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La carta de Sánchez, un mes después
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Javier Caraballo

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La carta de Sánchez, un mes después

La velocidad con la que otros acontecimientos sucesivos lo han ido sepultando, es lo primero que nos hace reflexionar porque nos habla de la estrategia de un político a la fuga

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Mariscal)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Mariscal)
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La carta aquella de Pedro Sánchez, la de la dimisión virtual, lo nunca visto en política, se convierte hoy, un mes después, en un documento fundamental para desnudar el alma política del presidente y asomarse a lo que esconde. Tan falso fue todo que, en las cuatro semanas que han pasado, nunca más hemos vuelto a ver ni un solo gesto de abatimiento, de dudas o de penuria en la cara de Sánchez. Todo lo contrario. Tan forzada fue la simulación que, si nos detenemos un momento, parece incluso que hace más tiempo que ocurrió. Porque todo se ha borrado ya. Tal como llegó la avalancha de su amago de dimisión, desapareció sin dejar rastro alguno. Todo se olvidó, la pose dramática de suspender toda su agenda y desaparecer durante cinco días, a partir del mismo lunes 29 de abril en el que, finalmente, anunció que pensaba seguir como presidente del Gobierno.

La velocidad con la que otros acontecimientos sucesivos lo han ido sepultando, es lo primero que nos hace reflexionar porque nos habla de la estrategia de un político a la fuga. No es que Pedro Sánchez esté pensando en quitarse de en medio, que ya hemos visto que no es así, sino de un líder político que ha planteado una estrategia radical de huida hacia adelante. Con independencia del resultado final de esta estrategia acelerada, la sensación que nos deja es la de una persona que da paletadas, constantemente, una detrás de otra, para tapar una realidad que no le gusta. En este punto no hace falta imaginar nada; Pedro Sánchez preside un Gobierno que no gobierna, porque no tiene apoyos suficientes para gobernar, y una mujer que sigue pendiente de lo que dicte un juzgado de Madrid sobre su comportamiento temerario en el despliegue de sus influencias.

La segunda conclusión a la que llegamos es que el presidente siempre repite la misma jugada, lo que vuelve a subrayar la huida en la que se encuentra. Tiene sentido porque en una situación así, temas que se plantean, se consumen rápidamente y desaparecen, no existe posibilidad alguna de diseñar nada nuevo. Es como si vistieran el mismo muñeco con pelucas y trajes distintos, confiados en que volverá a serles de utilidad. Por ejemplo, lo más evidente de todo: ¿había reparado usted en que la ‘carta de dimisión’ y la declaración sobre Palestina guardan una asombrosa equidistancia con respecto a las elecciones posteriores? Justo el lunes previo, en la primera semana de ambas campañas electorales, el presidente Sánchez se ha convertido en protagonista exclusivo del debate, aunque en ninguna de las dos ocasiones se presentase como candidato.

En el primer lunes de la campaña electoral de las elecciones catalanas, leyó su carta para desvelarnos las conclusiones de su reflexión: “He decidido seguir y seguir con más fuerza, si cabe, al frente de la Presidencia del Gobierno de España”. Y el lunes pasado, primer lunes de la campaña de las elecciones europeas, se anunció que el Consejo de Ministros del día siguiente aprobaría el reconocimiento del Estado de Palestina. De nuevo, Pedro Sánchez ordenó que se encendieran las cámaras del plató del palacio de la Moncloa y, en cuanto se encendieron los pilotos rojos, lanzó su discurso institucional: “Se trata de una decisión histórica que tiene un único objetivo: contribuir a que israelíes y palestinos alcancen la paz”. Al comienzo de la semana, al principio equidistante de una campaña electoral, la misma acción con distintos actores, “profundamente enamorado” de su esposa para las elecciones catalanas; profundamente enamorado de Palestina para las elecciones europeas. Dos declaraciones institucionales simétricas, del lunes 29 de abril al martes 28 de mayo.

Foto: Begoña Gómez. (Europa Press/Isabel Infantes)

Se decía antes que Pedro Sánchez no se presentaba como candidato en ninguna de esas dos elecciones pero, obviamente, el resultado del Partido Socialista en ambas sí le afectan directamente en su ambición de continuar unos años más como presidente del Gobierno de España. De ahí que haya protagonizado esos dos golpes de efecto que persiguen lo mismo, movilizar al electorado socialista con la advertencia de una amenaza idéntica: una peligrosa oleada de fango que está asolando España y Europa. En su declaración de abril, lo dijo abiertamente (“solo hay una manera de revertir esta situación, que la mayoría social se movilice”) y en los actos de campaña de las europeas lo sigue repitiendo. Cuenta, además, con la ventaja de que siempre le ayudan los excesos, groseros y grotescos, de algunos líderes de la extrema derecha mundial, como el presidente de Argentina, Javier Milei, a los que jalea su réplica española, Santiago Abascal.

En definitiva, la misma estrategia radical para motivar al electorado socialista, directo o potencial, que ya puso en práctica en las elecciones generales de julio de 2023 con el ‘buen resultado’ ya conocido: el PSOE no ganó las elecciones, pero pudo impedir que gobernara el PP, que sí las ganó. Ese experimento electoral comenzó, como se recordará, con una campaña directa, cuerpo a cuerpo, del presidente/candidato en algunos de los medios de comunicación, y periodistas, que más lo criticaban. Ahí surgió el esqueleto del discurso que se mantiene. Como el problema era el de tener que justificar que, en tantos asuntos, había prometido una cosa y luego había hecho lo contrario, comenzó diciéndole a Carlos Alsina en Onda Cero que el problema era que los medios tergiversaban sus cambios de opinión.

“En España, los medios de comunicación no se corresponden con la realidad sociológica del país”, eso fue lo primero que dijo. De ahí se pasó a la “fachosfera”, luego a la denuncia de ‘fake news’, y, finalmente, o mejor, por ahora, a “la máquina de fango”. Si a los discursos de cualquier portavoz del PSOE se le suprimen solo dos palabras, “fango” y “bulos”, se quedan sin discurso. El mismo guion, en suma, mantenido en un 'in crescendo' de dramatismo, como podemos contemplar ahora, un mes después de aquella dimisión virtual, que ya solo inquieta al intentar adivinar qué será lo próximo.

La carta aquella de Pedro Sánchez, la de la dimisión virtual, lo nunca visto en política, se convierte hoy, un mes después, en un documento fundamental para desnudar el alma política del presidente y asomarse a lo que esconde. Tan falso fue todo que, en las cuatro semanas que han pasado, nunca más hemos vuelto a ver ni un solo gesto de abatimiento, de dudas o de penuria en la cara de Sánchez. Todo lo contrario. Tan forzada fue la simulación que, si nos detenemos un momento, parece incluso que hace más tiempo que ocurrió. Porque todo se ha borrado ya. Tal como llegó la avalancha de su amago de dimisión, desapareció sin dejar rastro alguno. Todo se olvidó, la pose dramática de suspender toda su agenda y desaparecer durante cinco días, a partir del mismo lunes 29 de abril en el que, finalmente, anunció que pensaba seguir como presidente del Gobierno.

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