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Esteban Hernández

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Pedro Sánchez le compra el método del éxito a Pablo Iglesias

La estrategia de campaña que está llevando a cabo el presidente del Gobierno tiene muchos puntos de conexión con la manera de pensar de su exvicepresidente. Es una fórmula dudosa

Foto: Pedro Sánchez, en 'El Hormiguero'. (EFE/Atresmedia)
Pedro Sánchez, en 'El Hormiguero'. (EFE/Atresmedia)
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En el inicio de la campaña electoral, Pedro Sánchez dio un mitin en la Casa de Campo, acompañado por media docena de ministros, en el que no exhibió su cara más apasionada. Parecía más un trámite que debía cumplirse que un lanzamiento impetuoso y entusiasta de una campaña crucial. El mitin fue tempranero, porque un rato después el presidente tenía programada una entrevista en Telecinco; anunció allí que crearán una ley para limitar los tiempos de espera en la Sanidad. Es un buen ejemplo de hasta qué punto se está priorizando la presencia en medios sobre todos los demás aspectos que forman parte de la competición electoral.

El marco discursivo en el que Sánchez se ha movido en las últimas semanas revela la importancia que han atribuido los socialistas a la acción de los medios. Los malos resultados en el 28-M fueron analizados como la derrota de los hechos, una gestión adecuada del Gobierno frente a los sentimientos, esos que habían construido una percepción muy negativa del presidente del Gobierno. La solución, pues, pasaba por combatir esa imagen justo en los lugares en los que había sido creada, los medios de comunicación de masas.

Esa era, en esencia, la idea en la que se apoyó permanentemente Podemos: la política se construye en la percepción social, y esta se crea mayoritariamente a través de los medios de comunicación. La deriva última de Iglesias, con Canal Red y su pelea con periodistas concretos, con nombre y apellidos, así como su hostilidad permanente con empresarios que sostienen a los medios, no es más que la fase última de esa manera de pensar.

Por qué pierde la izquierda

En una entrevista concedida a Le Grand Continent, Iglesias afirmaba que "los medios son más importantes que los partidos" y señalaba la ingenuidad de la izquierda a la hora de pensar que una buena gestión del Gobierno le iba a generar réditos electorales. Su diagnóstico subrayaba que, en sociedades mediatizadas, una izquierda sin poder mediático va a tender a perder siempre.

Sánchez le ha comprado el marco a Iglesias, y está en una gira por medios, afines y contrarios, para combatir la mala percepción que de él se tiene y para fijar de manera insistente sus mensajes sobre el retroceso que supone un gobierno de PP y Vox. Es cierto que esta campaña está recorrida por la urgencia, dada la sorpresa de la convocatoria y que, por tanto, no hay intención, ni quizá mucho tiempo, para debates de mayor profundidad.

El problema de estas apuestas es que tienden a tratar a los electores como si fueran seres con escasa capacidad de comprensión

Esta insistencia mediática general, sin embargo, tiene sus riesgos. En esa pelea entre los flujos y los territorios en que consiste la política en los últimos años, Sánchez parece haber apostado decididamente por lo fluido; por lo que circula por los medios. Pero hay que subrayar también lo que implica de pérdida social aceptar ese marco, ya que tienden a evitarse las cuestiones más relevantes para el futuro, se espectaculariza todavía más la política y, en última instancia, se tiende a considerar al elector como si solo estuviera guiado por el mínimo común denominador. Por frecuente que sea, no termino de acostumbrarme a esa falta de respeto para con los ciudadanos que practican unos y otros partidos: es como si fuéramos seres con escasa capacidad de comprensión a los que hay que repetir una y otra vez los mismos mensajes, breves y contundentes; como si se estuvieran dirigiendo a personas con cerebros poco formados a los que no hay que dar muchas explicaciones porque no las pueden asimilar.

Es innegable que la esfera mediática juega un papel, que la comunicación a través de los medios de masas surte efectos, pero la sociedad es lo suficientemente plural como para que haya quienes prefiramos otro tipo de relación con la política. Quizá seamos los menos (aunque no estoy seguro de ello), pero esta reducción al mínimo no deja de parecerme una forma de desdén respecto del elector, cuando no un insulto, al tiempo que revela una suerte de vaguería instalada en los partidos a la hora de considerar otros caminos comunicativos.

Otro momento

Estamos en una época penetrada por cambios de gran calado y en la que la suerte de las sociedades occidentales está por decidirse. Muchas de las convicciones que gobernaron las últimas décadas están decayendo, nuevas fórmulas políticas y económicas emergen y las incertidumbres aumentan. Es el momento en que los grandes debates deberían hacer acto de presencia, porque nos va mucho en ello. No será en la campaña electoral, pero en algún momento tendrán que producirse.

Dado que este tipo de argumentos tampoco poseen mucho peso frente a las urgencias electorales, a ese deseo de conservar o ganar el poder que recorre estas semanas, y a que tomarlos en serio implicaría que los partidos y los actores sociales dejaran de manejarse con lugares comunes insistentemente repetidos, habrá que poner el acento en elementos electoralmente pragmáticos.

Que la política no se hace solo en los medios y que la presencia en los territorios importa es una lección que debería haber aprendido Iglesias

La presencia en los territorios continúa siendo importante, la política no se hace en los medios de masas únicamente. Y suele ser útil en las campañas electorales. Hay lugares donde se pueden ganar o perder diputados, donde no todo está decidido, y en los que la activación a través de la cercanía introduce pequeños cambios que, sumados, pueden transformar los mapas previos. En esta campaña, los partidos con más posibilidades no están dedicando mucho interés a esta relación con los territorios; Sánchez porque apuesta decididamente por los medios de masas, Feijóo porque prefiere una dinámica de escaso movimiento para evitar los riesgos. Veremos cómo se desarrolla la campaña en los días que quedan, pero lo previsible es que los escasos mítines sirvan para repetir las mismas consignas que vemos en la televisión, como si fueran trámites obligados para ganar un espacio en los telediarios.

Que la política no se hace únicamente en los medios y que la presencia en los territorios importa es una lección que debería haber aprendido Pablo Iglesias. La estructura que poseía el PSOE le ofreció una fortaleza notable cuando estaba en horas bajas y Podemos amenazaba con sobrepasarlo (e igual le ocurrió al PP con Ciudadanos), y fue gracias a ese músculo que consiguió resistir; Podemos carecía de él, y en esa ausencia se explica también su continuo declive.

La importancia de estar

Hay algo más que afecta a la totalidad de la izquierda contemporánea. Iglesias creyó que la política que se hacía en los medios era la efectiva, y así fue mientras le prestaron una atención no hostil. Desdeñó la articulación del partido, porque la fórmula ganadora la ofrecía la circulación de las ideas en medios y redes. Cuando el contexto cambió, y las noticias sobre Iglesias comenzaron a ser negativas, carecía de una organización en la que refugiarse y que pudiera defenderle en los territorios concretos, con lo que quedó muy débil frente a los ataques.

Las estructuras políticas son importantes, no solo porque ayudan a vertebrar personas y lugares, sino porque son muy útiles para defenderse a pie de tierra las percepciones que los medios hostiles transmiten, así como para difundir mensajes diferentes. Cuando se fía todo a la participación en los medios y se ignora a las personas y a las estructuras, todo se vuelve mucho más difícil para las opciones políticas no dominantes.

Y, cuando llegan las campañas electorales, los mítines, la presencia en los territorios, la cercanía, son útiles. Sirven para cohesionar, para movilizar, para demostrar que esos lugares también importan. Las formaciones políticas con éxito necesitan implantación a pie de tierra, y sin ella, sus trayectorias tienden a ser mucho más rápidas, para bien y para mal. Sin embargo, estas son lecciones que, lejos de tenerse en cuenta, son cada vez más desdeñadas. Quizá haya algo que repensar ahí en las estrategias de muchas formaciones.

En el inicio de la campaña electoral, Pedro Sánchez dio un mitin en la Casa de Campo, acompañado por media docena de ministros, en el que no exhibió su cara más apasionada. Parecía más un trámite que debía cumplirse que un lanzamiento impetuoso y entusiasta de una campaña crucial. El mitin fue tempranero, porque un rato después el presidente tenía programada una entrevista en Telecinco; anunció allí que crearán una ley para limitar los tiempos de espera en la Sanidad. Es un buen ejemplo de hasta qué punto se está priorizando la presencia en medios sobre todos los demás aspectos que forman parte de la competición electoral.

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