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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Fútbol. Corrupción. Barcelona

Todo lo que sea negar la realidad y mirar hacia otro lado desde la masa social barcelonista equivale a transigir con el hecho de que el Futbol Club Barcelona se convierta en el Fútbol Corrupción Barcelona

Foto: El presidente del FC Barcelona, Joan Laporta. (Reuters/Albert Gea)
El presidente del FC Barcelona, Joan Laporta. (Reuters/Albert Gea)
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Entiendo a quienes argumentan que la cuestión no es quién levantó el brazo en el siglo pasado, sino quién intentó comprar a los árbitros en este siglo. Lo comprendo, pero creo que se equivocan. Nada, ni siquiera el mayor de los trofeos, es más valioso que la memoria. Por eso considero que lo correcto es plantar cara a quienes antes pudieron robar el juego y ahora manosean la historia para violarla.

Todo lo que no sea extirpar al Barcelona de las competiciones europeas durante varias temporadas será infligir al fútbol mundial una herida letal, imposible de reparar porque destruirá la credibilidad misma del deporte.

Todo lo que no sea descender al Barcelona de categoría implicará convertir la competición española en una liga bananera desprovista de verdad y, como consecuencia, sin interés comercial. Un daño incalculable a la limpieza del negocio y a la marca del país entero.

Foto: El presidente azulgrana vaciló con enseñar los informes. (Reuters/Albert Gea)

Todo lo que lleve a alargar, aunque solo sea durante un minuto más, la presencia de esta junta directiva —en el fondo, la misma desde Gaspart— implica acelerar el fraude definitivo a la institución. Pasar la propiedad de los socios a los accionistas de una sociedad anónima, trincando jugosas mordidas por el camino.

Todo lo que sea poner paños calientes desde el poder político estatal, quedarse en manifestar la preocupación sin pasar a la distracción, significa asumir el chantaje y someterse a la dejación de funciones porque estamos en periodo electoral. El ministro Iceta no puede seguir bailando como si el mayor golpe en la historia del deporte español no estuviese estallando.

Todo lo que sea negar, justificar o restar importancia a este escándalo desde el poder político catalán equivale a desprestigiar y debilitar Cataluña, reconociendo que la impunidad existe y dando una sórdida vuelta de tuerca a la triste lógica previa: el Barcelona, que se dejó instrumentalizar por el nacionalismo, no puede apropiarse ahora de la política de los catalanes.

Todo lo que sea seguir patrocinando o prestando dinero al club que puede habernos estafado a todos conlleva legitimar la suciedad. Y también asumir un riesgo de crisis de reputación para cualquier marca involucrada que tendrán que justificar ante sus accionistas.

Todo lo que sea silenciar al público, como está ocurriendo en las retransmisiones de los partidos semanales, censurando los cánticos de los aficionados que libremente protestan contra la corrupción en los estadios de los cuatro puntos cardinales, es un ejercicio incompatible con la democracia que no hace si no mostrar la profundidad de los tentáculos de toda esta podredumbre. En algún momento, alguien podría hablar del papel que tendría Roures en todo este tinglado, falta hace.

Todo lo que sea negar la realidad y mirar hacia otro lado desde la masa social barcelonista equivale a transigir con el hecho de que el Futbol Club Barcelona se convierta en el Fútbol Corrupción Barcelona, esto es, permitir y aplaudir que lo que no puede ganarse en la cancha con la fuerza de las piernas pueda ganarse en los despachos con el poder del dinero.

Foto: Laporta, durante la rueda de prensa. (Reuters/Albert Gea)

Los barcelonistas vienen de cometer un error deportivo y económico que pagarán caro: pusieron a un jugador por encima del club —Messi—, pero ahora pueden superarlo colocando la grosera inmoralidad de Laporta por encima del buen nombre y la propia supervivencia de la institución.

La obligación moral del socio es reclamar transparencia, asumir con nobleza las consecuencias y reivindicar la refundación cuanto antes.

Y la exigencia ética de la prensa, singularmente de la prensa deportiva catalana, pero no solo, no consiste en decirle al forofo lo que quiere escuchar, ni en reírles las gracias a quienes no pueden explicar lo que hicieron sin mentir, sino en contarle al ciudadano la verdad después de haberle exigido a quienes mandaban la absoluta claridad.

Foto: Comparecencia de Joan Laporta. (EFE/Alejandro García)

Todo, absolutamente todo lo que hemos visto en la impúdica rueda de prensa de Laporta no es más que un compendio en el que se reúne, punto por punto, el manual de excusas y maniobras de distracción del delincuente indepe.

No falta un cliché: la opresión, Madrid nos roba, la teatralidad, Franco, el victimismo y, desde luego, la superioridad moral, regada ahora por la pasta dictatorial de Qatar. Vamos por partes.

El Barcelona fue el segundo club más sumiso al franquismo (después del Atlético Aviación), el más servil y el que más ayuda recibió a lo largo de los 40 espantosos años de dictadura que sufrimos los españoles. Fue el equipo del régimen franquista y es el equipo del régimen nacionalista.

Foto: La portavoz del Govern, Patrícia Plaja, durante la rueda de prensa. (EFE/Quique García) Opinión
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Tolerar que esa certeza se discuta no es caer en la cortina de humo que ha tendido Laporta, no supone renunciar a la vía judicial y deportiva, porque ante hechos de tan grave magnitud se puede y se debe actuar en todos los frentes.

Enfrentarse al relato del nacionalista estafador es bastante más que proteger la historia del madridismo, es prestarle un servicio a nuestro país, porque si hoy permitimos que se reescriba lo que pasó hace más de cuatro décadas, no hará falta mucho tiempo para que los mismos traten de contarnos la historia de nuestros años distinta a como fue. Pie en pared.

El nacionalpopulismo solo puede echar raíces sobre un terreno que previamente ha podrido y no debemos soportar que se nos quieran envenenar los recuerdos. Eso es lo que de verdad hay que proteger: la historia que tú hiciste, la que hizo cada uno.

Foto: Miquel Iceta y Joan Laporta, en el Camp Nou. (EFE/Alejandro García)

El procés no fue el intento de liberación de un pueblo sojuzgado, sino el producto de una manipulación perpetrada por unas élites extractivas y corruptas.

El Barcelona de Guardiola no ha hecho el mejor fútbol de la historia de la humanidad, está manchado por el escándalo, también vaciado por la realidad de los números y por los trofeos que el Real Madrid ha conquistado milagro tras milagro.

Y no debemos olvidarlo, porque queremos seguir ganando y porque no estamos dispuestos a dejar que se pierda cada verdad de lo que pasó, nosotros mismos, nuestro pasado.

Entiendo a quienes argumentan que la cuestión no es quién levantó el brazo en el siglo pasado, sino quién intentó comprar a los árbitros en este siglo. Lo comprendo, pero creo que se equivocan. Nada, ni siquiera el mayor de los trofeos, es más valioso que la memoria. Por eso considero que lo correcto es plantar cara a quienes antes pudieron robar el juego y ahora manosean la historia para violarla.

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