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El déficit de EEUU alimenta la inflación
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Juan Ramón Rallo

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El déficit de EEUU alimenta la inflación

El déficit presupuestario de EEUU es ahora mismo el principal obstáculo global en la lucha contra la inflación

Foto: El presidente de la Fed, Jerome Powell. (Reuters/Elizabeth Frantz)
El presidente de la Fed, Jerome Powell. (Reuters/Elizabeth Frantz)
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La inflación inusualmente elevada que lleva sufriendo Occidente desde hace prácticamente tres años tiene mucho que ver con el exceso de gasto agregado que han promovido sus gobiernos a través de políticas monetarias y, sobre todo, de políticas fiscales muy expansivas. No es que los shocks negativos de oferta, como pudo serlo la pandemia o la guerra en Ucrania, no hayan tenido nada que ver en la generación de la inflación, pero esta no habría podido enquistarse como lo ha hecho sin el empuje de agresivas políticas de estímulo del gasto.

De ahí que, en 2022, los bancos centrales optaran por volver su política monetaria mucho más restrictiva: para poner en vereda ese exceso de gasto agregado que, con el añadido de los shocks negativos de oferta, había disparado la inflación a su ritmo más expansivo durante los últimos 40 años. Ahora bien, una política monetaria contractiva no tiene por qué ser suficiente para moderar la inflación por sí sola: desde luego, unos tipos de interés más elevados restringen el crédito privado y, por tanto, constriñen su capacidad de gasto. Sin embargo, con gobiernos irresponsables, unos mayores tipos de interés no conducen necesariamente a reducir en paralelo el déficit público: al contrario, pueden ayudar a incrementarlo al disparar los gastos financieros del Tesoro. De ahí que, si la política fiscal sigue siendo marcadamente expansiva, entonces es muy complicado que la política monetaria, por sí sola, estabilice los precios: el menor gasto agregado que se logra con la restricción del crédito privado puede más que compensarse con el mayor gasto agregado que impone el déficit estatal.

Pues bien, el Tesoro EEUU disminuyó significativamente su déficit público en 2022, coadyuvando así los esfuerzos desinflacionarios de la Fed: frente a un desequilibrio presupuestario de 3,1 billones de dólares en 2020 o de 2,8 billones en 2021, el descuadre de 2022 fue de apenas 1 billón. Sin embargo, en 2023 (o, mejor dicho, en el ejercicio fiscal de 2023, esto es, desde octubre de 2022 a septiembre de 2023), el déficit ha vuelto a dispararse: se estima que EEUU cerrará el año nuevamente con un desequilibrio de 2 billones de dólares, lo que equivale a más del 7% de su PIB.

Un déficit público superior al 7% en tiempos de paz y de expansión económica es un absoluto despropósito que mantiene avivadas las tensiones inflacionistas. A la postre, ese déficit público se convierte en mayores ingresos del sector privado y, por tanto, en mayor capacidad de gasto corriente: esto es, mientras la Fed contrae el gasto privado financiado con crédito, el Tesoro alimenta el gasto privado corriente. Todavía peor: aproximadamente la mitad de ese déficit público es atribuible a los gastos en intereses del Gobierno federal (que se han disparado casi un 50% durante el último año), de modo que, mientras la Fed mantenga los tipos de interés elevados, está partida seguirá aumentando y complicando la propia reducción del desequilibrio presupuestario. No solo eso, siendo 2024 un año electoral, tampoco parece demasiado probable que nos encaminemos a una racionalización de las cuentas públicas. Es más, si Donald Trump fuese electo presidente, es harto dudoso que fomentara una minoración del déficit… pues él mismo lo disparó durante su primer mandato.

Foto: McCarthy explica la posición republicana. (EFE/Jim Lo Scalzo) Opinión
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En suma, el déficit presupuestario de EEUU es ahora mismo el principal obstáculo global en la lucha contra la inflación. Es verdad que hemos dejado atrás los aumentos desbocados del IPC de la primera mitad de 2022, pero a ambos lados del Atlántico seguimos lejos de converger estructuralmente a una inflación promedio del 2% que es, al menos hasta que modifiquen sus objetivos oficiales, el que ambiciona tanto la Fed como el BCE. Y mientras EEUU no se ocupe seriamente de gastar mucho más de lo que ingresa, eso será difícil de lograr.

La inflación inusualmente elevada que lleva sufriendo Occidente desde hace prácticamente tres años tiene mucho que ver con el exceso de gasto agregado que han promovido sus gobiernos a través de políticas monetarias y, sobre todo, de políticas fiscales muy expansivas. No es que los shocks negativos de oferta, como pudo serlo la pandemia o la guerra en Ucrania, no hayan tenido nada que ver en la generación de la inflación, pero esta no habría podido enquistarse como lo ha hecho sin el empuje de agresivas políticas de estímulo del gasto.

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