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En versión liberal
Por
Mujeres coristas
Los partidos están recurriendo a las mujeres para dar una imagen de limpieza. Pero hay que dar un paso más y limpiar a fondo y con lejía
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Los que teníamos la esperanza de que el Congreso del PP y el Comité Federal del PSOE adoptasen medidas concretas -¡una sola!- para paliar la putrefacción de la política, podemos esperar sentados. Ni el PP ha tenido la decencia de proponer una auditoría de mérito y capacidad en sus nombramientos políticos a la luz del escándalo de la tragedia de la dana. Ni el PSOE ha tenido la decencia de eliminar los criterios subjetivos en la contratación pública y aceptar el Código Ético de Gobierno tras el caso Ábalos/Cerdán. Las consecuencias de esa falta de higiene son ineludibles: muchos españoles se están decantando por la abstención y hay una tremenda proporción de votantes -especialmente jóvenes- que se están moviendo a la extrema derecha.
A falta de medidas de higiene, Sánchez y Feijóo han recurrido a lo único que les puede proporcionar un cierto halo de limpieza: las mujeres. Tener a mujeres en la foto del partido es como echarle a la ropa suavizante: todo huele mejor, aunque no quite las manchas. Pura fragancia. El PSOE ha nombrado a una nueva secretaria de Organización y está creando nuevas portavocías de mujeres. El PP ha nombrado una nueva portavoz y una nueva vicesecretaria de Coordinación Sectorial. Sánchez se montó un sarao con mujeres antes de la Ejecutiva. Y Feijóo en el Congreso hasta utilizó un vídeo de su madre.
Los nombramientos que han hecho los líderes son de mujeres coristas. Teloneras de fondo que no puedan hacerles sombra. Las que podían competir, tanto por un lado como por el otro, ya han sido neutralizadas. Pedro Sánchez mandó a Calviño (que solo necesitaba un baño de brillo comunicativo para competir, porque le da mil vueltas) a Luxemburgo. Y Feijóo ha ajustado las normas para que Díaz Ayuso (que casi le dobla en apoyo popular en prácticamente todas las circunscripciones) se quede aguardando hasta ‘mañana-mañana’.
La primera fila de la política española es, para las mujeres, casi un coto vedado de caza. Y no solo por el hiperliderazgo masculino de los dos líderes de los partidos mayoritarios, que eso también pasa en muchos otros sitios. Es que para estar en el tablero de juego tienes que pasar por un casting ante una lista kilométrica de hombres que son los que en su mayor parte apuntalan el andamiaje de los poderes fácticos.
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No me extraña que casi todas las mujeres jóvenes "normales" (no las de las juventudes del bipartidismo, que solo aspiran a cargos dados a dedo, sino las realmente normales, las que tienen sus propias carreras) prefieran cualquier cosa a involucrarse en la política. A los hombres jóvenes "normales" también les pasa, pero al menos ellos saben que podrían tener a su alcance todos los puestos y no solamente los de eternas segundonas y coristas.
Pero todas esas mujeres jóvenes - y las no tan jóvenes- con trabajos independientes de la política, deberían pensárselo dos veces. Porque la única manera de cambiar las cosas realmente importantes de la sociedad es a través de la política. Y porque esa gente que no necesita la política para vivir es exactamente lo que se requiere para regenerar la democracia.
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Y sí, la primera línea del poder está llena de hombres. Y sortear esa larga línea es, ¡cómo no!, difícil. Pero hay que empezar a poner las cosas en su sitio y verlas con perspectiva. Porque digo yo, si dos señores sin visión y sin estrategia de país han podido llegar a ser presidente del Gobierno y líder de la oposición, ¡¿cómo no van a poder llegar los y las demás?!.
Los líderes actuales no están ahí por ser los mejores. Están porque se les sujeta con la inercia de un sistema que está lleno de clientelismo y corruptelas. Claro que hacen falta más mujeres. Pero no para que perfumen con suavizante, sino para limpiar a fondo con lejía.
Los que teníamos la esperanza de que el Congreso del PP y el Comité Federal del PSOE adoptasen medidas concretas -¡una sola!- para paliar la putrefacción de la política, podemos esperar sentados. Ni el PP ha tenido la decencia de proponer una auditoría de mérito y capacidad en sus nombramientos políticos a la luz del escándalo de la tragedia de la dana. Ni el PSOE ha tenido la decencia de eliminar los criterios subjetivos en la contratación pública y aceptar el Código Ético de Gobierno tras el caso Ábalos/Cerdán. Las consecuencias de esa falta de higiene son ineludibles: muchos españoles se están decantando por la abstención y hay una tremenda proporción de votantes -especialmente jóvenes- que se están moviendo a la extrema derecha.