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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Abascal, dimisión

Vox no es un partido que trabaje por España, ni siquiera sólo para sus votantes, simplemente, se mueve en la dirección que le marcan sus clientes extranjeros

Foto: El presidente de Vox, Santiago Abascal. (Europa Press/Rober Solsona)
El presidente de Vox, Santiago Abascal. (Europa Press/Rober Solsona)
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Santiago Abascal se encontró hace años con una situación idónea. En España se daban todas las circunstancias para que un partido como Vox pudiese hacerse con la hegemonía de la derecha. Sin embargo, desperdició la ocasión y ha convertido su organización en todo lo que denunció. Ya hemos llegado al punto en el que su liderazgo sólo puede perjudicar a su formación. Tendría que apartarse cuanto antes. Estos son, a mi juicio, los motivos que deberían provocar su dimisión.

Uno: traición ideológica. Santiago Abascal ha convertido Vox en un partido contrario a su razón de ser. Vox surgió como una especie de coalición de las derechas españolas que estaban decepcionadas con el PP y en la que tenían cabida corrientes ideológicas dispares. Ya no queda nada de aquella pluralidad.

La vertiente ultraliberal que defendía el libre mercado, la reducción del Estado y la finalización del autonomismo ha sido barrida del mapa. No queda nadie remotamente parecido a Iván Espinosa de los Monteros. El populismo reaccionario que explotaba el malestar de las capas populares con un discurso antipolítico ha sido extirpado. No queda nadie comparable a Macarena Olona. El conservadurismo identitario, del que provenía Abascal, que enarbolaba la unidad de España y se oponía a la “ideología woke” ha sido debilitado con salidas como la de José Antonio Ortega Lara y, simultáneamente, se ha radicalizado aumentando el poder de grupos ultracatólicos como HazteOir y El Yunque. Sólo el neofalangismo ha ganado fuerza. Nadie hace sombra a Buxadé. Vox es hoy un partido ideológicamente secuestrado.

Dos: traición orgánica. Santiago Abascal ha gestionado a Vox al revés de como lo vienen haciendo todos los líderes de las formaciones exitosas de la extrema derecha europea. En las demás naciones, se busca la unidad incorporando y potenciando a las distintas sensibilidades. Aquí se ha laminado sistemáticamente a todo el que piensa distinto.

Foto: El presidente de Vox, Santiago Abascal. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez) Opinión
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La gran mayoría de los fundadores de Vox ha abandonado el partido debido a discrepancias en su estilo de liderazgo. Muchos han sido expulsados. Otros han sido degradados y relegados a posiciones marginales. Y son legión los que se han marchado hartos de las formas y saturados por la decepción. ¿Cuántos? Casi la mitad de los ediles electos en 2019.

Tres: traición a los conservadores. Tras el resultado de las elecciones municipales y autonómicas de 2023, la extrema derecha optó por reventar la campaña del Partido Popular para las generales con la inestimable colaboración de Mazón. Bildu pospuso la negociación de Navarra, pero Vox fijó el foco nacional de la conversación electoral en su relación con el PP y cerró el trasvase de votantes socialistas hacia el PP. Como consecuencia, nadie puede discutir que Otegi fue más leal con Sánchez que Abascal con Feijóo.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante la Interparlamentaria del PP en Sevilla. (Europa Press/Rocío Ruz)

La ley de amnistía que regalará la impunidad a los golpistas y la quiebra al principio de igualdad entre españoles que supone el Concierto económico con Cataluña no existirían hoy si Abascal no hubiese antepuesto su interés personal a la histórica y urgente necesidad de cambio político que reclamaba. Vino a combatir al separatismo y terminó por convertirse en su cómplice necesario.

Cuatro: traición a los votantes. El abandono de los Gobiernos autonómicos no fue un error estratégico, sino una decisión meditada y contraria al mandato de los electores que confiaron en el discurso de Abascal. Vox es hoy un partido deliberadamente problemático con el PP. Y en esa decisión está el espejo de su ambición y de su nula funcionalidad.

Quienes optaron por respaldar a la ultraderecha en Aragón, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Extremadura o Murcia no saben todavía para qué sirvió su voto. En todos esos territorios, la papeleta de Vox no vale para combatir a los sanchistas porque la ruptura con el PP les beneficia y tampoco es útil en las instituciones porque la extrema derecha que proclamaba su extrema necesidad ha optado por la irrelevancia. No hay mayor chiringuito partidario en toda España que el dirigido por Abascal: recibe dinero de todos lados y en ningún sitio da un palo al agua.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (EFE/Julio Muñoz)

Cinco: traición a España. No puede hablar de patria quien entrega la soberanía de su partido a un líder extranjero contrario al bien común de los españoles. Vox es hoy una sucursal del trumpismo. El apoyo de Abascal a los aranceles sólo puede ser interpretado como una contraprestación de servicios que perjudicará a nuestro campo y a nuestra industria. Y su crítica a la estrategia de respuesta europea debilita, objetivamente, la posición de nuestro país.

El seguidismo y el servilismo de la extrema derecha española, tan distinto de la francesa o la italiana, reduce todo el discurso del líder fallido a un ejercicio de cínica propaganda y, lo que es más peligroso, contiene peligro para la seguridad de nuestro país. Está apoyando a un líder que continuamente amaga con salir de la OTAN en un momento de amenaza existencial para el continente.

Seis: traición a Occidente. Fue Abascal quien decidió aliarse con el grupo que incluye a partidos que mantienen estrechos vínculos con el Kremlin. Vox apoya y refuerza la narrativa rusa respecto a la guerra de Ucrania, se opuso a las medidas de la UE con Moscú, se opone a reforzar la defensa europea y se opondrá, incluso, al envío de fuerzas de paz al país invadido.

Foto: Fotografía cedida por Vox de su líder, Santiago Abascal, junto al presidente de EEUU, Donald Trump. (EFE/Vox) Opinión
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Cualquiera que analice mínimamente el discurso de la extrema derecha española acabará teniendo la misma sospecha que se puede tener respecto a la extrema izquierda. Se hace muy difícil, a días que casi imposible, no pensar que estos señores están a sueldo de Moscú.

Como en los puntos anteriores, el proceder de Abascal es contrario a la demanda de su electorado. En mi opinión, la clave es esa: Vox no es un partido que trabaje por España, ni siquiera sólo para sus votantes, simplemente, se mueve en la dirección que le marcan sus clientes extranjeros mientras los dirigentes ponen el cazo y reciben palmadas en la espalda de los señores muy cabreados con el PP. Les vale con estar entre el 10 y el 15%. Con eso son felices. No para hacer política, sino para seguir en el negocio.

Santiago Abascal se encontró hace años con una situación idónea. En España se daban todas las circunstancias para que un partido como Vox pudiese hacerse con la hegemonía de la derecha. Sin embargo, desperdició la ocasión y ha convertido su organización en todo lo que denunció. Ya hemos llegado al punto en el que su liderazgo sólo puede perjudicar a su formación. Tendría que apartarse cuanto antes. Estos son, a mi juicio, los motivos que deberían provocar su dimisión.

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