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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Puigdemont sube y tiene margen de mejora electoral

El 'expresident' es un líder político que no admite la indiferencia, porque polariza tanto como lo hace Ayuso. Y eso genera una enorme tracción electoral

Foto: El expresidente de la Generalitat de Cataluña y candidato de Junts a las elecciones catalanas, Carles Puigdemont. (Europa Press/Glòria Sánchez)
El expresidente de la Generalitat de Cataluña y candidato de Junts a las elecciones catalanas, Carles Puigdemont. (Europa Press/Glòria Sánchez)
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Las últimas encuestas publicadas podrían estar dejando Puigdemont y Aragonès ante dos bordes distintos. Los de ERC parecen encontrarse frente al abismo y los de Junts ante un pequeño trampolín que les puede llevar más alto de aquí a la jornada electoral. ¿Qué está pasando?

Pasa que los republicanos tomaron la decisión de adelantar estos comicios con la intención de evitar su colapso y quizá no puedan evitarlo. No hay sondeo del que asome algún dato que les permita agarrarse al optimismo.

Hoy se ve que pulsaron el botón de la convocatoria más movidos por el pánico que por el cálculo. Desaprovecharon una de las pocas ventajas que tenían llamando a las urnas sin tener un plan de campaña capaz de revitalizarles.

Desde entonces, su desempeño en la competición resulta inane. Tanto que están logrando destacar por ser el rival más débil de toda la contienda. No hay otra formación con la lealtad de voto más floja. No hay otro partido que transfiera más electores a más adversarios. Y no hay otro candidato que esté reforzando más a su antagonista directo.

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, junto a Carles Puigdemont en Bruselas. (EFE/Olivier Hoslet)
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En buena medida, este fracaso viene larvándose desde antes, diariamente. La gestión de la Generalitat ha resultado un chasco general y específico. Cuatro de cada diez jóvenes y –dato escalofriante- uno de cada cuatro votantes de ERC consideran hoy que la situación en Cataluña es peor que en 2021.

Otra porción destacable de la responsabilidad sobre el descalabro republicano corresponde directamente a Aragonès. Este 'president' no vende una escoba.

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Algo se tiene que haber hecho peor que mal en la Generalitat para que Aragonès resulte bastante menos conocido que Puigdemont en todos los tramos de edad y en todos los segmentos del espectro político. Solo 13 de cada 100 votantes le prefieren como presidente.

Su valoración es tibia y eso está muy lejos de ser una fortaleza en esta época tan marcada por los personalismos. Dentro de una sociedad tan polarizada como la catalana conviene tener un sabor distinto al del agua mineral cuando llega la hora de votar.

Por lo tanto, falta muy poco para votar y no se ven resortes disponibles para que ERC logre movilizar a su electorado, ni tapones al alcance de la mano para evitar las fugas hacia otros partidos.

Este ciclo electoral deja un resultado claro dentro del nacionalismo: solo saldrán favorecidos los nacionalistas más extremos

Sin embargo, este desastre no se debe únicamente a los muchos errores propios cometidos. Los de Aragonés están siendo también víctimas de un agente externo y esa clave es, en mi opinión, determinante en términos históricos, decisiva para nuestro futuro.

Este ciclo electoral en las regiones históricas deja un resultado claro dentro del nacionalismo: de las tres elecciones solo saldrán favorecidos los nacionalistas más extremos, los más rupturistas, (BNG, Bildu, y Junts), quedando castigadas las opciones más “templadas” (PNV y ERC). Dicho de otra manera: bajo el sanchismo, están saliendo sistemáticamente premiados los más radicales, los más antisistémicos.

Hace unos años, Iglesias fantaseaba con que las tres formaciones nacionalistas de tinte progresista llegasen a conquistar la hegemonía en sus respectivos territorios. Sánchez le compró esa mercancía y casi todas las demás. Pero los votos están muy cerca de terminar siendo más duros que aquella ilusión. ¿Por qué?

Foto: Sánchez con Illa, en un mítin. (Europa Press/Kike Rincón) Opinión

Porque Puigdemont es un líder político que no admite la indiferencia, porque polariza tanto como lo hace Ayuso. Y eso genera una enorme tracción electoral.

Dentro de la enloquecida dinámica de la polarización el odio de los electores que nunca te votarían genera el retorno de la atención en la conversación electoral.

Sin pretenderlo, el tercio de los catalanes que le valora con un cero y la mitad de los socialistas que le otorgan la misma puntuación están hablando de él, están elevando su protagonismo y trabajando a favor de su liderazgo dentro de las capas sociales que sí podrían llegar a votarle el próximo domingo.

Foto: El 'expresident' y cabeza de lista de JxCAT, Carles Puigdemont, en un mitin. (EFE/David Borrat)

La mecánica electoral perversa del odio explica por qué Puigdemont está hoy al borde del aprobado entre los que eligieron a ERC, por qué obtiene un notable alto entre los suyos, y por qué el 11% de las mujeres y hombres catalanes le están calificando con un sobresaliente.

Durante semanas y semanas, tanto en Madrid como en Barcelona, se ha especulado muchísimo con lo que podría hacer el fugado durante esta campaña. Unos y otros le hemos dado mil vueltas a los posibles golpes de efecto. Mientras tanto, sin hacer nada verdaderamente disruptivo, tacita a tacita, hemos visto a los de Junts subir en los sondeos.

El pasado 19 de abril se cerró el sondeo de 40dB, con una estimación de entre 32 y 35 escaños para los de Puigdemont. El 2 de mayo la siguiente ola, con una estimación de entre 34 y 37 diputados.

Foto: Anna Navarro, segunda de JxCat para las elecciones catalnas. (EFE/David Borrat)

Todos damos por cierto que superará los 32 puestos obtenidos en 2021. Y nadie respetable contempla la posibilidad de un empate con ERC, eso parece estar ya prácticamente descartado. Por lo tanto, el nacionalismo afronta el arreón final a lomos de un solo caballo. Así que la pregunta es… ¿Puede Puigdemont subir más de aquí al domingo?

La contienda no está tanto en el número de sufragios -cuesta imaginar una evolución de los acontecimientos que impida al PSC ser el partido más votado-, sino en la cifra de escaños.

En ese reparto, el crecimiento no es fácil, pero tampoco es imposible. Da la impresión de que Puigdemont podría tener más restringido el margen de mejora en un par de provincias (Tarragona donde marcha segundo), y Lleida (donde va lanzado). En las otras dos la situación es diferente. En Girona afronta el problema de Aliança Catalana, cuya campaña le supone un incómodo lastre. Y en Barcelona se encuentra ante su principal desafío, es su agujero negro.

Quedan cartas por repartir. La última jugada de Sánchez no parece haber tenido demasiado efecto electoral porque se le vio la trampa. La próxima mano podría corresponderle a Puigdemont. Eso en lo electoral, en la partida de después, lo más probable es que siga mandando.

Las últimas encuestas publicadas podrían estar dejando Puigdemont y Aragonès ante dos bordes distintos. Los de ERC parecen encontrarse frente al abismo y los de Junts ante un pequeño trampolín que les puede llevar más alto de aquí a la jornada electoral. ¿Qué está pasando?

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