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Por qué al PSOE le conviene que se marche Sánchez

El líder socialista ha aniquilado el partido y abortado la sucesión, pero la encuesta entre líneas de Tezanos demuestra que la marcha de PS estimularía las opciones del partido

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se hace una foto a su llegada a la Feria de Abril en Barcelona. (Europa Press/Kike Rincón)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se hace una foto a su llegada a la Feria de Abril en Barcelona. (Europa Press/Kike Rincón)
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Medio en serio, medio en broma, Carlos Alsina aludía este martes a la paradoja demoscópica del CIS 'prêt-à-porter' de Tezanos, precisamente porque la euforia del subidón socialista -nueve puntos- se podría justificar en la expectativa de la abdicación. O sea que la ausencia de Sánchez al frente del PSOE estimularía el entusiasmo de los votantes socialistas.

No era el propósito de Tezanos plantear implícitamente semejante desafío al César, ni tiene pensado el César darse por aludido, pero el pucherazo de Tezanos sobrentiende que la impresionante remontada del PSOE (40% de los votos) no se explica por la conciencia social de las cinco jornadas de reflexión, sino porque Sánchez especulaba con marcharse.

Era un farol que él mismo ha trivializado. No solo porque el teatrillo de la dimisión funcionaba como un mero y obsceno chantaje sentimental, sino porque el propio timonel de Moncloa ya tiene previsto agotar la legislatura y ha decidido volverse a presentar en las próximas generales.

Bien podía haber disimulado Sánchez la tramoya del entremés, pero la adicción al poder lo retrata en su papel depredador. Se ha sucedido a sí mismo. Y ha cerrado el debate de la cuestión sucesoria, no fuera a ocurrir que los camaradas de Ferraz le hicieran notar el mensaje subliminal de la encuesta del CIS. Tiene sentido recordar que la insólita reanimación del PSOE se había definido antes de conocerse la decisión de Sánchez, como si la eventual fuga del matador hubiera emocionado a los socialistas.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), durante la entrevista que concedió a Televisión Española. (EFE/RTVE) Opinión
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Medio en serio, medio en broma, podría sostenerse que Sánchez es el gran problema del PSOE. No ya porque lo ha vaciado de personalidad, de credibilidad, de ideología y de cualquier ámbito de discusión, sino porque la deriva autoritaria del sanchismo y su comportamiento estrafalario redundan en el desasosiego de los votantes progresistas. Votan a Sánchez no desde el convencimiento, sino porque no existe alternativa en la izquierda, igual que le sucede a los oyentes más cautivos de la cadena SER.

La hipótesis, pues, de una renuncia implica un periodo de reconstrucción ilusionante. Y devolvería al PSOE una reputación y un prestigio que Sánchez ha degradado en los presupuestos de su estricta supervivencia.

Foto: Una persona sujeta un cartel durante la concentración en la calle de Ferraz en apoyo al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/A. Pérez Meca) Opinión

El sanchismo es una degeneración del socialismo. Sabemos que el patrón monclovense ha devuelto al PSOE el estandarte de la victoria, pero su fuerza política y electoral tanto se explica en la tergiversación de los valores -de los principios- como en la fuerza que le otorga… la oposición.

El pavor a la ultraderecha y la alergia al PP consolidan la posición de Sánchez, igual que sucede con su dependencia sumisa al soberanismo. Por esa razón tiene sentido preguntarse cuántos exvotantes del PSOE estarían dispuestos a confirmar la tesis inconfesable de Tezanos. Y cuánto podría crecer el partido si el (ilusorio) proceso de sucesión de Sánchez alumbrara una candidatura distinta al liderazgo enfermizo y agonizante.

Hablamos de un terreno total y perfectamente especulativo. Ya se ha ocupado Sánchez de tiranizar el partido, de eliminar la competencia y de organizarse una escolta de cortesanos y de costaleros cuya devoción al condotiero contradice toda expectativa de magnicidio.

Foto: Reacciones de la prensa internacional al anuncio de Pedro Sánchez de cancelar su agenda. (EFE) Opinión

El cinismo con que Sánchez alude a la regeneración democrática abunda en el denuedo que identifica su propia conspiración contra el Estado de derecho. La subordinación del interés de la nación a la conveniencia propia, el feroz instinto de supervivencia, descartan que al secretario general del PSOE pueda preocuparle el porvenir del partido. Lo ha fagocitado. Ha anulado el debate interno. Ha represaliado las voces discrepantes. Ha ejecutado a los viejos senadores. Y ha convertido a su guardia pretoriana en caricaturas del sanchismo, de tal manera que no puede prosperar una alternativa que sobrepase el aspirantazgo maldito de García Page.

Medio en serio, medio en broma, el sondeo dopado y abracadabrante de Tezanos aloja un escarmiento a Pedro Sánchez que bien podría suscitar la ambición de una encuesta más honesta y valiente. ¿Cree usted que Sánchez debe renunciar al cargo de presidente del Gobierno? ¿Votaría al PSOE con un candidato distinto a Pedro Sánchez?

Medio en serio, medio en broma, Carlos Alsina aludía este martes a la paradoja demoscópica del CIS 'prêt-à-porter' de Tezanos, precisamente porque la euforia del subidón socialista -nueve puntos- se podría justificar en la expectativa de la abdicación. O sea que la ausencia de Sánchez al frente del PSOE estimularía el entusiasmo de los votantes socialistas.

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