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La isla intermitente y el caso del exministro Héctor Gómez
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Jaime Pérez-Llombet

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La isla intermitente y el caso del exministro Héctor Gómez

Si Gómez no hubiera renunciado a ser el cabeza del PSOE, como así ocurrió, Ángel Víctor Torres no habría sido presidente de Canarias, y tampoco ministro de Política Territorial y Memoria Democrática

Foto: Héctor Gómez traspasando su cartera. (Albert Ortega/Europa Press)
Héctor Gómez traspasando su cartera. (Albert Ortega/Europa Press)
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¿Qué ha pasado? La patronal de la automoción ha agradecido su trabajo y talante. Muchas voces del sector turístico —Gabriel Escarrer, entre otros— estaban encantados con él. En el partido y en algunos ministerios cuenta con simpatía, apoyo y valoración, pero Héctor Gómez, ya exministro de Industria, Comercio y Turismo, ha dejado de sentarse en el Consejo y, como ya ocurrió cuando dejó de ser portavoz del grupo parlamentario socialista, reaparece la leyenda de la intermitencia que acompaña al parlamentario socialista de años a esta parte, apariciones y desapariciones (relativas, porque no dejará de ostentar responsabilidades de primer orden) que remiten a otra, a la leyenda de una Isla que de vez en cuando asoma sobre el océano entre La Palma y El Hierro, incorporándose, San Borondón, que así se le llama, a un imaginario colectivo alimentado por las crónicas de quienes a lo largo del tiempo han asegurado que la han visto, hipótesis reforzada por la presencia de la Isla intermitente en algunos mapas de la Edad Media.

Hay voces que lo explican apuntando que las referencias del folclore canario a las apariciones y desapariciones de San Borondón le otorgan la categoría de real, exista o no, tan real como la trayectoria, mayoritariamente aplaudida, y bien acogida, de quien fue y dejó de ser portavoz del grupo parlamentario socialista, fue y dejó de ser ministro de Industria, Comercio y Turismo; intermitencia que, en cualquier caso, no contamina u oxida el balance de quien, en su caso, se caracteriza por la constancia.

Gómez existe en la primera línea de su partido desde hace años, muchos. Por decisión propia, domicilió su carrera política en Madrid, en la escena nacional. En 2019, dio un paso a un lado, renunció a ser candidato a la Presidencia del Gobierno canario porque, ni entonces, ni ahora, ni nunca, se ha imaginado cómodo sumergido en el mar de fondo de la política regional o local. El destino se construye con los aciertos o errores que van acumulándose en el trayecto, con las decisiones que se toman; pero, no siempre. Al menos, no únicamente. Hay decisiones de otros que acaban cambiándote la vida, como le pasó a Ángel Víctor Torres en 2019.

Foto: Ana Oramas, en un pleno en el Congreso. (EFE/Javier Lizón) Opinión

Si Gómez no hubiera renunciado a ser el cabeza de cartel del PSOE en aquellas elecciones autonómicas, como así ocurrió, Ángel Víctor Torres no habría sido presidente de Canarias, y tampoco ministro de Política Territorial y Memoria Democrática. Las decisiones de Gómez han condicionado su camino, y de paso, siguiendo de cerca la teoría del aleteo de la mariposa, indirectamente ha sido él quien en buena medida ha escrito el guion del PSOE canario, y de Torres, en estos últimos años.

Al elegir Madrid, dejó el campo despejado para que Torres se hiciera con las riendas de los socialistas en el archipiélago, permitiéndole ganarse la confianza en estos últimos cuatro años de su secretario general y presidente del Gobierno, por quien apostó Torres en los convulsos días del pulso entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, pero a quien el ahora ministro conocía y trataba menos que Gómez, amigo del presidente desde cuando éste, siendo diputado raso, participó como sustituto de un ponente fallido en unas jornadas promovidas por Héctor Gómez, en aquellos días concejal en su municipio, Guía de Isora, en el sur de Tenerife.

Gómez hizo amistad con Sánchez años antes de que la Presidencia del Ejecutivo canario y las constantes visitas del presidente a La Palma, con motivo del volcán, permitieran a Torres multiplicar sus opciones a ojos de su secretario general y líder incontestado. Con todo, que Héctor Gómez no siga sentado en el Consejo no necesariamente obedece a que Torres haya pesado más, en la tesis no demostrada de que Sánchez sentaría sí o sí a un canario en su nuevo Ejecutivo.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el de Canarias, Fernando Clavijo. (EFE/Ramón De La Rocha) Opinión

Bien o muy bien valorado por sus compañeros de partido y por quienes pesan en otras formaciones —sin excluir al PP, donde dirigentes de peso siempre han alabado el talante y capacidad de trabajo del exportavoz y exministro—, también por la patronal y sindicatos, su ausencia en la foto de familia en las escalinatas de Moncloa no se explica, justifica o resuelve reduciéndolo a un pulso entre aspirantes canarios. Torres ha desembarcado en el Gobierno cabalgando sobre una carambola de acontecimientos, algunos de los cuales vieron la luz meses atrás y otros, finalmente definitorios, como la autoexclusión de Guillermo González Vara, ocurridos apenas cuarenta y ocho horas antes de que se anunciaran, ya oficialmente, los nombres de quienes se sientan ahora en el Consejo de Ministros.

El caso de Héctor Gómez es exitoso y desconcertante. El presidente apuesta por él para la primerísima fila con la misma celeridad con la que deja de hacerlo, apariciones y desapariciones que, como ocurre con San Borondón, la Isla intermitente, generan más extrañeza que certezas, más ilógica que lógica. Gómez ya lo ha sido prácticamente todo en política. Con absoluta seguridad, el presidente contará con él para que siga asumiendo responsabilidades de primer nivel. Sánchez tiene en su exportavoz y exministro a alguien fiable y, a pesar de volantazos y sorpresas, leal, tanto al presidente como al partido.

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Sin embargo, al dejar de contar con él como portavoz del grupo parlamentario y ahora como ministro (para sorpresa de quienes lo incluían en el grupo de los que continuarían) Sánchez abona una intermitencia que no termina de entenderse bien ni dentro ni fuera del partido. Quizá el presidente entienda que Gómez es un jugador de primera división, pero no es el jugador que necesita para este partido (para esta legislatura). Tal vez Gómez dé el perfil, le juegan a la contra cómo y cuándo, particularmente cuándo, entendiendo Sánchez (o no) que el diputado canario es o deja de ser la persona idónea dependiendo del contexto, del momento, aunque cuesta dar por buena esta última hipótesis teniendo en cuenta que si algo necesita el presidente es gente con la cintura y capacidad de negociación que demostró Gómez en sus últimas responsabilidades, especialmente cuando fue portavoz.

Malos tiempos para la lírica y, al parecer, para la forma de estar y ser de Héctor Gómez, de quien el empresariado ha dicho que bien pudo continuar como ministro. Gómez ha sido sacrificado por causas ajenas a su trabajo —no ha podido hacer más en tan poco—. Se ha renunciado a alguien apreciado por los sectores con los que ha negociado durante estos últimos meses. Gómez no desaparece. Seguirá en otros escenarios de primer orden. No será un exilio, más bien una transición, una más en la carrera política de quien, de cuando en cuando, por causas ajenas, aparece y desaparece de la foto como lo hace la isla intermitente que algunos dicen haber visto entre La Palma y El Hierro.

¿Qué ha pasado? La patronal de la automoción ha agradecido su trabajo y talante. Muchas voces del sector turístico —Gabriel Escarrer, entre otros— estaban encantados con él. En el partido y en algunos ministerios cuenta con simpatía, apoyo y valoración, pero Héctor Gómez, ya exministro de Industria, Comercio y Turismo, ha dejado de sentarse en el Consejo y, como ya ocurrió cuando dejó de ser portavoz del grupo parlamentario socialista, reaparece la leyenda de la intermitencia que acompaña al parlamentario socialista de años a esta parte, apariciones y desapariciones (relativas, porque no dejará de ostentar responsabilidades de primer orden) que remiten a otra, a la leyenda de una Isla que de vez en cuando asoma sobre el océano entre La Palma y El Hierro, incorporándose, San Borondón, que así se le llama, a un imaginario colectivo alimentado por las crónicas de quienes a lo largo del tiempo han asegurado que la han visto, hipótesis reforzada por la presencia de la Isla intermitente en algunos mapas de la Edad Media.

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