.

Si con carácter general está drásticamente contraindicado usar la política exterior como un utensilio de la interna, lo está en grado sumo cuando se trata de la relación de España con Latinoamérica en general y con Argentina en particular. Si hay un país con el que España no puede permitirse un conflicto de Estado sin traicionarse a sí misma, ese es Argentina, y lo mismo sucede en el sentido inverso. Quien no entienda eso a estas alturas no merece el esfuerzo de explicárselo.

En las últimas décadas, Argentina ha tenido —más bien, ha padecido— gobernantes de todas las especies. La mayor parte del tiempo, peronistas de distintos pelajes (incluidos el propio Perón y su viuda). También una dictadura militar sanguinaria. Demócratas impecables pero ingenuos como Raúl Alfonsín. Aparatos de poder corruptos hasta la médula como el kirchnerismo, la versión más degenerada del peronismo. Conservadores ineptos como Macri. Y últimamente, el anarcopopulista Milei, producto de la desesperación de una población martirizada históricamente por sus dirigentes y que hoy ve la ruina más cerca que nunca.

Foto: Javier Milei, durante el VIVA 24 organizado por Vox. (EP/Pérez Meca)

Ningún Gobierno español hasta hoy osó abrir una crisis de este tamaño con la República Argentina, cualesquiera que fueran las circunstancias. Incluso ante un acto de agresión tan manifiesto como la confiscación ilícita de la mayor empresa energética española por parte de Cristina Kirchner, la reacción de España fue contenida.

El desastre de fondo que late tras este episodio es el abandono insensato por parte de los dos últimos presidentes españoles de Iberoamérica como escenario privilegiado de nuestra política exterior. España ha desaparecido de Iberoamérica cuando esta más nos necesitaba. El mérito del disparate lo comparten Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, aunque me atrevo a decir que la política iberoamericana como prioridad absoluta de España la han sostenido a pulso los reyes Juan Carlos y Felipe y el presidente Felipe González (que sigue haciéndolo contra corriente muchos años después de su salida del poder).

Siempre me he preguntado qué habría hecho Francia si hubiera existido un continente con 18 países y 500 millones de personas hablando su lengua e impregnados de su cultura (además del 20% de la población de Estados Unidos). Hubo un tiempo en que la Unión Europea no tomaba una decisión sobre Latinoamérica sin escuchar primero al Gobierno de España. Dilapidar ese patrimonio es un suicido histórico de difícil arreglo. Y dañarlo deliberadamente por una bronca estúpida entre un gobernante loquinario y demagogo y otro irresponsable y oportunista se aproxima a una traición de ambos hacia sus respectivas naciones y todo lo que tienen en común.

Foto: Santiago Abascal, durante el VIVA 24 de este domingo. (EP)

Yo también estoy ofendido como español por el sinsentido de estos días, pero no solo por la payasada de Milei. Es grave que un jefe de Estado viaje a otro país para ofender personalmente al presidente de su Gobierno (aunque no muy diferente de lo que hizo recientemente Sánchez en Israel, y ese sí era un viaje oficial). Que la respuesta sea algo tan extremo diplomáticamente como la retirada de una embajadora —que es el paso previo a una ruptura de relaciones— es una enormidad, aún mayor si se hace buscando calentar una campaña electoral. Es distintivo del sanchismo hacer cosas de consecuencias enormes con motivos pequeños, incluso mezquinos.

Espero que la calamidad no se complete intentando arrastrar a las grandes empresas españolas presentes en Argentina a algo parecido a un boicot a ese país, porque en ese caso estaríamos ante un acto políticamente criminal. Por mucho que valga para su marido, Begoña Gómez no vale tanto para España.

No nos engañemos: en este conflicto sobredimensionado no actúa el presidente del Gobierno de España, sino el líder de un partido en campaña. Y lo que pretende no es abrir una grieta entre España y Argentina (eso es para él la parte contingente) sino, como casi siempre, dividir a los españoles (con él o contra él), que es el de su trayectoria política. A estos efectos, el estafador Milei no es sino un cómplice de mutua conveniencia. Y lo que más me preocupa es pensar que, quizá, vino a visitarnos nuestro propio futuro.

Con la excepción de México durante el franquismo y del atentado contra nuestra Embajada en Guatemala (1980), creo que es la única vez que España retira a su representante diplomático de un país iberoamericano. Ni siquiera lo hizo Franco con la Cuba de Castro. Javier Milei y Pedro Sánchez han fabricado un conflicto estúpido que quizá les aproveche personalmente, pero pone en peligro algo de lo más preciado que tenemos. No seré yo quien tome partido en esta farsa, y desearía que ningún español o argentino consciente mordiera el anzuelo.

Javier Milei Pedro Sánchez
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