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Por si acaso
Por
Conquistar el futuro
El futuro traerá su correspondiente dosis de destrucción creativa. Parte de las empresas que hoy reinan en los índices bursátiles habrán sido sustituidas por otras que hoy aún no existen
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Susumu Kitagawa, Richard Robson y Omar Yaghi han sido galardonados con el premio Nobel de Química de 2025. Han desarrollado una nueva forma de arquitectura molecular. Se trata de materiales porosos, llamados marcos metal-orgánicos (MOF, por sus siglas en inglés). A través de cambios en su composición, estos materiales pueden diseñarse para capturar y almacenar sustancias específicas. Como nos recuerda la nota de prensa de la Real Academia Sueca de Ciencias, "a partir del trabajo de los premiados, los químicos han construido decenas de miles de MOF, algunos de los cuales pueden contribuir a la solución de algunos de los grandes retos de la Humanidad, como la captura de CO₂ o la extracción de agua del aire del desierto."
Aunque pueda parecer lo contrario, ninguno de los trabajos originales de los premiados es reciente. Robson, el precursor, realizó sus primeros descubrimientos en este campo en los primeros años noventa. Yaghi en 1995 y Kitagawa en 1997. Hace unos treinta años. El salto de la ciencia a la tecnología y de ésta a las aplicaciones industriales, donde se requiere no sólo una viabilidad técnica, sino también económica, es el más difícil de lograr. Se requiere esfuerzo, determinación y dinero. Un reciente artículo, publicado en Bloomberg, nos recordaba que los fondos de pensiones europeos invierten, por término medio, un 0,018% de sus activos en capital riesgo, mientras que la inversión de sus homólogos norteamericanos en este tipo de activos llega al 2%. Los fondos de pensiones europeos tienen más de 11,7 billones (de los nuestros) de dólares de activos bajo gestión. Por cada dólar que invierten en capital riesgo, en Estados Unidos se invierten más de cien. Si Europa fuera capaz de movilizar hacia el capital riesgo la misma proporción de recursos de los fondos de pensiones que Estados Unidos, 236.000 millones de dólares servirían de palanca sobre la que asentar, en el campo de los MOF, de la Inteligencia artificial o de cualquier otro, la innovación europea.
Apenas cinco días después de anunciar los ganadores del premio Nobel de Química, la Academia Sueca repartió el premio de Economía entre tres autores. Una mitad fue a parar a Joel Mokyr, por identificar los requisitos necesarios para un crecimiento económico sostenido: su principal aportación fue la necesidad de un diálogo sostenido entre la ciencia y la técnica. Su conclusión es que a lo largo de la Historia los avances tecnológicos no habían sido capaces de producir un crecimiento sostenido por lo poco que se sabía sobre por qué y cómo una tecnología concreta funcionaba. Era un mundo de ingeniería sin mecánica, fabricación de hierro sin metalurgia, agricultura sin conocimiento del suelo, minería sin geología, fabricación de tintes sin conocimientos químicos o práctica médica sin microbiología o inmunología. Cuando tras la Ilustración, los avances técnicos y el conocimiento científico empiezan a ir de la mano y a retroalimentarse, es cuando despega la Revolución Industrial y el crecimiento económico sostenido pasa a ser una realidad. La otra mitad del premio Nobel ha sido para Philippe Aghion y Peter Howitt, capaces de formalizar la idea de la "destrucción creativa" del economista austríaco Schumpeter: el crecimiento sostenido ocurre cuando nuevas empresas, productos o tecnologías reemplazan a las antiguas, estimulando cambios estructurales y productividad. Así, su trabajo ayuda a entender por qué algunas economías crecen, otras permanecen estancadas, y por qué la innovación y la competencia importan para el desarrollo económico. Ayuda a entender por qué el desarrollo tecnológico impulsa el crecimiento sostenido y por qué el proceso de cambio implícito deja siempre una estela de ganadores y perdedores.
En el mundo de hoy, universidades y centros de investigación públicos y privados son los depositarios del saber científico, mientras que es en las empresas donde reside el conocimiento tecnológico, la materialización práctica y aplicada del saber científico. El tránsito de la ciencia a la tecnología no es sencillo: requiere -como hemos visto- recursos importantes, pero requiere, sobre todo, imbricación de todas las entidades concernidas en el propósito común de impulsar de forma permanente el desarrollo tecnológico. La lección que debemos recordar del profesor Mokyr es que el conocimiento científico sin una materialización práctica o los avances técnicos sin un sustrato teórico están condenados a fracasar. La aportación principal de los otros dos premiados es que el avance tecnológico supone cambios, supone ganadores y perdedores, supone una transformación social que es necesario aceptar y adaptar, procurando maximizar sus efectos positivos y reducir los negativos. Un país donde universidades y empresas viven dándose la espalda, o un país envejecido y conservador, incapaz de aceptar los cambios que vienen, aferrado a una realidad social que ya no existe y que no es posible recuperar, es un país abocado al retraso económico.
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Discernir los rasgos exactos del futuro que viene no es posible, pero no me extrañaría que los MOF, los compuestos metal-orgánicos cuyo descubrimiento se ha premiado con el Nobel de este año, sean utilizados masivamente en el futuro para absorber CO₂ de la atmósfera o para el riego en un clima en el que las precipitaciones se reducen. Gracias a estos materiales, o a cualquier otro adelanto científico, el futuro traerá su correspondiente dosis de destrucción creativa. Parte de lo que hoy consideramos realidades sociales incuestionables habrán desaparecido. Parte de las empresas que hoy reinan en los índices bursátiles habrán sido sustituidas por otras que hoy aún no existen.
El futuro siempre llega, sea con cambios apenas perceptibles en el devenir diario, sea con transformaciones más bruscas. La diferencia radica en la capacidad social, no ya de adaptarse, sino de aprovechar los cambios para conseguir que nuestras sociedades den un salto en su evolución hacia mayores cotas de bienestar. Por encima de cualquier otra condición, lo más relevante es conseguir sociedades abiertas al cambio. Ese fue el gran impulso de la Transición Democrática española. Abrir nuestra sociedad, aglutinarla en torno a la convicción de que el cambio era siempre creativo. Una sociedad abierta que supo aprovechar el impulso del ingreso en la Unión Europea o de ser parte del euro. Una sociedad que, a pesar del éxito que obtuvo, ha vuelto, desde hace más años de los debidos, a ensimismarse en políticas extremas y arcaicas, y, lo que es peor, una sociedad a la que intentan convencer de que lo que hoy vivimos en la política española es lo mejor para conquistar el futuro.
Susumu Kitagawa, Richard Robson y Omar Yaghi han sido galardonados con el premio Nobel de Química de 2025. Han desarrollado una nueva forma de arquitectura molecular. Se trata de materiales porosos, llamados marcos metal-orgánicos (MOF, por sus siglas en inglés). A través de cambios en su composición, estos materiales pueden diseñarse para capturar y almacenar sustancias específicas. Como nos recuerda la nota de prensa de la Real Academia Sueca de Ciencias, "a partir del trabajo de los premiados, los químicos han construido decenas de miles de MOF, algunos de los cuales pueden contribuir a la solución de algunos de los grandes retos de la Humanidad, como la captura de CO₂ o la extracción de agua del aire del desierto."