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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Cuestión de desconfianza

Si aprobar 'in extremis' el decreto troceado que dijo que no trocearía cediendo a Junts en la cuestión de confianza que dijo que no cedería le parece una victoria al presidente, queda claro dónde está el nivel

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. (Europa Press/Gustavo Valiente)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. (Europa Press/Gustavo Valiente)
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Como si fuera la sala de espera del paritorio, los ministros aguardaban la hora larga. Casi cinco horas de parto. Todos pendientes de lo que dijera Puigdemont, que no tiene silla en el Consejo de Ministros pero a estas alturas de la accidentada legislatura ya sabemos que es él quien decide lo que se tramita y lo que no. Desde las 9.30 am, cuando se suponía que debía empezar la reunión del Consejo de Ministros, los ministros siguieron esperando pacientemente en una salita de Moncloa hasta la hora de comer, cuando el presidente salió a dar la buena nueva.

Habrá decreto, sí. Pero troceadito. Lo que salió era lo que Puigdemont quería que saliera. Y lo que Sánchez había dicho que no recortaría. El decreto ómnibus que el presidente y su vicepresidenta dijeron que no cambiarían, ya no es el que era. Ahora es como lo pedía Puigdemont, dejando fuera todo lo relativo a impuestos. Porque Sánchez dijo que no trocearía el decreto, también lo dijo Yolanda Díaz, pero del Consejo de Ministros ha salido troceado. También dijo el presidente del Gobierno que no aceptaría el trámite de la moción de confianza que le exigía Junts y ha terminado aceptándolo.

Luego de que los ministros suscribieran lo que Puigdemont aceptó, el presidente salió a dar una rueda de prensa para celebrarlo. Qué mejor manera de convencernos de que hay que celebrarlo como una victoria más de este Gobierno. ¿Por qué saldría el presidente a dar una rueda de prensa después de desdecirse y ceder en todo a Junts? ¿Acaso no están las portavoces para tragarse los sapos que más cuesta digerir en un acuerdo? Un momento, ¿y si el presidente sale triunfal en rueda de prensa como si se hubiera salido con la suya? Así nadie sospechará. Le faltó preguntarnos si le vamos a creer a él o a nuestros propios ojos. Tras tantas horas de espera en la salita contigua alguien ha debido de pensar eso de qué mejor manera de esconder algo que dejarlo a la vista. Han probado a ver si vale también para el bochorno.

En la rueda de prensa de despiste, el presidente dedicó más tiempo a explicar en qué no consiste el decreto, desmintiendo bulos por los que nadie le había preguntado, que a detallar lo que realmente incluye. Pasó más tiempo criticando la deslealtad de la oposición por no votarle el decreto que prometió no trocear que en contar lo que le ha llevado a trocearlo para que su socio de legislatura, que llevaba una semana insultándole, finalmente acceda a votar que sí.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Alejandro Martínez Vélez/Europa Press) Opinión
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Sánchez acabó comentando los buenos datos de la EPA para evitar explicar por qué ha cedido en la moción de confianza que exigía Junts a cambio de apoyarle el decreto troceado, si al PP con que se lo troceara le valía para aprobarlo. El presidente prefería hablar del paro que de parálisis. “Al final todo sale”, dijo triunfal. Si aprobar in extremis el decreto troceado que dijo que no trocearía a cambio de la cuestión de confianza que dijo que no concedería le parece una victoria, queda claro dónde está el nivel. Al final todo sale, es verdad. Como quiere Puigdemont.

Como si fuera la sala de espera del paritorio, los ministros aguardaban la hora larga. Casi cinco horas de parto. Todos pendientes de lo que dijera Puigdemont, que no tiene silla en el Consejo de Ministros pero a estas alturas de la accidentada legislatura ya sabemos que es él quien decide lo que se tramita y lo que no. Desde las 9.30 am, cuando se suponía que debía empezar la reunión del Consejo de Ministros, los ministros siguieron esperando pacientemente en una salita de Moncloa hasta la hora de comer, cuando el presidente salió a dar la buena nueva.

Pedro Sánchez Carles Puigdemont
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