María Jesús Montero suda poco la camiseta en su reunión con las CCAA
El Gobierno lleva tiempo gastando más energía en explicar que no pasa nada por no tener presupuestos que en intentar seriamente su aprobación
La vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, durante la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera. (Europa Press/Alberto Ortega)
Sudar la camiseta. Darlo todo en el campo y correr hasta el último minuto con independencia del resultado. Esta es la metáfora deportiva que ha utilizado reiteradamente Pedro Sánchez y su Gobierno para trasladar a la opinión pública el supuesto empeño de su Gobierno por aprobar por primera vez en esta legislatura unos presupuestos generales, los de 2026.
Habría que decirle al Gobierno que menos lobos, Caperucita. Porque si uno de verdad está empeñado en aprobar unas cuentas públicas, lo que intenta en primer lugar es cumplir con el calendario. Se suda y se corre cuando toca, no cuando a uno le apetece y a ratitos.
A correr y a sudar saltó ayer al campo la vicepresidenta primera del gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Cumplió con casi un semestre de retraso el trámite de comunicar a las CCAA el techo de gasto para 2026, cuestión esta que debería haberse resuelto en el mes de junio.
Que la función se haya iniciado con tanto retraso en realidad no tiene la mayor importancia. De hecho, el Gobierno va a incumplir su compromiso político de presentar las cuentas antes de que finalizase el año 2025. A fin de cuentas, el Gobierno ya sabe que lo de aprobar presupuestos es en estos momentos un imposible. Pero como el primer objetivo del ejecutivo no es aprobar cuentas para 2026, sino manejar los tiempos del fracaso presupuestario pues toca pintar el lienzo de que ha hecho cuanto está en su mano por conseguirlo.
A decir verdad, la ministra sudó poco en la reunión de ayer. El formato del Consejo de Política Fiscal y Financiera, si seguimos con la metáfora futbolera, es como en jugar en casa y con el árbitro a favor. Es suficiente con correr lo justo para llevarse el partido.
Montero anunció una lluvia de millones en concepto de entregas a cuenta a las CCAA en 2026 y les comunicó a sus dirigentes el margen de déficit con el que se pueden manejar. Cumplido el trámite, ahora sólo cabe esperar la aprobación por parte del Consejo de Ministros del techo de gasto y su remisión al Congreso, lugar en el que embarrancará en las dos ocasiones que será presentado. Luego será, si el gobierno así lo desea, el turno de los presupuestos. Largo lo fían en el entorno de máxima volatilidad electoral en el que ya están instalados todos los partidos.
El sudar la camiseta de la ministra incluyó ayer prometer también que en enero o febrero el Gobierno estará en condiciones de presentar las bases de un nuevo sistema de financiación autonómica. Los ejecutivos de Pedro Sánchez, también el de Salvador Illa, descansan teóricamente sobre la promesa de este nuevo sistema de financiación que debe ser bilateral, singular y respetar el criterio de ordinalidad para Cataluña. Tal y como están las cosas en el Congreso, tocaba que María Jesús Montero varease también el árbol de la financiación para ver si de este modo se ablandan un poquitín los junteros. A ERC no hace falta ablandarla, en su relación con los socialistas viene ablandada de casa desde hace tiempo.
Si la vicepresidenta cumple con su palabra, cosa de la que es más que razonable dudar dados los precedentes, hay que reconocer que será un ver para creer de lo más meritorio. Habrá que reconocerle a la ministra de Hacienda el arrojo de dar a luz un nuevo sistema de financiación autonómico para su discusión a pocos meses de que compita por la presidencia de la Junta de Andalucía.
Básicamente porque esa nueva financiación, para contentar a ERC y a Junts, deberá venderse a la opinión pública -otra cosa será su contenido- como una mejora sustancial para Cataluña. Y eso no son nunca buenas noticias para una ministra que aspire a mejorar los resultados de su partido en Andalucía pocos meses después. Ni siquiera en un escenario en el que su comunidad saliese beneficiada con el nuevo sistema. Hay cosas que no pueden ser y, además son imposibles. Por eso tiene sentido dudar de que Montero vaya a cumplir con su compromiso. Al menos en lo tocante a la presentación en enero de un nuevo sistema de financiación lo suficientemente concreto como para poder ser catalogado como tal.
De vuelta estrictamente a los presupuestos, y al sudar la camiseta que prometió el presidente del Gobierno, hay que hacer notar que tanto Sánchez como todo su Gobierno vienen añadiendo una coletilla a su mensaje de entrega y sacrificio para conseguir aprobar las cuentas públicas.
Tanto el aparato gubernamental, como el del PSOE, vienen insistiendo desde hace semanas en complementar el "sudar la camiseta" con un "tampoco pasa nada" si finalmente no se gana el partido de los presupuestos. Como si ya pudiéramos escuchar al presidente o a la ministra de Hacienda decirnos en unos meses que "el fútbol es así" y "que a pesar de la derrota ya piensan en el próximo partido".
Hay que reconocerle al equipo gubernamentalcreatividad en este punto. Pues es un continuo el sacar conejitos de la chistera de lo más variados.
Uno de ellos es equiparar la situación del Gobierno de España con los ejecutivos autonómicos en los que tampoco se aprueban presupuestos. Otro, más elaborado, consiste en insistir en que la atomización del voto y de la representatividad parlamentaria hace cada vez más difícil la gestión de mayorías para la aprobación de cuentas públicas y que, por tanto, hay que flexibilizar el juicio sobre quién no consigue lograrlo. Lo que vienen a decirnos es que ya no podemos juzgar los fundamentos de la democracia parlamentaria con la misma exigencia de otros tiempos. Otro argumento, más chusquero, es el de insistir una y otra vez en que la economía crece y los servicios públicos funcionan, y que por tanto no hay de lo que preocuparse. Hay que decir que no les va mal del todo, pues son muchas las voces que siguen dispuestas a colaborar en la normalización de la excepcionalidad.
En realidad, todo es más fútil. ¿Sudar la camiseta? Sí, por supuesto. Para controlar el tempo político –en este caso a través de los presupuestos- y apuntalar una narrativa que, llegado el caso, abra una ventana de oportunidad para la convocatoria de elecciones. Ese es el verdadero partido que se está jugando.
Sudar la camiseta. Darlo todo en el campo y correr hasta el último minuto con independencia del resultado. Esta es la metáfora deportiva que ha utilizado reiteradamente Pedro Sánchez y su Gobierno para trasladar a la opinión pública el supuesto empeño de su Gobierno por aprobar por primera vez en esta legislatura unos presupuestos generales, los de 2026.