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Usted no sabe qué es el Fit for 55, pero váyase preparando
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Esteban González Pons

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Usted no sabe qué es el Fit for 55, pero váyase preparando

Detener el cambio climático es oneroso y no únicamente para los gobiernos, también para cada uno de nosotros. Y no debería ser una responsabilidad en exclusiva de los europeos, por cierto

Foto: Protesta contra el cambio climático en Nepal. (EFE/Narendra Shrestha)
Protesta contra el cambio climático en Nepal. (EFE/Narendra Shrestha)
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Para hacernos una idea rápida de la situación, diré que la Unión Europea ha previsto reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero un 55% para 2030 mientras que China calcula que ese mismo año alcanzará su pico máximo de estas emisiones y que, a partir de ahí, si eso…, ya empezará a reducirlas. ¿Será factible para nuestra industria competir con la china si nosotros reducimos emisiones de CO₂ por encima de lo exigido al tiempo que ellos las aumentan? ¿El castigo a que los mercados someten a nuestros bancos por incluir inversiones marrones y no verdes en su cartera es también extensible a los bancos no europeos? ¿Qué coste tendrá para el bolsillo de los ciudadanos una reducción tan drástica de nuestras emisiones?

Podría seguir haciendo preguntas, porque creo que falta un debate serio y abierto sobre el tema. En estos tiempos en que ir en contra de las corrientes de opinión asentadas se considera un crimen y en que a los políticos, así, en general, nos cuesta soltar algo que no sea un tópico, asuntos como el de la lucha contra el cambio climático pasan sin que nadie se atreva a explicar públicamente que las soluciones no son tan fáciles como parece. Lo cierto es que son muy difíciles y que no resultan inocuas, aunque no se diga.

Foto: El hemiciclo del Parlamento Europeo.

No se nos cuenta la verdad. Se nos trata como si fuésemos niños, niñas o 'niñes' de parvulario. Da la impresión de que quienes deciden por nosotros piensan que si llegamos a saber qué coste en puestos de trabajo, adaptación de vivienda, cambio de hábitos o impuestos, por empezar señalando algunas obviedades, va a tener para cada uno de nosotros la transición a la economía verde, a lo mejor nos negamos. Se nos presenta la reducción de emisiones de CO₂ como indolora cuando es evidente que va a ser tortuosa y que va a traer sufrimiento.

¿Algún adulto cree que recortar emisiones a nuestra industria mientras China las aumenta en un entorno de inflación creciente y tal vez tipos de interés también al alza es una idea económicamente irrelevante? ¿O que mientras sube el precio de la energía, careciendo en Europa de gas natural, estamos en el mejor momento para renunciar a las fuentes tradicionales de producción porque contaminan? Obviamente, ambos, reducir emisiones y reducir el uso de combustibles contaminantes, son esfuerzos que debemos hacer si queremos salvar el planeta, pero no solo nosotros y, por favor, que se nos hable claro. Detener el cambio climático es oneroso y no únicamente para los gobiernos, también para cada uno de nosotros. Y no debería ser una responsabilidad en exclusiva de los europeos, por cierto.

Foto: Miembros de Extinction Rebellion bloquean las calles de Londres. Foto: EFE

Yo soy partidario de reducir lo más rápidamente posible las emisiones de CO₂, me apunto a la doctrina de que no habiendo un planeta B debemos cuidar el A, pero también creo que a los ciudadanos hay que decirles las cosas como son. Seguir presentando la transición climática de nuestra economía como un problema de pura y simple voluntad política, como si fuera inofensiva e imperceptible, ocultando sus consecuencias para la vida ordinaria de la gente, es sembrar con buen abono las manifestaciones de chalecos amarillos con que nos encontraremos en no mucho tiempo.

Por otra parte, no tiene sentido elaborar un plan de descarbonización de la economía, de la industria y de la sociedad, sin prever en paralelo un fondo de rescate para los empleos que se perderán y las familias que se quedarán atrás. Descarbonizar es caro, digámoslo de una vez.

Mientras los líderes mundiales se reunían en la lluviosa Glasgow para asistir a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021, la conocida como COP26, muchos creían que ahora era el momento para que el mundo entero se comprometiera firmemente a limitar el calentamiento global.

Foto: El presidente de la COP26 con un grupo de negociadores. (EFE)

Sin embargo, a medida que las declaraciones rimbombantes (el blablablá…) iban dando paso a los titubeos, pronto se vio que las expectativas quedarían lejos de alcanzarse. Esa sensación de decepción circuló en la atmósfera durante toda la conferencia, pero se hizo palpable y notoria cuando se llegó al punto caliente de la agenda, que era la eliminación gradual de la energía del carbón.

Tras una tardía intervención orquestada por China, India y otros países altamente dependientes de esta materia prima, el único acuerdo al que se pudo llegar fue la reducción de su uso, en lugar de su eliminación.

Los chinos declararon que sus objetivos incluyen llegar a ser neutrales en carbono, aunque no climáticamente neutrales, para 2060. Además, como ya he dicho al principio, su intención es alcanzar un pico de sus emisiones de CO₂ para 2030, en lugar de reducirlas como todos los demás países sugieren que intentarán. Aun entendiendo que cada país dispone de libertad absoluta para evaluar sus necesidades energéticas (mirémonos si no a los españoles, dependientes como somos del gas norteafricano y de las conexiones eléctricas con Francia), lo cierto es que China hizo todo lo posible por aguar las propuestas más ambiciosas de la conferencia. Y aunque sus aspiraciones puedan ser legítimas, China está usando, ¡una vez más!, su peso geopolítico, en este caso en su vertiente energética, para acentuar, ¡una vez más!, su papel de contrapunto al orden mundial occidental.

Foto: Xi Jinping preside el Sexto Pleno del XIX Comité Central del Partido Comunista de China. (EFE)

Dicho todo lo cual, muchos estarán de acuerdo en que las resoluciones de la cumbre COP26 son un paso en la dirección correcta para todas las partes interesadas. Incluso con el retroceso de último minuto en el carbón.

Desde una perspectiva neutral, podemos argumentar que la UE salió de la conferencia parcialmente satisfecha, ya que se cumplieron los principales objetivos de la agenda comunitaria, como la reducción de emisiones colectivas de metano en al menos un 30% para 2030 o la continuidad en el objetivo de mantener la temperatura global por debajo de dos grados Celsius y, si es posible, alcanzar la marca de 1,5.

Por cierto, cabe recordar que este fue ya el objetivo establecido en el Acuerdo de París.

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De todos los ambiciosos planes que ha presentado la UE, quizás el más decisivo y el que tendrá un mayor impacto en la vida diaria de los ciudadanos es el denominado paquete Fit for 55, algo así como 'listos para el 55', que fue anunciado por la Comisión el verano pasado.

Como seguramente se estarán preguntando de dónde viene el nombre, les diré que responde al objeto de reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en al menos un 55% desde ahora hasta al año 2030, en comparación con los niveles de 1990.

Lograr esta reducción es fundamental para el cumplimiento del Pacto Verde Europeo y que la vieja Europa se convierta en el primer continente climáticamente neutro del mundo para 2050.

Foto: emprendedores-green-new-deal-transformacion-bra

Entrar en los pequeños detalles del paquete puede ser algo más que confuso. Pero, esencialmente, el Fit for 55 supone, por ejemplo, la aplicación del comercio de derechos de emisión a nuevos sectores; un mayor uso de las energías renovables; una mayor eficiencia energética; un despliegue más rápido de los modos de transporte de bajas emisiones y de la infraestructura y los combustibles para sostenerlos; un ajuste de las políticas fiscales a los objetivos del Pacto Verde Europeo; nuevas medidas para evitar la fuga de carbono, y nuevos instrumentos para preservar y potenciar los sumideros naturales de carbono.

A quienes se dedican a la economía de empresa, dado que para 2030 no quedan más que ocho años, les recomiendo leerlo despacio, y a las asociaciones de consumidores también. A los bancos, sin ir más lejos, ya se lo están anticipando los mercados.

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En otras palabras, el Fit for 55 puede ser el instrumento que estábamos esperando para la creación de millones de nuevos puestos de trabajo, vinculados a la economía verde, aunque también, ¡ojo!, la tumba de otros miles de la economía marrón. Todo hay que decirlo.

Llevar a cabo el Fit for 55 es extremadamente difícil y requiere de prudencia, buena organización y mejor coordinación. Y, sobre todo, mucha responsabilidad. Las decisiones que se tomen en los próximos meses tendrán un gran impacto en las generaciones futuras, pero también en la presente.

Todos queremos un planeta más verde y limpio para nuestros hijos y nietos. Pero también queremos una Europa económicamente viable, donde puedan prosperar y desarrollar su futuro sin tener que emigrar. Por eso, mal que les pese admitir a algunos elementos radicales del movimiento ecologista, cualquier decisión que se tome debe hacerse teniendo en cuenta la economía.

Para hacernos una idea rápida de la situación, diré que la Unión Europea ha previsto reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero un 55% para 2030 mientras que China calcula que ese mismo año alcanzará su pico máximo de estas emisiones y que, a partir de ahí, si eso…, ya empezará a reducirlas. ¿Será factible para nuestra industria competir con la china si nosotros reducimos emisiones de CO₂ por encima de lo exigido al tiempo que ellos las aumentan? ¿El castigo a que los mercados someten a nuestros bancos por incluir inversiones marrones y no verdes en su cartera es también extensible a los bancos no europeos? ¿Qué coste tendrá para el bolsillo de los ciudadanos una reducción tan drástica de nuestras emisiones?

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